María Inés Sotelo está en plenos preparativos y juntando la documentación necesaria para obtener la visa de Estados Unidos. En dos meses espera irse a Michigan. Era una de las posibilidades desde que el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) rechazó su admisión para continuar con su beca posdoctoral, a pesar de que cuenta con un «sobresaliente» en su evaluación de proyecto y desempeño.«Estaba considerando hacer una estadía afuera como alternativa, pero se transformó en mi única opción cuando quedé afuera de Conicet este año«, contó a Infobae.
Sotelo es bióloga, tiene 30 años y hace cuatro años y medio que realiza en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA el doctorado en Ciencias Biológicas. Junto con el CBC y la carrera de grado, son en total unos 11 años de formación. Como ella, numerosos investigadores, profesionales y técnicos en los que el Estado depositó años de inversión pública están redefiniendo su futuro profesional frente al atraso salarial, la falta de oportunidades y los recortes en el área de Ciencia y Técnica.
«Mi campo específico es comportamiento y neurociencias. Me interesan los mecanismos cerebrales detrás de las conductas animales», describió la bióloga. «Es un área de investigación importante porque es clave entender como funcionan las conductas, cómo se heredaron a lo largo de la evolución y cuáles son los mecanismos que nos hacen quiénes somos. Si logramos saber más sobre esto, podremos atacar problemas como las enfermedades neurodegenerativas. Hay un gran interés a nivel mundial en esto también desde la inteligencia artificial y los sistemas de información».
Sotelo cuenta que se esforzó para recibirse lo antes posible. Publicó unos cuatro trabajos en revistas internacionales, un requisito que siempre suma puntos para ser ponderado en la continuidad de la carrera. Hasta ganó una beca Fulbright, la ayuda económica que otorga el Congreso estadounidense a dirigentes y científicos destacados de todo el mundo.
«Aún así, no me salió la beca posdoc«, lamentó en la jerga típica del Conicet. «Con estas perspectivas tampoco me saldría el año próximo por más que me quede. Así que acepté la oferta en Estados Unidos y acordé mudarme con mi pareja y mi hijo«, agregó.
A Sotelo le denegaron la oportunidad de seguir investigando en el país, pero a él le pesó más las posibilidades que ofrecía el exterior. Diego Kozlowski se graduó en la Licenciatura de Economía de la UBA con promedio 9.03, lo que le valió la mención honorífica Summa Cum Laude, el rótulo que se le pone a los estudiantes muy destacados de la universidad. Además de ejercer una labor docente y de investigador, estuvo varios años en el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) como analista del Índice de Precios al Consumidor (IPC), el indicador que permite relevar los cambios en la inflación. Sin embargo, desde 2017 migró a la Facultad de Ciencias Exactas y se especializó en otra área: el data mining (minería de datos) y «descubrimiento del conocimiento».
«El data science es una de las áreas que más se está valorizando en el mercado mundial. Algunos dicen que los datos son el ‘nuevo petróleo'», indicó el analista de datos de 30 años. Algo de razón tiene. Definida como la «cuarta revolución industrial», el rubro está en plena expansión y su campo es vasto. La humanidad produce unos dos millones y medio de terabytes por día, que se reparten en un conjunto de rutinas digitales que van desde enviar mensajes de Whatsapp, navegar por internet, aplicar a un puesto laboral, gestionar un pedido de delivery o ingresar al home banking.
«Me dedico al procesamiento de lenguaje natural (NLP) y trabajo con grafos, sistematizo esos datos y textos en unas redes complejas», explicó Kozlowski. En ese campo tuvo un paso por el Ministerio de Salud porteño, donde aplicó la tecnología de la Big Data en las historias clínicas de los pacientes. «Era un trabajo que permite detectar fenotipos en el análisis de esas historias y encontrar algún patrón en las enfermedades», contó. Antes formaba parte de una startup pequeña en inteligencia artificial del sector privado, pero a la firma no le fue bien.
Kozlowski se está yendo a realizar una pasantía en Toulouse, Francia. Permanecerá allí hasta agosto. «Lo que vamos a hacer es captar los comportamientos en situaciones de crisis ambientales, terremotos, si hay gente pidiendo auxilio. Por ejemplo eso se hace con datos de Twitter», describió.
Para cuando finalice esa experiencia ya tendrá otros planes: se irá a cursar un doctorado en Ciencias Sociales computacionales en la Universidad de Luxemburgo. Con sus palabras, así anunciaba la decisión de migrar con su pareja en su cuenta de Twitter: «Nunca fuimos patriotas, siempre pensamos que ‘la tierra sera el paraíso, la patria de la humanidad’. Sin embargo, irse no es gratuito y dejamos varias cosas acá. Que nos tengamos que ir es la consecuencia de un sistema académico quebrado«.
«En Luxemburgo me salió un grupo de trabajo donde vamos a analizar el tipo de interrelaciones que se dan en la producción científica, cómo ésta se interconecta entre los países, qué rol tiene el financiamiento del Estado o la cantidad de publicaciones, entre otros factores. Vamos a analizar cuán importante es la producción científica de un país en el mundo«, relató.
Inestabilidad y salarios retrasados
José Duhart (33) es docente de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) desde 2009 y licenciado en Biotecnología. Tiene 15 años de formación y hace 10 que investiga en el campo de la cronobiología, el estudio del reloj cicardiano. Este reloj biológico permite al cuerpo a adaptarse a los cambios ambientales que ocurre por la sucesión de los días y noches, por lo que controla una gran cantidad de procesos del organismo humano.
«Durante mi doctorado me dediqué a investigar cómo este reloj se relaciona con nuestro sistema inmunológico, y también cómo es capaz de interactuar con el desarrollo de gliomas (un tipo de tumor cerebral) y de modular su respuesta a quimioterapéuticos. En mi trabajo postdoctoral me dediqué a tratar de entender las bases neuronales de este reloj, en particular, cómo se comunican distintos «relojes» que existen en el cerebro», relató Duhart.
Duhart tenía la recomendación de dos juntas evaluadoras para ingresar a la carrera de investigador, que es cuando un científico deja el sistema de becas para gozar de los derechos y salarios del personal de planta permanente. Sin embargo, a pesar de contar con las calificaciones exigidas, el Conicet rechazó su admisión. En 15 días emigrará a Filadelfia, en Estados Unidos, para trabajar en un laboratorio de la Universidad Thomas Jefferson.
«El contexto actual de desfinanciamiento del sistema de Ciencia y Técnica hace que para los científicos jóvenes sea difícil ver un horizonte de trabajo en el país«, lamentó.