Paul Greengard, el célebre neurocientífico que nos reveló qué función cumplen la dopamina y la serotonina en la sinapsis neuronal, nos ha dejado recientemente a la edad de 93 años. Tras él, nos queda la estela de un hombre que asentó con su infatigable labor nuevos mecanismos para el tratamiento de la depresión y un mejor conocimiento de condiciones como el Alzheimer.
Decían del doctor Greenbarg que fue uno de esos científicos que pasó gran parte de su vida trabajando a contracorriente. Prueba de ello fueron sus primeros años. Con solo 17 años destacó de manera significativa en el campo de la física y las matemáticas, de manera, que el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) lo quiso en sus laboratorios para dos fines muy concretos.
El primero, desarrollar sistemas de alerta para captar aviones kamikaze japoneses y más tarde para dedicarse junto a otros jóvenes científicos en el desarrollo de la bomba nuclear. Paul Greenbarg se desentendió lo antes posible de esa vertiente porque su visión, sus valores, le impulsaban a contribuir al bienestar y desarrollo de la humanidad y no a su destrucción.
Eligió además un campo de investigación en el que nadie estaba interesado hasta entonces: la comunicación entre neuronas. No podemos olvidar que a mediados del siglo XX se daba por sentado que la transmisión nerviosa era básicamente mediante impulsos eléctricos.
Sin embargo, el joven doctor Greenbarg tenía una corazonada; debía haber algo más que simple electricidad, la bioquímica también debía mediar en nuestro comportamiento, en nuestras enfermedades, en nuestro estado de ánimo…
Paul Greengard fue pionero en la comprensión de la transmisión sináptica lenta. En ella, neurotransmisores como la dopamina o la serotonina producen cambios que pueden durar desde unos pocos segundos hasta varias horas, afectando el estado de ánimo, el estado de alerta e incluso la percepción sensorial.
Paul Greengard, un pionero en neurociencia
El doctor Paul Greengard nació en Nueva York el 11 de diciembre de 1925.Después de graduarse en el Hamilton College en física y matemáticas, y tras ser requerido por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) durante la Segunda Guerra Mundial, pudo finalmente dar un paso en su carrera y dedicarse a lo que verdaderamente soñaba: la investigación en medicina.
En 1953, se doctoró en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore y desde entonces siguió estudiando para especializarse en bioquímica en varias universidades británicas, como la de Londres y la de Cambridge. Logró ser director del Departamento de Bioquímica de los Laboratorios de Investigación Geigy en Nueva York y, finalmente, se convirtió en el jefe del Laboratorio de Neurociencia Celular y Molecular de la Universidad de Rockefeller.
La suya ha sido una carrera de siete décadas de investigación, descubrimientos y avances que han asentado las bases de la neurociencia actual. Sin embargo, Paul Greengard no siempre lo tuvo fácil. Debemos recordar que cuando él inició su carrera en los años 50, la biofísica era un campo incipiente y la neurociencia, por su parte, aún no existía como una disciplina con recorrido.
La comunicación entre células nerviosas, algo más que electricidad
Lo señalábamos al inicio. Paul Greengard inició su labor en un área que gran parte de la comunidad científica no consideraba relevante. Se daba casi por sentado que la comunicación entre células nerviosas se producía en exclusiva por transmisión de señales eléctricas. Entonces… ¿qué esperaba demostrar aquel joven neurobiólogo?
- Partió de una corazonada. Había visto cómo se comunicaban las células hepáticas y cómo estas se servían de mecanismos biológicos ‘no eléctricos’. Esperaba descubrir lo mismo a nivel cerebral… Y así fue.
- Estuvo durante más de 15 años estudiando la bioquímica de la conexión neuronal para descubrir la relación de la dopamina y la serotonina en la sinapsis cerebral.
Paul Greengard nos ayudó a comprender la función de la dopamina y la serotonina en el cerebro
El doctor Greengard recibió el Premio Nobel de Medicina en el año 2000junto a Arvid Carlsson y Eric R. Kandel. Cada uno y de manera independiente, contribuyeron con sus trabajos a permitirnos entender cómo funciona la comunicación cerebral. Algo así supuso dar un avance decisivo en la comprensión del movimiento, la memoria, los estados de ánimo y los mecanismos existentes detrás de la esquizofrenia, el Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, el trastorno bipolar y la adicción a las drogas.
- La investigación del Paul Greengard se centró en comprender cómo las células reaccionan a un neurotransmisor tan determinante como la dopamina. Su investigación asentó, entre otras cosas, las bases para el desarrollo de fármacos antipsicóticos.
- Asimismo, sus descubrimientos sobre las funciones de la serotonina favorecieron también algo casi determinante: el desarrollo del antidepresivo Prozac.
Reconocimiento a las mujeres científicas
Un dato interesante que define cómo era la personalidad del doctor Greengard aconteció muy poco después de ganar el Premio Nobel. El dinero que obtuvo con el galardón lo invirtió organizando un premio anual para mujeres destacadas en el ámbito de la investigación biomédica.
A este galardón le dio el nombre de su madre, Pearl Meister Greengard, la cual falleció poco después de dar a luz. Con este gesto, se preocupó de que las mujeres pudieran alcanzar también los más elevados reconocimientos en el mundo de la ciencia y la medicina.
El doctor Greenbard siguió trabajando, formando e investigando en el laboratorio de Neurociencia Celular y Molecular de la Universidad de Rockefeller hasta hace muy poco, hasta que su corazón se paró el paso 13 de abril con 93 años. Fue un investigador infatigable, un hombre apasionado de su labor y ante todo, uno de los pioneros más destacados en el mundo de la neurociencia. Figuras inolvidables que han hecho historia.