AUTOR: MALEN RUIZ DE ELVIRA
Que el centro de la Tierra es un lugar sumamente activo y difícilmente imaginable incluso para Julio Verne no plantea dudas a estas alturas de la historia del conocimiento. La variabilidad del campo magnético terrestre, que emana de y está condicionado por lo que sucede a esas profundidades siempre ha existido pero solo recientemente se ha podido registrar y estudiar históricamente.
Por eso los geocientíficos saben que ahora el polo Norte magnético, que no coincide con el fijo Norte geográfico, está desplazándose, y en línea recta,a una velocidad mucho mayor que hace solo 30 años y algunos incluso creen saber a qué se debe.
Para eso se basan en los datos suministrados por satélites, especialmente en una constelación llamada Swarm, de la Agencia Europea del Espacio (ESA) que también está estudiando otro misterio similar, el debilitamiento del campo magnético terrestre sobre una amplia zona del Atlántico Sur. Ninguno de estos fenómenos se considera peligroso para la vida en la Tierra, que el campo magnético terrestre protege, pero sí afecta a los satélites GPS y consiguientemente a la navegación en barcos, teléfonos móviles y otros dispositivos.
La Tierra se modela como un dipolo magnético, y su polo Norte, que se ubicaba sobre el Ártico canadiense y se movía ligeramente sin rumbo concreto, ahora se ha acercado mucho al polo Norte geográfico y se dirige aceleradamente hacia Siberia. La razón tiene que estar obligatoriamente en lo que pasa entre la capa exterior del núcleo del planeta, que es básicamente hierro líquido supercaliente que se mueve alrededor del núcleo interno, y el manto que la rodea.
La posición del polo Norte magnético la determina el equilibrio entre dos grandes lóbulos de flujo magnético negativo, a mucha profundidad por debajo de Canadá y de Siberia, indican los científicos en la revista Nature Geoscience.
En los últimos años, cambios en el flujo del núcleo han alargado el lóbulo canadiense, debilitando su firma magnética en la superficie y de ahí el espectacular desplazamiento hacia el otro lóbulo. La predicción es que este fenómeno continúe durante los próximos decenios y el polo Norte magnético recorra entre 390 y 660 kilómetros más. Sin embargo, dice Phil Livermore, de la Universidad de Leeds, «dado que la situación del polo está controlada por este delicado equilibrio entre los lóbulos canadiense y siberiano, bastaría un pequeño ajuste del campo magnético en el núcleo para mandar el polo de vuelta a Canadá».
Recuerda el equipo dirigido por Matthew Bayliff, de la misma universidad, que desde que se midió por primera vez en 1831, el polo Norte magnético se ha ido moviendo muy despacio. Sin embargo, a partir de 1990 la velocidad de desplazamiento empezó a aumentar y ahora varía entre los 50 y los 60 kilómetros por año. En octubre de 2017 el polo cruzó el meridiano del cambio de fecha y se acercó a solo 390 kilómetros del polo Norte geográfico. Esta variación motivó una inédita modificación del Modelo Magnético Mundial antes del plazo establecido para salvaguardar la capacidad de navegación por satélite.
El Atántico Sur
La anomalía del Atlántico Sur, que es el otro llamativo fenómeno estudiado, se caracteriza por un progresivo debilitamiento del campo magnético en una superficie que abarca de Sudamérica a África. Lo que se observa últimamente es que, además de trasladarse hacia el oeste, esta anomalía parece estar dividiéndose en dos, algo que el modelo del dipolo magnético no explica, por cierto.
Este debilitamiento sí afecta directamente a los satélites y naves espaciales cuando pasan sobre la zona, incluso en órbita baja, porque permite que les lleguen partículas cargadas, que en zonas normales frena el campo magnético terrestre. La consecuencia son más fallos técnicos y algún espectáculo inesperado para los astronautas.
Aunque, como recuerda la ESA, una hipótesis es que esta anomalía indica una inminente inversión de los polos Norte y Sur, no parece el caso porque el debilitamiento entra todavía en lo que se consideran niveles de fluctuación normales. Tampoco sería la primera vez, ni mucho menos. Los polos Norte y Sur magnéticos han intercambiado de forma bastante rápida sus posiciones muchas veces en los miles de millones de años de existencia de la Tierra, la última hace 770.000 años, pero el hombre no estaba ahí para detectarlo, o quizás sufrirlo.