Fuente: El Economista
- La ‘sindemia’ implica una aproximación más integral de la epidemia de covid-19
- Aspectos biosanitarios y sociales confluyen en la crisis del coronavirus
- La desigualdad no está siendo suficientemente abordada en la contención del virus
¿Ha escuchado el término sindemia? No pierda el tiempo en buscarlo. Ni la Real Academia Española ni el galardonado Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina de España lo contemplan. Sin embargo, la prestigiosa revista médica The Lancet recupera esta idea anglosajona nacida en los años 90 para advertir de que el coronavirus no es una pandemia, como declaró la OMS en marzo, sino, precisamente, una sindemia. Y abordarlo de un modo u otro puede ser fundamental para su contención mundial.
A Richard Horton, médico y editor de The Lancet, le llovieron las críticas tras la publicación a finales de septiembre de un artículo titulado «Covid-19 is not a pandemic» («El covid-19 no es una pandemia»). Las redes sociales se dispusieron como perfecto escenario para los ‘artificieros’ que únicamente leyeron el título, y que no tardaron en tacharle de negacionista y llevarse las manos a la cabeza. Más allá de esta penúltima polémica que demuestra, una vez más, que muchas personas no están interesadas en la lectura de más de cinco palabras alineadas, el artículo de Horton denuncia que el enfoque sanitario y político que se está aplicando a la crisis del coronovirus es equivocado, precisamente porque se está tratando como una pandemia.
El profesor honorífico en la prestigiosa Escuela de Medicina Tropical e Higiene de Londres rescata el concepto de sindemia para llamar la atención sobre los agujeros en los que todos los países del mundo están incurriendo a la hora de gestionar la enfermedad aguda respiratoria originada en la ciudad china de Wuhan. ¿Y qué es una sindemia? Esta palabra, que en inglés nace de la fusión de sinergia y pandemia, fue acuñada en los años 90 por el médico antropólogo americano Merrill Singer, quien la caracterizó como una confluencia de enfermedades y factores sociales que agravan los efectos de cada patología en un escenario de emergencia sanitaria.
En su citado artículo, Horton defiende que estamos ante una sindemia, porque están interactuando dos categorías de enfermedades que ahondan la gravedad de la situación social y sanitaria mundial. Por un lado, la producida por el virus respiratorio SARS-CoV-2, que provoca el covid-19. Por otro, un grupo de patologías no contagiosas que complican la primera: hipertensión, obesidad, cáncer, diabetes, enfermedades respiratorias y cardiovasculares. A estos dos grupos de enfermedades en acción se suman las condiciones sociales de desigualdad patentes en las diferentes naciones, capaces de marcar de un modo más intenso del que se está teniendo en cuenta la evolución del coronavirus.
«La suma de estas enfermedades en el contexto de la desigualdad provoca el agravamiento de cada una de ellas por separado», escribe Horton. Esta visión más integral sí queda explicada y considerada en el concepto de una sindemia, «que requiere una aproximación con más matices» que los aplicados hasta ahora, similares a los de cualquier plaga histórica, denuncia. Desde esta nueva perspectiva, abordar el covid-19 implica abordar la diabetes, la hipertensión o el cáncer de un modo efectivo, y no sólo en los países más desarrollados.
En palabras de Merrill Singer de 2017, «la sindemia aporta una aproximación muy diferente desde la medicina clínica y las políticas de Salud Pública, más integrada, que demuestra que tratar estas enfermedades puede ser más exitoso que tratar de contener únicamente la epidemia o tratar a pacientes individualizados». Al hilo de esto, Horton argumenta que debería abordarse el tratamiento de este grupo de enfermedades no contagiosas que está interactuando en el mismo escenario que el covid-19 como pre-requisito para lograr la contención del mismo. Especialmente, cuando el número de personas con enfermedades crónicas de este tipo no deja de aumentar en el mundo.
Considerar la propagación del coronavirus como una sindemia, y no como una pandemia, supondría integrar en su tratamiento y gestión factores como la educación, el empleo, la vivienda, la alimentación y el medio ambiente. «A no ser que los gobiernos destinen inversiones a la lucha contra la desigualdad, nuestras sociedades nunca estarán protegidas contra el covid-19 al cien por cien», esgrime el editor de The Lancet.
«La consecuencia más importante de considerar el covid-19 como una sindemia implica subrayar su origen social», defiende Horton, poniendo la lupa sobre la vulnerabilidad que sufren las personas ancianas, minorías étnicas y trabajadores esenciales que, sin embargo, tienen bajos salarios y menor protección social. Esta realidad que ha emergido a lo largo de la crisis en todos los territorios del planeta apunta a una verdad aún no suficientemente reconocida, según el médico británico: «Sin importar cuán efectivo sea un tratamiento contra el covid-19 o una vacuna, la búsqueda de una solución puramente biomédica será un fracaso».
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