El elegante trabajo que hoy se publica en la tapa de Cancer Cell con el título de «El dulce beso de la muerte, Galectina-1 y el escape del tumor al sistema inmune» no sólo es notable por su jerarquía científica, sino porque pudo lograrse gracias a una verdadera superproducción de la ciencia nacional… en dos de los peores años de la historia. .»Esto muestra que es posible colaborar en forma genuina entre distintos laboratorios, como se trabaja en el Primer Mundo, donde cada uno aporta su conocimiento sobre la disciplina en la que tiene experiencia.
En ese contexto, nosotros desde el Laboratorio de Inmunogenética aportamos nuestros conocimientos de inmunología y los científicos del Instituto Leloir (Osvaldo Podhajcer y Mariano Alvarez) aportaron los suyos sobre biología tumoral, mientras el doctor Mordoh colaboró con su experiencia en oncología clínica», afirma Rabinovich. .La Fundación Sales, que apoya la investigación en cáncer con el aporte de 42.000 pequeños donantes, le otorgó un subsidio a Rabinovich para evitar que emigrara y financió sus investigaciones desde que tenía 28 años. .Tuvo también otros apoyos: de la Fundación Antorchas (el subsidio de inicio de carrera), del Ministerio de Salud (beca Carrillo-Oñativia).
El doctor José Mordoh ofreció los tejidos de tumores humanos que se utilizaron en los experimentos y un sugestivo experimento de su laboratorio. Y los doctores Osvaldo Podhajcer y Mariano Alvarez, cuyo trabajo es financiado por la Fundación René Baron en el Instituto Leloir ( www.leloir.org.ar ), entrenaron a Natalia Rubinstein en la tecnología de terapia génica. .»Esto fue mucho más que transferencia de tecnología -afirma Podhajcer-. Nosotros pudimos haber invitado a alguno de los integrantes del equipo de Rabinovich a pasar un tiempo en nuestro laboratorio, enseñándole todo lo necesario para que luego volviera al Hospital de Clínicas. Si hubiéramos elegido ese camino, el trabajo se habría demorado por lo menos dos o tres años más. Para evitarlo, acordamos que Natalia Rubinstein permaneciera todo el tiempo necesario en nuestro laboratorio. De este modo, junto con Mariano Alvarez, estudiante de doctorado de mi grupo, desarrollaron durante más de 18 meses las herramientas de ingeniería y transferencia genética que posteriormente permitieron demostrar en animales el rol de galectina-1 en el proceso de desarrollo del melanoma.»