AUTOR: Desirée Jaimovich
A diario llevamos un celular o un smartwatch que nos permite monitorear nuestros latidos, contar los pasos que hacemos y hasta evaluar el tiempo que permanecemos conectados a la red. Tenemos una capa digital añadida a nuestra vida.
Hay quienes fueron un paso más allá e incorporaron esas u otras tecnologías en su cuerpo. Es el caso de Neil Harbisson, músico y artista, que tiene una antena en la cabeza que le permite oír los colores. Así, con tecnología pudo compensar la acromatopsia que tiene, una anomalía en la visión que impide ver la diversidad de los colores.
Moon Rivas, por su parte, es coreógrafa y durante mucho tiempo tuvo sensores sísmicos en los pies para poder percibir “los latidos de la tierra”. Y generó coreografías a partir de esas sensaciones.
Ella y Harbisson crearon la Cyborg Foundation o Fundación Cyborg, una entidad que busca defender los derechos de las personas a modificar su cuerpo para añadir tecnología con el fin de incorporar nuevos sentidos y percepciones. También buscan propiciar este tipo de proyectos.
Neil Harbisson tiene una antena implantada que le permite escuchar los colores.
Cyborgs y transhumanos
“Los cyborgs son la unión entre la cibernética y los organismos. Dado que ambos están en evolución exponencial, la definición de cyborg también está en constante cambio”, se explica en la página de la fundación. Y se aclara: “La Fundación Cyborg se enfoca en los Sentidos Artificiales donde la tecnología reúne los estímulos pero la inteligencia es creada por el ser humano, a diferencia de la Inteligencia Artificial (IA) donde la inteligencia es creada por la máquina misma”.
Dentro de las múltiples transformaciones que se pueden concebir dentro del transhumanismo están los cyborgs, un término que se usa, de manera amplia para definir a aquellas personas que incorporan dispositivos tecnológicos a su cuerpo para lograr algún tipo de cambio.
El punto es que esta definición es muy basta y por lo tanto se puede interpretar de diversas formas. Hay quienes dicen que todos somos cyborgs porque hoy en día estamos atados al celular, un dispositivo que integra múltiples sensores, GPS y otras funciones para medir y regular nuestra vida diaria.
Hay quienes dicen que el concepto cyborg pasa por una autopercepción y que en realidad uno es cyborg simplemente si se concibe como tal. Y están también quienes dicen que ser cyborg no necesariamente implica concebirse como transhumano porque dentro de la concepción del transhumanismo hay una idea de que las modificaciones (digitales, celulares o de cualquier tipo) se hacen para lograr una mejora de la especie y para algunos estos cambios no son necesariamente positivos, ni negativos, simplemente son una forma de experimentar la vida. Moon Ribas, por ejemplo, se percibe como cyborg pero no se define transhumana.
El surgimiento del transhumanismo
“El lema del transhumanismo es alterar la naturaleza humana, mejorar, potenciar y alargar la existencia con el fin de mejorar la calidad de vida, la existencia humana y en el fondo con el fin de lograr una mayor felicidad”, explica Elena Postigo, licenciada en filosofía, especializada en bioética, en diálogo con Infobae.
Los primeros transhumanistas se reunieron a principios de 1980 en la Universidad de California en Los Ángeles. Buscaban aunar un criterio, un concepto que diera forma a esta corriente. Ya en 1998 los filósofos Nick Bostrom y David Pearce fundaron la organización World Transhumanist Association (WTA), que luego pasó a llamarse Humanity Plus. Según Bostrom, el transhumanismo no ocurre de un momento a otro, sino que se va gestando a lo largo de los años. Comienza a gestarse en los 50 con las ideas futuristas de la época y se potencia en los 80 con la llegada de la computadora personal.
“El transhumanismo quiere intervenir en varios niveles, por ejemplo, a nivel genético, alternando los genes del ser humano mediante edición genética con la famosa técnica CRISPR (CAS 9) para mejorar y potenciar ciertas capacidades o para alargar los telómeros y hacer que envejezcamos más lentamente, que vivamos más. También planeta intervenciones a nivel neuronal, por ejemplo implantando nanoimplantes que potencien capacidades cognitivos. Aquí, por ejemplo, podríamos hablar del proyecto Neuralink, la interfaz cerebro-máquina. También se puede dar mediante pastillas, lograr una mejora farmacológica. Y mediante la criogenización, tras la muerte congelar a ese cadáver y quizás, ellos dicen, en un futuro poder resucitarlos si conseguimos los medios para reestablecer su vitalidad”, analiza Postigo.
Y añade: “Entre otros elementos que hablan los transhumanistas hablan del cyborg. ¿Qué es el cyborg? Por definición un cyborg es un cybernetic organism, un ser que es por un lado orgánico, biológico, que tiene parte celular, orgánica; y por otro lado tiene una parte cibernética. Las personas que se consideran cyborgs son en realidad seres humanos con implantes, con nanotecnología incorporada a su organismo”.
El alcance de este concepto
Hoy en día, más allá de que uno busque circunscribirse o no dentro de esta corriente de pensamiento, lo cierto es que la tecnología ha avanzado al punto de que se ha metido, literalmente, en el cuerpo y está permeando nuestra vida de múltiples formas.
Ahora bien: ¿hasta dónde llegaremos con estas modificaciones? La edición genética, el uso de sistemas de monitoreos, prótesis inteligentes y chips que se emplean en el cuerpo ya sea para mejorar la calidad de vida, dilatar la muerte o tener nuevas experiencias. Hay una simbiosis humano-máquinas que está ocurriendo, en diferentes planos ¿Se podría llegar a virtualizar la existencia por completo? Esta idea está presente en la serie Years and Years del guionista y productor británico Russell T. Davies.
Allí, una adolescente la plantea a sus padres el deseo de subir su existencia a la nube y deshacerse de su cuerpo físico para así inmortalizarse, una opción a la que recurre luego otro personaje de la serie que padece una enfermedad mortal y gracias a la tecnología logra desafiar (¿por siempre?) los límites que impone la vida mortal. Un paso que va bastante allá de lo que se viene planteando hasta ahora pero lanza un buen interrogante sobre las múltiples formas que puede adoptar el concepto del transhumanismo.
Historias de vida
Infobae entrevistó a cuatro personas que por diferentes motivos decidieron modificar su cuerpo y sumarle tecnología, en múltiples formas. Aquí, sus historias
Rob Spence: una micro cámara en el ojo
Rob Spence es cineasta y se ha definido en más de una oportunidad como un “eyeborg”. Desde hace 10 años tiene una prótesis ocular que tiene una micro cámara capaz de enviar las imágenes que capta a un receptor.
Cuando era niño tuvo un accidente que le dañó la córnea del ojo, y perdió la visión. Si bien este dispositivo no le permitió recuperar ese sentido, se conviritó en una forma de experimentar artísticamente.
“Ya rondaba los 30 años cuando me dijeron que me debían quitar el ojo, entonces me había convertido en ese entonces en documentalista. La clave en hacer documentales es que hay que hacer películas desde un punto de vista. Y bueno, en este caso, cuánta perspectiva se puede incorporar acá, en este caso la perspectiva desde tu propio ojo es bastante interesante”, explicó, en diálogo con Infobae.
Desde ese entonces, creó versiones de esa prótesis ocular. Según dice, esta actividad para él se convirtió en un hobby donde se permite crear libremente junto con amigos que están especializados en diseño o ingeniería. “Al comienzo era muy personalizado, todo era hecho a mano, pero ahora tenemos un circuito que se puede reproducir fácilmente y también comencé a trabajar con un joven, el más nuevo del equipo, un oftalmólogo que está haciendo prótesis oculares impresas en 3D”, subrayó.
Kevin Warwick: 100 electrodos en el cuerpo
Ingeniero y profesor de Cibernética en la Universidad de Reading, Kevin Warwick fue uno de los pioneros en el mundo cyborg: en 2002 se implantó 100 electrodos en el cuerpo y los usó para mover objetos, así como para sentar un precedente que fue utilizado para desarrollar tecnología para personas con discapacidad.
Kevin Warwick se incorporó, en 2002, 100 electrodos en el cuerpo.
“Esencialmente conectaba mi sistema nervioso por medio de cables o wireless a la computadora, a internet, así que si movía mi mano, mis redes neuronales, es decir señales en mi sistema nervioso que causaban el movimiento, podíamos tomar esas señales y las usarlas para hacer varias cosas: tomábamos señales motoras y las usábamos para controlar una mano robótica, prender luces, y hacer cosas así”, contó Warwick a Infobae.
Eventualmente esta tecnología fue utilizada por cirujanos para ayudar a personas con parálisis para controlar diferentes sistemas.
“Como trabajaba con el sistema nervioso funcionaba de modo bidireccional así que yo podía recibir señales también e hicimos diferentes experiencias en términos de estímulos sensoriales, especialmente ultrasónico. Yo tuve un input ultrasónico entonces podía detectar cuando había objetos cerca. Eso estuvo bien, para ver cómo cambia el cerebro”, explicó.
Moon Ribas: sensores para experimentar los terremotos
En 2013 Moon Ribas se incorporó sensores en los brazos que, al estar conectados a un sismógrafo online, le permitían experimentar, en tiempo real, una vibración en el cuerpo cada vez que había un terremoto en algún punto de la tierra. De esta manera ella desarrolló lo que llamó un nuevo sentido. Un sentido sísmico.
Después de unos años se quitó los sensores de los brazos y se los puso en los pies, el sitio que le pareció más natural para tenerlos por ser el punto de contacto con la Tierra. Y los tuvo allí hasta hace apenas unos meses en que decidió quitárselos para experimentar el movimiento desde otra perspectiva. Para eso ahora está trabajando en una joya que le permitirá sentir esas vibraciones pero sólo cuando la use.
Con esas sensaciones en el cuerpo fue creando varias obras artísticas: desde danzas hasta recitales donde reproduce y comparte con el público lo que va sintiendo. “Tengo una pieza que se llama Waiting for earthquakes que es una performance donde invito al público a esperar conmigo terremotos y escuchar durante un tiempo la Tierra. Es una pieza que puede durar unos minutos u horas. Es como un dueto entre la tierra y yo. Entonces cada vez que hay un terremoto me muevo sobre la intensidad del terremoto”, contó a Infobae. En este sentido dijo que se puede considerar a la Tierra como la coreógrafa de esa pieza artística.
¿Qué es ser cyborg? «Yo creo que a lo largo de los años, desde la Asociación Cyborg hemos tratando de describirlo de distintas manera: se puede ser cyborg psicológico, porque cuando el teléfono se nos acaba la batería decimos ‘me estoy quedando sin batería’ en vez de ‘el teléfono se está quedando sin batería’. También se puede ser biológico, como fui yo, que es estar físicamente unido a la tecnología y el otro puede ser un cyborg neurológico que es la modificación de la mente y el cerebro porque has estado unido a la tecnología”, reflexionó. Para ella ser cyborg es una cuestión de autopercepción, una identidad que parte de la decisión personal. “Puedes sentirte cyborg o o”, concluye.
Neil Harbisson: una antena en la cabeza
Neil Harbisson tiene una antena implantada en la cabeza que le permite oír los colores, así como recibir imágenes, videos y hasta llamadas directamente a su cerebro. Este compositor vive con este dispositivo en su cuerpo desde 2004 y es considerado el primer cyborg del mundo reconocido oficialmente como tal: en su pasaporte tiene la fotografía con este órgano cibernético.
Harbisson tiene acromatopsia, una anomalía en la visión que impide ver todos los colores: sólo percibe el blanco, negro y las tonalidades de grises. Para superar esta limitación, decidió recurrir a la tecnología y así fue como llegó a diseñar el dispositivo que hoy lleva consigo, según explicó a Infobae, durante una entrevista que le hizo este medio en una visita que hizo a la Argentina.
Imagen del pasaporte que Neil Harbisson renovó en 2004 , donde se lo ve con la antena
La antena tiene un un chip capaz de convertir las ondas de luz en frecuencias de sonido que son percibidas como notas musicales. Así es que Harbisson puede “escuchar” los colores. Gracias a este nuevo sentido ahora percibe el mundo como una gran melodía y utiliza esa información para componer conciertos de colores.
Los planteos bioéticos
Postigo recuerda que el transhumanismo plantea varios problemas éticos vinculados a la libertad, la justicia, la integridad física y psicológica así como a la privacidad. En relación a esto último dice lo siguiente:
“Desde el momento en que me instalo un microchip o en el que uso un pulserita que obtiene datos biométricos que luego yo cedo a una aplicación ¿tengo control sobre todos los datos que estoy cediendo? Personalmente diría que al día de hoy no”.
Si bien reconoce que hay países donde se están comenzando a analizar estas cuestiones y que hay legislación que se comenzó a probar para cuidar la privacidad y seguridad de la información, lo cierto es que aún falta un largo camino por recorrer.
Pero la privacidad no es la única cuestión a tener en cuenta. También están los planteos éticos en relación a la edición genética que permite, mediante la técnica CRISPR modificar genes de modo tal que los embriones humanos nazcan sin determinadas afecciones.
El año pasado se generó un escándalo luego de que el investigador chino He Jiankui revelara que había utilizado la técnica para alterar embriones humanos con la finalidad de proteger a dos gemelas del virus del HIV, pero esto generó controversias por considerarse que la modificación que realizó podría tener consecuencias negativas en la
“Casi todas las legislaciones nacionales e internacionales han dicho que no a estas intervenciones porque desconocemos las consecuencias que puede tener para el bienestar futuro de esas niñas”, señaló Postigo.
La técnica CRISPR-Cas9 permite editar el mapa del genoma humano
Finalmente Postigo analizó las consecuencias que las modificaciones podrían tener en la justicia social porque se podría terminar generando desigualdad entre humanos y posthumanos. Y por último habló de la libertad: “¿De qué manera me instalo un microchip tengo autodominio de mi ser? ¿O cedo este dominio a la máquina?».
El futuro llegó y aquello que parecía utópico o distópico (según cómo se mire) hoy se convirtió en realidad: estamos, en mayor o menor medida, digitalizados, monitoreados, virtualizados. Los interrogantes acompañan y guían los nuevos futuros que vendrán.