Zona olfativa

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En este capítulo vamos a estudiar más de cerca este órgano subestimado, la nariz, y más particularmente el olfato, del cual es la sede.

Hemos hablado anteriormente del papel de la nariz en la absorción del prana, aunque sin entrar en detalles.  Ahora es oportuno volver sobre ello, abordando la cuestión bajo un ángulo diferente, es decir, partiendo del olfato.

El olfato es un sentido muy especial.  En el ser humano parece tener sólo una importancia muy secundaria, especialmente al compararlo con el de los animales.

La vida sensorial de la hormiga, y por consiguiente el contenido de su psiquismo, se compone casi exclusivamente de sensaciones olfativas.  Sus antenas, especializadas en la percepción de diversos olores, le permiten seguir las huellas; los olores son como las balizas de su ruta.  También mediante el olor identifica las hormigas amigas y descubre sus enemigos, olfatea los huevos y reconoce su nido.  El cerebro de una hormiga es ciertamente primitivo, pero en muchos mamíferos, algunos muy cercanos a nosotros, encontramos un olfato muy desarrollado.  Inmediatamente pensamos, y con razón, en el perro: es un animal «olfativo».

La importancia del papel de las sensaciones olfativas de un animal está en función de la superficie de percepción reservada a este tipo de sensaciones.  Pues bien, la mucosa olfativa del perro cubre prácticamente toda la superficie del complicado laberinto constituido por la nariz, y de hecho su superficie desplegada correspondería casi a la mitad de su piel.  En el hombre, en cambio, esta zona es minúscula: apenas la dimensión de un sello de correos…

En el hombre civilizado, el papel del olfato parece debilitarse cada vez más.  Perece ser que a medida que el hombre se intelectualiza y se civiliza, la vista y el oído adquieren una importancia creciente, en detrimento de los demás sentidos, especialmente del olfato.  La importancia del verbo «sentir» es algo muy notable al respecto: la palabra «sentir» sirve tanto para designar la percepción consciente de un olor como el hecho de experimentar sensaciones en general.  «Sentir» se aplica tanto a los sentimientos como a las sensaciones viscerales: «Me siento bien».  Veremos cómo los centros cerebrales correspondientes al sentido olfativo tienen repercusiones viscerales e influyen en el comportamiento y el psiquismo. El verbo «sentir» tiene que ver con la intuición: «Siento que eso va a terminar mal.» ¿No se dice de alguien que tiene «buen olfato» para expresar que tiene intuición?  En el animal, el olfato sirve para la captura de la presa, descubrir al enemigo y desencadenar el reflejo sexual.  El olor que despiden las hembras de ciertas mariposas atrae al macho, a veces a muchos kilómetros de distancia.  Esto puede darnos una idea de la sensibilidad que alcanza el olfato en algunas especies vivas.  Aunque la importancia del sentido del olfato esté en regresión en el hombre, estos lazos profundos continúan existiendo y se inscriben en la estructura misma del cerebro.  Es indispensable tomarlo en cuenta en el estudio y la práctica de las técnicas del pranayama.

En el transcurso de la evolución, nuestro cerebro ha crecido como una ciudad que se desarrolla progresivamente.  Por un lado tenemos la ciudad vieja que encierra los antiguos barrios (paleocorteza) y por otro la ciudad nueva (neocorteza).  Ahora bien, las terminaciones nerviosas, muy sensibles, que tapizan la zona relativamente restringida donde se sitúa el aparato del olfato en la nariz, están en relación directa con la «ciudad vieja», las estructuras cerebrales heredadas de nuestros más lejanos antecesores.  Por vía refleja tocamos el “cerebro visceral», y desde aquí, órganos tales como el corazón, los vasos sanguíneos, la vesícula, el intestino, la vesícula biliar, la pupila, etc.; por otras conexiones influimos en la hipófisis, y así, por vía hormonal, en todo el sistema endocrino, nuestro «sistema nervioso químico».

Para respirar correctamente durante el pranayama, hay que conocer las particularidades aerodinámicas de nuestra nariz.

La corriente de aire que penetra en ella se divide, en cada fosa nasal, en tres «pasillos» (ver ilustración).  En la región olfativa, situada en la región superior de la cúpula nasal, el aire invierte la dirección de su flujo y queda en contacto con las zonas capaces de percibir los olores.  En la respiración normal, sólo una ínfima parte del volumen de aire inspirado llega a rozar la zona olfativa.  Mediante la voluntad es posible dirigir conscientemente una importante corriente de aire hacia las zonas olfativas sensibles.  Para fijar un máximo de prana y -acrecentar la eficacia de los ejercicios de pranayama, es indispensable dirigir- conscientemente el aire hacia esas zonas.

1. Pedúnculo olfativo

2. Cuerpo calloso.

3. Cerebro.

4.  Fibras olfativas.

Las flechas indican la dirección de la corriente de aire inspirado, repartida en tres.  Obsérvese también que la dirección del flujo de aire se invierte en la región tapizada por las fibras olfativas.  Obsérvese también la conexión directa de esas fibras con el cerebro.

……

Ya conocemos el ejercicio en el que se inspira imaginándose que se está aspirando una rosa: automáticamente el flujo de aire retarda su velocidad y se dirige hacia esta zona ultrasensible.

Esto es lo que sucede en todos los ejercicios de pranayama con disminución en la velocidad de la respiración.

Pero hay otro medio de intensificar el flujo del aire, y por consiguiente la absorción de prana y la eficacia del pranayama. ¿Qué hace el perro que husmea?  «Sorbe» el aire.  Mediante pequeñas aspiraciones sucesivas, dirige un flujo de aire cargado de efluvios hacia la zona en que esos olores serán captados por las células nerviosas (que tienen terminaciones en forma de cerdas de cepillo, o de minúsculas antenas).

Kapalabhati y Bhastrika tienen un efecto similar.  La inversión rápida y el aumento del débito respiratorio crean una turbulencia acrecentada en la zona estratégica, con lo que se estimula y tonifica todo el «cerebro visceral».  Sin embargo, hay que frenar el aire en la glotis a fin de que no sea proyectado brutalmente sobre ella, y aun dirigirlo allí conscientemente; produce con esto un ruido característico.  Comprendemos mejor aún la importancia de la respiración alternada destinada a estimular tanto la región situada en la ventanilla izquierda (Ida) como la de la ventanilla derecha (Pingala) de la nariz.

El olfato abre una puerta hacia las capas psíquicas más profundas, y es útil mencionar aquí la utilización de determinados perfumes para crear «estados de alma».  Hace milenios que la mujer se sirve de perfumes para hacerse atrayente.  En la India, los bastoncitos de madera de sándalo (dhoop) arden en todos los templos y acompañan necesariamente la meditación y el pranayama.

Uno de los mejores modos de estimular Ida y Pingala consiste en servirse del dhoop, o sencillamente en practicar la respiración alternada aspirando una flor, rosa o lirio silvestre de preferencia.  Basta con concentrarse en el olor para que la mente se absorba por completo en el acto respiratorio.  Así el intelecto, tan ligado a las impresiones visuales y auditivas, se «desconecta».  Por esto es preferible practicar el pranayama con los ojos cerrados, en lo posible en silencio.

Es muy fácil modificar mediante la voluntad, la repartición de la circulación del aire en los cornetes de la nariz y dirigir una fracción mucho más importante hacia la zona olfativa.

La posición de las fosas nasales permite no sólo equilibrar mejor el flujo de aire en las fosas, sino también dirigirlo hacia la zona olfativa, hacia nuestro acumulador de prana.  Volvamos a coger nuestra rosa: mediante la voluntad podemos reducir su olor dirigiendo la corriente de aire hacia los «pasillos» inferiores, o al contrario aumentarlo dirigiendo el aire hacia la zona superior.  Otro factor viene a agregarse: la concentración mental.  Concentrándose, interiorizándose en esta zona, se perciben los olores con mucha más nitidez.  Al concentrarse en esta zona, el yo consciente está en relación directa con ella, y nuevas vías de penetración se abren en nuestro sistema nervioso vegetativo.

Esta manera de respirar, dirigiendo el aire hacia la región olfativa, puede practicarse también durante los ejercicios de relajación.  Durante la relajación sobre el lado izquierdo, el adepto se concentra en la ventanilla derecha y dirige hacia allá el máximo de aire.  Lo mismo hace hacia la izquierda acostado sobre el lado derecho.



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