Últimamente ha habido mayor interés en la habilidad potencial de los olores ambientales de influenciar el comportamiento. Desde el uso de aromas para atraer clientes a los negocios comerciales hasta la manipulación del comportamiento de los consumidores, la evidencia experimental indica que el olor ambiental tiene la habilidad de alterar el comportamiento, aunque la naturaleza de esta alteración depende del comportamiento observado, el tipo de olor usado y el sistema usado para presentar el olor.
La evidencia experimental sugiere que cuando la estimulación olfatoria es efectiva, esta efectividad depende de la interacción compleja del odorante, las características de la personalidad y la manipulación experimental. La memoria para el olor es resistente al paso del tiempo, fácilmente accesible y tiende a ser caracterizada por un alto nivel de emociones y claridad. En un experimento, los sujetos aprendieron y recordaron antónimos o en la presencia de olor a chocolate, en un ambiente libre de olores, o siguiendo instrucciones de imaginar y pensar en el olor. La memoria fue superior en la condición de olor a chocolate, comparado con las condiciones de falta de olores. En otros experimentos, la memoria fue superior en el caso de presentación del mismo olor durante el aprendizaje y recuerdo.
Los experimentos que examinaron el efecto directo de los olores sobre las tareas cognitivas han producido resultados mixtos. Aunque se han reportado efectos negativos y algunas tareas, como tomar riesgos, altruismo y tareas optimistas, ciertos ejercicios de memoria y tareas creativas, parecen ser inmunes a los efectos de la estimulación olfatoria. Se han notado mejoras en tareas de reconocimiento de fotografías, formación de anagramas y construcción de palabras luego de la exposición a los olores.
Fuente. RSA Lecture (Marzo 3, 1999)