Hace unas semanas en el estudio global más extenso hasta la fecha se halló que existe una preocupante disminución en la población de insectos en el mundo, pues más del 40% de las especies de insectos está en declive y hasta 1/3 se encuentra en peligro de extinción. Entre las especies que más están en riesgo están las mariposas y la abejas. La importancia de los insectos no debe subestimarse, ya que juegan un papel esencial en la polinización y, por ello, se podría decir que gran parte del ecosistema mundial depende de ellos. Una frase atribuida a Einstein -aunque quizá apócrifa- que ha circulado en línea asevera que si las abejas se extinguieran, el ser humano sólo tendría unos años más de vida.
Desde hace algunos años muchos investigadores, apicultores y agricultores en general han notado una dramática reducción en la población de abejas en numerosas partes del mundo, lo que se conoce como colapso de las colonias de abejas. La causa más citada para explicar esto se debe a los insecticidas, pesticidas y otros productos químicos usados por el ser humano en el campo. Notablemente el filósofo, educador, inventor, agricultor y místico Rudolf Steiner, uno de esos hombres «renacentistas» que lo hacían todo, dio en 1923 una conferencia sobre las abejas que hoy resulta presciente:
No hay forma, en base a la situación actual, con los métodos artificiales usados para alimentar y criar abejas, de predecir lo que significarán estos procedimientos para el futuro en 50, 60 o hasta 100 años […] Hoy es imposible objetar estos métodos artificiales aplicados al cultivo de abejas. Esto es porque vivimos en condiciones sociales que no permiten hacer otra cosa. De todas formas es importante obtener este entendimiento -que una cosa es dejar que la naturaleza siga su curso y ayudarla solamente a moverse en la dirección correcta cuando sea necesario, y otra muy distinta es aplicar métodos artificiales para acelerar las cosas-.
Palabras ominosas de Steiner, quien claramente debe considerarse como uno de los padres del movimiento «orgánico», especialmente por su método de agricultura biodinámica, pero también por su modelo educativo que hoy conocemos como las escuelas Waldorf. Aunque la advertencia de Steiner es muy general, es evidente que el pensador alemán tenía en mente métodos agresivos, como los que serían aplicados por compañías como Monsanto, los cuales no conciben a la naturaleza como algo vivo e interdependiente. La filosofía natural de Steiner era holística y estaba basada en el «empiricismo delicado» de Goethe, que trata a la naturaleza como un ser vivo que se revela ante una observación delicada y paciente, y no como una masa mecánica e inerte que está disponible para ser explotada sin ninguna reserva ni reverencia. Esta diferencia quizá sea realmente fundamental y, trágicamente, nuestra vida en el planeta podría quedar marcada por haber elegido un método científico más o menos brutal, siguiendo los conceptos de Newton y Descartes, y no uno sensible y delicado.