Autor: EugeneTaylor – Harvard University Medical School
Conciencia biológica y experiencia de lo trascendente:
Todas las tendencias relativas al problema mente/cuerpo de finales del siglo XIX, tanto la cultura popular como la erudita, vistas retrospectivamente, parecen culminar en el funcionalismo del filósofo y picólogo americano William James (1842-1910). Nacido en un hotel de New York en 1842, hijo mayor de un filósofo excéntrico y religioso, Henry James Senior y hermano mayor del novelista Henry James, William James recibió su primera educación en Europa y América a manos de un conjunto de tutores privados políglotas, maestros de escuela provisionales y maestros de pintura, hasta que se embarcó en una instrucción regular en Harvard en 1861, al ingresar en la Lawrence Scientific School. Se pasó a la medicina en 1864 y se graduó en 1869. Luego, durante los siguientes cuarenta años, desarrolló su carrera profesional en psicología y filosofía .
James fue, ante todo, un heredero de la antigua filosofía moral. El gran profeta de la Armonía, Ralph Waldo Emerson (1803-1882) había sido su padrino y amigo íntimo de Henry James Senior (1811-1882). En Representative Men: Seven Lectures, Emerson predicó una psicología intuitiva de la formación del carácter y tomó prestadas las interpretaciones de Henry James Senior sobre el místico religioso Emanuel Swedenborg para definir el trascendentalismo como la realización de la conciencia superior en el interior de la personalidad individual. William James fue heredero de este swedemborgiano y de la psicología literaria trascendentalista (ver The Secret of Swedenborg de Henry James y la edición de William James de Literary Remains of the Late Henry James), pero fue obligado a adaptar su epistemología religiosa con los rigurosos dictados científicos de su propia época.
Así, en primer lugar llegó a ser un defensor de la conciencia como una fuerza eficaz en la evolución biológica de las especies. Siendo un joven estudiante de medicina en 1860, tomó partido por el darwinismo en Harvard y empezó su carrera literaria con escritos favorables a los efectos de la selección natural sobre la vida mental. La conciencia, advirtió, obedece las leyes de la variación y la selección. Aquellos caracteres intuitivos, que son propensos a accesos emocionales y producen arte y literatura, son talentos naturales cuya mente está en fermento constante, pueden ver analogías que otros no alcanzan, son pensadores originales cuyas asociaciones no tienen obstáculo alguno y personifican la conciencia como un campo de percepción que contiene un gran número de ideas para escoger entre ellas. Los dictados racionales y empíricos del mundo sensorial seleccionan luego lo que es o no adaptativo. Este modo de experiencia tiene generalmente gran importancia como una potente fuerza para la preservación de la raza.
Siendo un joven profesor de psicología en Harvard, James abordó el estudió de la conciencia a través de la fisiología experimental. En colaboración con Henry Pickering Bowditch y James Jackson Putnam en la Harvard Medical School, James reprodujo los experimentos de Meynert, Fritsch y Hitzig para establecer ciertos problemas en la controversia sobre la localización de las funciones cerebrales. Ampliando la obra de Bain y los asociacionistas británicos sobre la actividad ideomotora, desarrolló una teoría de los instintos sobre fundamentos biológicos y la asoció con el desarrollo psicológico de la emoción y el hábito. Llendo más allá de la psicofísica de Helmholtz y de Wundt, enlazó la explicación fisiológica de la percepción con la esfera del significado simbólico cuando afirmó, a partir de un punto de partida evolucionista, que cuando nos enfrentamos a una masa confusa floreciente y zumbeante, la atención a los estímulos exteriores está en su mayor parte en función del interés personal.
En la cumbre de su carrera profesional, en 1890, James produce el que tal vez es el más importante texto todavía aprovechable de la disciplina, su obra en dos volúmenes Principles of Psychology. En él, parte de una preocupación sobre el objeto en el centro de la atención y propugna que la psicología se desarrolla en torno a una psicología cognitiva de la conciencia. Su metáfora más duradera fue la del flujo del pensamiento. Pero las ideas nunca existen aisladas; lo que da color a los pensamientos y continuidad al flujo palpitante es el tono-sensible del pensamiento. Esa era su doctrina de las relaciones: así como los objetos pueden ser experimentados, también lo pueden ser las relaciones entre ellos. Así, dijo, cualquier psicología legítimamente científica puede explicar tanto el flujo del pensamiento como el sentimiento.
Inmediatamente después de la publicación y el éxito internacional de sus Principles, James volvió su atención hacia el papel de las actitudes y los valores sobre la salud y la enfermedad. Particularmente entre 1890 y 1902, revisó la literatura francesa y alemana sobre la psicopatología experimental y continuó los experimentos sobre hipnosis, escritura automática y otros fenómenos de disociación que había comenzado a finales de los años 80. Llegó a ser un intermediario de los más modernos desarrollos de la psicología experimental francesa del subconsciente y mantuvo correspondencia con Pierre Janet y Théodule Ribot sobre problemas relacionados con la patología de las emociones. Defendió ardientemente las prácticas psicoterapeúticas de los terapeutas mentales americanos contra los ataques de la profesión médica; y entre 1893 y 1896 impartió un seminario para graduados sobre psicopatología en Harvard que influyó a la siguiente generación de investigadores en psicoterapia científica.
La obra más importante de este periodo fueron sus Lowell Lectures de 1896 sobre Exceptional Mental States, que permanecieron inéditas. Los títulos de sus conferencias eran: Sueños e hipnotismo, Automatismo, Histeria, Personalidad múltiple, Posesión demoniaca, Brujería, Degeneración, y Genialidad. Las cuatro primeras proclamaron a James como el maestro de una moderna psicología dinámica del subconsciente, mientras el resto relacionaban el trabajo patológico del subconsciente con la esfera social.
Su principal afirmación era que la experiencia contiene algo más que la simple conciencia despierta y un tenebroso reino llamado el inconsciente. Más bien, la personalidad era una pluralidad de estados. La conciencia despierta era sólo un estado entre otros muchos, teniendo significación solamente para la supervivencia del organismo biológico en el mundo externo. Otras áreas de la experiencia humana en diferentes niveles de la persona existían simultáneamente al lado de la conciencia despierta. La conciencia, de hecho, era un campo con un centro y una periferia. Mientras el objeto en el centro de la atención podía permanecer idéntico a sí mismo, el fundamento de la percepción podía llegar a ser radicalmente alterado por fatiga, shock traumático o conflicto intrapsíquico de formas que la habitual explicación científica de la percepción no había tenido en cuenta. Las implicaciones de estos descubrimientos alterarían pronto, a su vez, la concepción de la ciencia de James.
Entretanto, en 1902, James hizo avanzar un paso adelante sus ideas sobre el problema mente/cuerpo: en sus Varieties of Religious Experience, investigó el papel de la experiencia trascendente en la reconstrucción de las vidas fragmentadas. La significación de la religión -dice allí- descansa en la experiencia de lo individual. El subconsciente -le parece- era la puerta a través de la cual brotan las experiencias transformadas que llamamos místicas –estados transitorios y pasivos a partir de los cuales el intelecto mismo puede ser derivado. Sean lo que sean, cuando llegan, la personalidad se ve permanentemente alterada. Pero la adecuación de estas experiencias -mantenía por otro lado- puede sólo ser probada en términos de sus frutos para la vida.
Estas evolucionadas concepciones de la conciencia, basadas en la evidencia experimental y corroboradas por testimonios vivos, empezaron a modificar, ya en 1890, la concepción previa de James sobre cómo podía ser legitimamente dirigida una psicología científica. Como culminación de su obra en psicología a lo largo de los años 90, James desarrolló una epistemología filosófica que creía era lo suficientemente sofisticada como para desafiar la supremacía del materialismo científico.
El fundamento de esta crítica, y el resultado lógico tanto de su estudio de los empirista británicos como del pragmatismo de C.S. Peirce, era su metafísica del empirismo radical. El enfoque de James era empírico, decía, porque lo circunscribía sólo a los hechos de experiencia. Era radical, sin embargo, en que exigía a la ciencia no ignorar ningún aspecto de la realidad que pudiera, de hecho, ser experimentado. La principal cuestión a la que se dirigía su filosofía era la dicotomía fundamental entre sujeto y objeto. Los factores subjetivos debían ser eliminados para que pudiera surgir una psicología objetiva. La estrategia del psicólogo era afirmar que la buena ciencia era positivista; esto es, no pretender explicaciones metafísicas o sobrenaturales para los fenómenos físicos, sino suponer que todo lo que necesitamos conocer era cognoscible a través del intelecto y los sentidos.
James había escrito sus Principles desde este punto de vista, pero la evidencia a partir de la psicopatología experimental sobre las emociones y los estados subconscientes le habían forzado a repensar el problema. Hacia la mitad de los años 90, enunció primero su opinión de que el proyecto de separar la ciencia positivista de la metafísica debía ser abandonado, ya que ninguna teoría científica estaba libre de metafísica. El positivismo, por ejemplo, estaba, él mismo, basado en una metafísica del fisicalismo; esto es, un conjunto de ideas preconcebidas sobre cómo el mundo físico podía ser estudiado.
Estas nuevas ideas, no obstante, planteaban dos nuevos problemas a James: primero, qué es la conciencia si no es una facultad independiente de los objetos; y segundo, cómo se podía reconciliar el conflicto entre distintas pretensiones de verdad, si la realidad era una función de tan diferentes estados de conciencia. A la primera cuestión, Jamés respondió en su artículo de 1904, «Does consciousness exist?«. James escandalizó tanto a los filósofos como a los psicólogos al afirmar que la conciencia no existe como una entidad independiente sino como una función de experiencias particulares. La conciencia y el objeto deben ser considerados dentro del mismo complejo funcional. No puede definirse a uno sin el otro. Ahí tenemos el germen de la fenomenología, el contextualismo y el moderno análisis hermeneútico, de los cuales puede rastrearse su origen a través de varias rutas del camino de James.
La segunda cuestión fue abordada por James en sus Philosophical Conceptions and Practical Results, dirigido en 1898 a la Berkeley Union, y nuevamente en sus conferencias Lowell de 1906, publicadas en 1907 como Pragmatism, A New Name for Some Old Ways of Thinking. El pragmatismo -decía James- significa dos cosas. Era ante todo el modo de evaluar las pretensiones de verdad, no por la búsqueda de la verdad o falsedad de una definición primaria sino evaluando la afirmación en términos de sus consecuencias morales y estéticas. En otras palabras, dos diferentes verdades que producen el mismo resultado eran funcionalmente las mismas. En segundo lugar, también sugirió un modo de reconciliar las definiciones en conflicto de la realidad. La gente puede todavía mantener sus creencias individuales idiosincráticas si el resultado de estas diferentes creencias conducen a modos de conducta social comunes y validados consensualmente.
James no era tan ingenuo, sin embargo, como para pensar que había resuelto el dilema mente/cuerpo originalmente planteado por Descartes. Sólo mantenía que aunque la ciencia había establecido el escenario para una manipulación más sofisticada del problema, las verdaderas presuposiciones de la ciencia estaban siendo llamadas para ocuparse de él por medio del análisis. Esto significa para James que el lugar donde buscar una solución estaba más allá del lenguaje y, sin embargo, en el interior del dominio de la experiencia. Por esta razón, al final de su vida, ordenó a los psicólogos mantener una mente abierta y estudiar la caída del umbral de conciencia. En la extensión subliminal de los horizontes de la conciencia, encontramos alteraciones que señalan el verdadero centro de la vida y la identidad. Pero no comprenderemos esas alteraciones, dijo, ni en esta generación ni en la siguiente.
Autor: EugeneTaylor – Harvard University Medical School