Miedo – El poder del mito

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Autor: Joseph Campbell

CAMPBELL: […]En determinado nivel de vida y estructura, los mitos ofrecen modelos de comportamiento. Pero los modelos tienen que ser adecuados al tiempo en que se está viviendo, y nuestro tiempo ha cambiado tan deprisa que lo que era adecuado cincuenta años atrás hay ya no lo es. Las virtudes del pasado son los vicios del presente. Y mucho de lo que se creía que eran los vicios del pasado son las necesidades de hoy. El orden moral tiene que ponerse a tono con las necesidades morales de la vida real en el tiempo, aquí y ahora. Y eso es lo que no estamos haciendo. Nuestras religiones pertenecen a otra edad, a otra gente, a otro conjunto de valores humanos, a otro universo. Retrocediendo no hacemos otra cosa que perder el ritmo de la historia. Nuestros hijos pierden su fe en las religiones que se les han enseñado, y pasan a un mundo propio.  

MOYERS: A veces con la ayuda de una droga.

CAMPBELL: Sí. Ahí tienes una experiencia mística inducida mecánicamente. He asistido a muchos congresos de psicología que se han ocupado de este problema tan importante de la diferencia entre la experiencia mística y el derrumbe psicológico. La diferencia es que el que se derrumba se está ahogando en el agua en la que el místico nada. Es preciso prepararse para esta experiencia.

MOYERS: Tú has hablado de la cultura del peyote, que emerge y se convierte en dominante entre los indios americanos, como una consecuencia de la pérdida del búfalo y de su antiguo modo de vida.

Todo el ritual reproduce a la perfección el tipo de experiencia que se asocia con el viaje interior, cuando se abandona el mundo externo para entrar en el reino de los seres espirituales. Identifican cada pequeño estadio con una transformación espiritual. Transitan un camino que es una vía sagrada.

MOYERS: ¿Por qué lo hacen de un modo tan complicado?

CAMPBELL: Bueno, tiene que ver con el hecho de que el peyote no solamente produce un efecto biológico, mecánico, químico, sino un efecto de transformación espiritual. Si uno sufre una transformación espiritual y no se ha preparado para esa experiencia, no sabe cómo evaluar lo que le ha pasado, y tiene la terrible experiencia de un “mal viaje”, como se lo llamaba con el LSD. Si sabes adonde vas, no tendrás un “mal viaje”.

MOYERS: Esa es la explicación de que se produzca una crisis psicológica si uno se hunde en el agua donde…  

CAMPBELL: …donde debería poder nadar, si lo hubieran preparado. Es cierto para la vida espiritual, al menos. La transformación de la conciencia es una experiencia aterradora. 

MOYERS: Hablas mucho de la conciencia.  

CAMPBELL: Sí.

MOYERS: ¿Cómo la definirías?

CAMPBELL: Es característico del pensamiento cartesiano el considerar la conciencia como algo específico en la cabeza, creer que la cabeza es el órgano donde se origina la conciencia. No es así. La cabeza es el órgano que tuerce la conciencia en cierta dirección, o con vistas a cierto conjunto de propósitos. Pero hay conciencia aquí, en el cuerpo. Todo el mundo viviente está informado por la conciencia.

Yo siento que la conciencia y la energía son lo mismo, de algún modo. Dondequiera que veas una auténtica energía vital, allí hay conciencia. Por cierto, el mundo vegetal es consciente. Y cuando vives en los bosques, como lo hice yo de niño, puedes ver a todas estas diferentes conciencias relacionándose. Hay una conciencia vegetal y hay una conciencia animal, y nosotros aunamos ambas. Si comes determinada comida, la bilis sabe si hay alguna sustancia en ella por la que tenga que salir a trabajar. Todo el proceso es conciencia. Tratar de interpretarlo en términos simplemente mecánicos no sirve.

MOYERS: Pero si en la idea del Edén hay esta inocencia, ¿qué sucede con ella?.¿No es destrozada, dominada y corrompida por el miedo?.

CAMPBELL: Así es. Hay una maravillosa historia de la deidad, del Yo que dijo “Yo soy”. Apenas lo dijo, sintió miedo.

MOYERS: ¿Por qué?

CAMPBELL: Porque ahora era una entidad en el tiempo. Entonces pensó: “De qué habría de tener miedo, si soy lo único que existe”. Y no bien lo hubo dicho, se sintió solo, y deseó que hubiera otro, y entonces sintió deseo. Se hinchó, se dividió en dos, se volvió macho y hembra y engendró el mundo.

El miedo es la primera experiencia del feto en el vientre materno. Hay un psiquiatra checoslovaco, Stanislav Grof, que ahora vive en California, que durante años trató a sus pacientes con LSD. Y descubrió que algunos de ellos reexperimentaron el nacimiento, y al hacerlo el primer estadio es el del feto en el vientre de la madre, sin ningún sentido del “yo” o del ser. Hasta que poco antes del nacimiento el ritmo del útero comienza, ¡y ahí  se manifiesta el terror!. El miedo es lo  primero, la cosa que dice “yo”. Después viene el difícil momento de nacer, el complicado pasaje por el canal, y después… ¡Santo Dios! ¡La luz! ¿Te imaginas? Es increíble que el proceso repita exactamente lo que dice el mito: el yo dice “YO SOY” e inmediatamente siente miedo. Y después cuando comprende que está solo, siente deseo de otro y se vuelve dos: esto es la irrupción en el mundo de la luz y los pares de opuestos.

Autor: Joseph Campbell



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