El pensamiento de Albert Einstein se inclinó al determinismo, a la postura de que el universo está regido por causas y todos los sucesos, incluidos nuestros estados mentales, son determinados por leyes preexistentes. Ciertamente, esta postura pone en entredicho la libertad. Pero por otro lado, puede hacer que las personas acepten la vida como un destino y quizá que se relajen al notar que ellos no están en control, sino que hay algo superior que determina sus vidas. Einstein se pronunció a favor del dios de Spinoza, la Naturaleza misma que estaba regida por principios racionales, por leyes eternas.
En el popular libro que recopila la filosofía de vida de Einstein Mi visión del mundo, leemos el siguiente párrafo:
No creo en absoluto en la libertad del hombre en un sentido filosófico. Actuamos bajo presiones externas y por necesidades internas. La frase de Schopenhauer: «Un hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere», me bastó desde la juventud. Me ha servido de consuelo, tanto al ver como al sufrir las durezas de la vida, y ha sido para mí una fuente inagotable de tolerancia. Ha aliviado ese sentido de responsabilidad que tantas veces puede volverse demasiado en serio, ni a mí mismo ni a los demás. Así, pues, veo la vida con humor.
La filosofía de la voluntad de Schopenhauer postula un mundo determinista, aunque con una calificación, en la que hay necesidad en todos los actos del individuo, pero la esencia de éste es la Voluntad trascendente: «Ni un átomo podía describir en su vuelo una trayectoria distinta a la que ha descrito, ni un hombre puede obrar de otra manera a como lo ha hecho». Para Schopenhauer todo ocurre por necesidad, pero esto es el mundo de la representación o el mundo de las apariencias y de lo objetivo. La esencia del sujeto es, sin embargo, la voluntad, una «voluntad libre sin más», la cosa en sí que, por el principio de razón suficiente, es experimentada como el mundo causal, en el tiempo y el espacio. La libertad del individuo es su aniquilación, en el sentido místico del budismo y el hinduismo, que fueron tan estimados por Schopenhauer.
Einstein no tiende tanto al misticismo. Lo que para Schopenhauer es la «Voluntad», para Einstein sería la Naturaleza o el Dios racional de Spinoza. Sin embargo, Einstein habla de una «religiosidad cósmica» y de la sensación del misterio que es la madre tanto de la ciencia como la religión. La frase de Schopenhauer citada es tan importante para Einstein justamente porque permite postular este principio racional trascendente que dirige el cosmos y determina cada acto dentro del mismo, a la vez que le permite cierto consuelo y sosiego ante la pequeñez y la impotencia humana.