– 22.04.2002 –
¿Qué es el ser humano? He aquí una pregunta tan antigua como el mundo. Hace muchos años, los filósofos y los teólogos crecían haber encontrado la mayoría de las respuestas. Pero las investigaciones tecnológicas y científicas comenzaron a sembrar dudas sobre la validez de las explicaciones hasta entonces consideradas evidentes.
Artistas de vanguardia y tecnólogos avanzan hoy la idea de que los impactos de la tecnología se extienden más allá de las máquinas, de las ventajas e incluso de las innovaciones y definen incluso esta era como “posthumanista.“
En el pasado, los filósofos miraban al cielo, la tierra y sus cuerpos y creían tener en sus manos las informaciones necesarias para forjar una visión del mundo. Durante el último siglo, sin embargo, la tecnología ha exacerbado la capacidad de nuestros sentidos. La luz no es ya el único instrumento del que disponen los científicos para estudiar el universo, sino que utilizan también los infrarrojos, los ultravioletas, las micro ondas, las ondas de radio y otras herramientas.
Esta habilidad multiplicada de ver el universo constituye a la vez un monumento al ingenio humano y a su curiosidad, así como una afrenta a nuestra certeza epistemológica. ¿Qué es el universo real? ¿Cómo sabemos que realmente sabemos? Este es el típico ejemplo de un dominio en el que las innovaciones tecnológicas tienen profundas implicaciones filosóficas.
Imaginería sorprendente
En la actualidad, las tecnologías no se limitan ya a escrutar el cielo. También se orientan a observar también nuestros cuerpos e incluso el mundo sensible que nos rodea. Los esfuerzos concertados en genética han hecho posible hoy el establecimiento de la secuencia del genoma humano y nos han permitido comenzar a comprender de qué manera nuestros genes determinan a la vez nuestros componentes físicos y psicológicos.
Los investigadores han imaginado también sistemas de imaginería capaces de observar el interior del cuerpo humano a través de los ultrasonidos, la imaginería de resonancia magnética (MRI), el PET-Scan (positrón emisión tomografía) o el EKG (brain wave monitorign). Cada uno de estos instrumentos revela cosas sobre lo que siempre se ha considerado como el gran misterio del cuerpo humano.
¿Por qué el oro, el cristal o la pólvora tienen las propiedades que les caracterizan? Hoy, los científicos comienzan a comprender la estructura de la materia de una forma sin precedentes. Los más optimistas creen que estos desarrollos no se limitarán a una mayor comprensión. Más allá de estos nuevos conocimientos, se desarrollará un gran poder que permitirá actuar a la vez sobre nuestros cuerpos y sobre la materia.
Esta nueva habilidad de trascender lo que hasta ahora determinaba los límites de lo humano es una de las razones por las que este período se llama “posthumanista.” Los investigadores de la nanotecnología creen incluso que seremos eventualmente capaces de “crear” todo aquello que queramos edificando nuevos materiales, átomo por átomo.
Controlar el cerebro
Por su parte, los biólogos creen que estaremos en condiciones, aunque con ciertos límites, de seleccionar algunos aspectos particulares de las personas como la inteligencia, la fuerza y la longevidad. Otros pretenden que podremos controlar y aún multiplicar las capacidades de nuestro cerebro, como otras habilidades de nuestro cuerpo y en una medida todavía difícil de imaginar.
Las tecnologías digitales hacen retroceder también los límites tradicionales del tiempo y del espacio. Los mensajes necesitaban días, hasta hace poco, para llegar a sus destinatarios. La única forma de visitar un sitio consistía en desplazarse hasta allí físicamente. Pero los avances tecnológicos han remontado estos antiguos límites.
Las primeras experiencias en tele conferencia se han convertido en acontecimientos ridículos en los que los interlocutores abandonaban la sala asustados por una presencia vagamente fantasmagórica. Las más recientes investigaciones han permitido añadir imágenes en tres dimensiones y un sonido finalmente sincronizado.
Nuevas investigaciones trabajan en la actualidad en la incorporación de sensores y captadores cinemáticos que permitirán tocar físicamente, gracias a un “tocador”, las personas y los objetos de lugares lejanos. A través de mandos robotizados, podremos asimismo actuar al mismo tiempo en lugares distantes entre sí, por lo que los límites que se creían inherentes a la condición humana serán por fin superados.
Tiempos fascinantes
Vivimos tiempos fascinantes, llenos de promesas, pero que nos hacen pensar. Nuestra ética, ¿está en condiciones de seguir el ritmo de nuestras proezas tecnológicas? ¿Somos lo suficientemente brillantes como para seleccionar las características de nuestros hijos? ¿Tenemos la madurez necesaria para vivir hasta los 150 años? ¿Estamos en condiciones de asumir las verdaderas implicaciones que permite la posibilidad de controlar las zonas del cerebro que rigen el placer o el dolor?
Los teóricos culturales nos han señalado lo fácil que resulta ser seducidos por la retórica del progreso. Destacan que ciertas innovaciones son apoyadas sólo con la finalidad de reforzar algunos modelos sociológicos o económicos existentes. Estas investigaciones se realizan, en consecuencia, no en función del bien que representa un conocimiento creciente o la expansión de las posibilidades humanas, sino sobre todo en razón del control y la explotación comercial.
Las investigaciones que no resultan rentables sencillamente no se realizan. Por ejemplo, se ha precipitado deliberadamente el desarrollo de medicamentos psiquiátricos como el Prozac en detrimento de otras prioridades, en razón principalmente de su potencial económico. De la misma forma, las investigaciones en genética y sobre el envejecimiento encuentran eco en algunos individuos porque ven en ellas la promesa de nuevas industrias, como el control de la reproducción.
Sin embargo, parece claro que las investigaciones científicas y tecnológicas no pueden ignorar por más tiempo las fronteras éticas. Es primordial que una amplia capa de la población, incluidas las personas asociadas a las artes y las ciencias humanas, se haga oír y fije sus prioridades, especialmente después de que hayamos franqueado el primer paso que nos permite entrar plenamente en la era “posthumanista”.
Cambio de mentalidad
Nuestro siglo será el de la investigación. Nuestras vidas han cambiado radicalmente por los resultados derivados de la investigación científica y tecnológica. Desde el ocio al trabajo, nuestras vidas se han llenado de nuevos aparatos y han sido reformuladas una y otra vez por los nuevos conocimientos. En dos palabras, la investigación ha cambiado la mayor parte de los conceptos básicos que teníamos como verdaderos sobre el origen del universo, la naturaleza de la vida, del tiempo y del espacio, de toda la humanidad.
Y todavía no hemos recolectado todas las promesas que contienen estas investigaciones. Muchos las ven como un aspecto aislado reservado a los especialistas. Es cierto que estas ideas son generalmente mal comprendidas por la gente debido a que son muy diferentes de las que han viajado con la literatura, la política o la filosofía. Pero sus implicaciones sobre la vida y el pensamiento son tan profundas que no pueden ser dejadas solamente en manos de los científicos. La ciencia y la tecnología deben estar presentes en el discurso general, al igual que su comprensión.
La agenda de la investigación puede determinar el futuro. Por ejemplo, los investigadores que desarrollan un sistema informático dotado de ubicuidad (fabricando objetos inteligentes conscientes de su entorno), trabajan sobre proyectos que van más allá de la simple novedad. Transforman la relación primordial que une al hombre con los objetos inanimados. La forma en que estas investigaciones se desarrollen constituirá pronto una parte crucial de nuestra herencia cultural.
Las decisiones que se adopten como consecuencia de estas investigaciones, deben apoyarse en una amplia participación de todos los que evolucionan al margen de la ciencia. Los sociólogos y los historiadores saben bien que la suerte reservada a algunas ideas no depende sólo de la determinación desinteresada que caracteriza su fuerza. Las disciplinas académicas rigen las fronteras de sus respectivos paradigmas controlando la publicidad y los fondos. Los disidentes son sancionados si violan los límites. Las ideas no conformistas son aplastadas.
Investigación encuadrada
El mundo de la innovación tecnológica está también rigurosamente encuadrado. He visto maravillosas ideas de investigación abandonadas. La participación de individuos procedentes de diversas disciplinas que evolucionan fuera de la ciencia (como las artes, las ciencias humanas y las ciencias sociales), puede ayudar a asegurar que las ideas aceptadas para la investigación abarquen una perspectiva lo más amplia posible.
Algunos podrían creer que ya existe una amplia participación de los ciudadanos a través de los comités de revisión o las críticas académicas. Pero pienso en algo más fundamental que el recurso a prácticas dinámicas salidas de diferentes dominios.
Afortunadamente, hay signos que permiten creer que esto comienza a producirse. Las artes han observado desde cerca la frontera cultural. Cuando esta frontera se ha hecho científica y tecnológica, las artes han perdido temporalmente su camino. Hoy reclaman el papel de centinela que les corresponde naturalmente, apoyadas por la demostración que realizan de todas las posibilidades que existen más allá de los confines de la ciencia y de la genética.
Los artistas exponen su propia agenda científica y su laboratorio por todo el mundo. Hacen avanzar el conocimiento científico creando innovaciones tecnológicas a través de investigaciones no utilitarias que persiguen la finalidad de la expresión personal, el comentario social o la simple curiosidad.
Danza en estado pesado
Algunos ejemplos incluyen esculturas hechas a partir de células de tallos florales, de bacterias genéticamente modificadas en las que se ha incluido un texto, de nuevos tipos de plantas que extraen las toxinas de los jardines públicos, de registros realizados en el interior del estómago, de música controlada por las ondas del cerebro, de proezas que tienen por acción las misteriosas transformaciones del plasma, la audición de ondas sísmicas amplificadas, la danza en estado pesado, formas de vida artificial que evolucionan y se multiplican en la Net, criaturas artificiales digitalizadas que pueden reconocer una emoción en función del tono de voz, robots que hacen acrobacias, películas que pueden seguir la posición de espectador, sus gestos, si identidad, y así sucesivamente.
De esta forma se aprecia que si conseguimos superar las dificultades, las recompensas serán grandes. Nuestra cultura no puede en efecto sino enriquecerse con estas nuevas vías abiertas por la investigación. Y los investigadores a su vez serán recompensados porque la presente mistificación del público, al igual que su hostilidad y su desconfianza tradicional hacia la ciencia, darán paso a un nuevo apoyo.
Stephen Wilson es Profesor de Arte de la Universidad de San Francisco (USA). Artista y sociólogo, explora el impacto cultural de los nuevos media con el arte. Es autor del libro “Information Arts: Intersections of Art, Science, and Technology”, disponible en: http://userwww.sfsu.edu/~swilson/book/infoartsbook.html