La vida del genio tecnológico al que le robaban los inventos

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La carta de recomendación que el prometedor ingeniero le entregó a Thomas Alva Edison era muy concisa y concreta. Solo decía: «Conozco a dos grandes hombres que pueden llamarse genios. Uno es usted. El otro, el joven portador de esta carta». La había escrito en París un tal Charles Batchelor, mentor del muchacho que entregó esa misiva: un tal Nikola Tesla.

Este genio nació en Smiljan, un diminuto pueblo de 400 habitantes en el centro de Croacia , que solo es famoso porque él nació allí, el 10 de julio de 1856. A los 17 años enfermó muy gravemente de cólera y fue ahí que su padre le prometió: «Si te recuperás, te voy a mandar a la mejor escuela de ingeniería». Él se curó y su padre lo envió a la Universidad Politécnica de Graz, en Austria . Fue justo en esa escuela donde comenzó a germinar la idea que marcaría su vida: idear una forma para que la energía gratuita llegase a todo el mundo.

Su gran inteligencia pronto lo hizo escalar. Dio el salto desde Graz hasta Viena, donde trabajó en la Compañía Nacional Telefónica en 1881, para terminar su periplo europeo en París, donde encontró trabajo en la Compañía Edison. Desde la capital francesa emprendió su viaje transoceánico hasta Nueva York en 1884. Fue directo a lo de Edison, al que le entregó la famosa carta de recomendación, sin saber lo que ésta contenía. Fue contratado en el acto.

No tardó mucho en enfrascarse en una guerra con su jefe. Se han escrito miles de páginas sobre este tema y hasta se hizo un documental sobre » La guerra de las corrientes«, pero en resumen lo que sucedió fue lo siguiente: Edison era partidario de la corriente continua y Tesla defendía la corriente alterna, que es la que se usa hasta hoy en día. La idea de Tesla era mejor y el tiempo le dio la razón, pero mientras tanto tuvo que soportar muchas humillaciones y estafas por parte de Edison.

Finalmente, se fue de la empresa de Edison e instaló su propio laboratorio. Poco a poco se fueron materializando sus «predicciones» y logró algunas pequeñas victorias. Por ejemplo, las de 1893. Aquel año, la Feria Internacional de Chicago tenía a la electricidad como hilo conductor y el sistema que se eligió para iluminarla fue el de corriente alterna. Meses después, un comité de expertos debía decidir con qué sistema se iba a aprovechar el potencial hidroeléctrico de las Cataratas del Niágara. ¿Cuál ganó? La corriente alterna.

Tras los éxitos cosechados por la corriente alterna durante los años anteriores, Tesla se decidió a apostar de lleno por su gran sueño: lograr energía y comunicaciones inalámbricas. Para eso se embarcó en la construcción de la Torre Wardenclyffe, una especie de «Ciudad de la Radio» que creía posible gracias precisamente a la implantación del Sistema Inalámbrico Mundial de Tesla (muchos, no sin cierta exageración, pretenden ver en esto una idea de lo que casi un siglo después fue Internet).

Pero ese fracaso no le quita mérito a la obra de Tesla. A lo largo de su vida, el brillante ingeniero, físico e inventor, creó o sentó las bases para: el motor de corriente alterna, la radio, la resonancia magnética, el radar, el submarino eléctrico, la lámpara de pastilla de carbono, los rayos X, la bobina de Tesla, la transferencia inalámbrica de energía, el control remoto, la extracción de energía de la tierra en grandes cantidades, el microscopio electrónico y los sistemas de propulsión de medios electromagnéticos, sin partes móviles, entre otros de sus 309 inventos. Pero. nunca pudo disfrutar del éxito en su trabajo.

Jamás fue reconocido. Fue tildado de excéntrico y loco por sus enemigos, muchas veces por envidia, como en el caso de Edison. Además, tiene el triste récord de ser el hombre al que más le robaron patentes. Es decir, prácticamente ninguno de sus inventos lleva su nombre. Por ejemplo, Edison fue proclamado padre de la electricidad, y Marconi, inventor de la radio. Pero ambos, sin Tesla, no hubiesen sido nada. Especialmente Marconi, qué utilizó 17 patentes de Tesla para su primera retransmisión en 1901, atribuyéndose el mérito sin citar a Nikola.

De más está decir que, no solo le robaron la gloria, sino que también el dinero que esa gloria le podría haber llegado a redituar. Y, por supuesto, no le dejaron pasar por alto su gran fracaso: la mencionada Torre Wardenclyfe. Boicoteado por los grandes poderes sectoriales del momento, dejó de recibir fondos para financiar su proyecto y este se derrumbó totalmente en 1917.

En una nota publicada en este diario, el 5 de enero de 2017, Branimir Jovanovic, director del Museo Tesla de Belgrado, habló así sobre este prodigio: «Descendía de una antigua familia serbia que vivía sobre la frontera con Austria en un período muy difícil. Su padre era sacerdote y su tío, oficial… Era un genio, tenía ideas fantásticas. No tuvo inmuebles, familia, esposa, hijos, nada, excepto sus inventos. Hasta ahora se cuenta con registros de 309 patentes que le pertenecen, de las cuales 112 fueron las originales, hechas en los Estados Unidos, y las demás son las así llamadas «analógicas», registradas en el resto del mundo».

En sus últimos años se lo solía ver solo y desaliñado dando vueltas por el Central Park. Murió sólo y abandonado en una triste habitación de un hotel neoyorkino, a los 86 años. Fue encontrado por la mujer que limpiaba el cuarto, solo rodeado por las únicas amigas que le quedaban, las palomas. Tras su muerte, ocurrida el 7 de enero de 1943, se intensificó la campaña para borrar su nombre de la historia y atribuir sus éxitos a otros, así como centrar su recuerdo solo en su carácter excéntrico.

Años después de su muerte, Tesla fue objeto de una reivindicación que llega hasta estos días. Se erigieron varias estatuas en su honor, en Nueva York y Smiljan, pero también en Belgrado (ya que los serbios lo reclaman como propio y hasta le pusieron su nombre al aeropuerto de Belgrado). Pero esa es otra historia, de la que ya no puede disfrutar «el hombre que cambió el mundo», el mismo que también fue inmortalizado como «el genio al que le robaban los inventos».

Fuente: Diario La Nación


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