Autor: Mauricio Maeterlinck
“Cuanto más atractivo tienen para mí las maravillas de la Naturaleza, menos tentado me siento a modificarlas con ensueños de la imaginación”.
…En las ciencias no hay jerarquías. La mirmecología es una de aquéllas, y de las que más cerca siguen los límites más sutiles de los problemas más trágicos y más desconsoladores. Desde cierto punto de vista, el más humilde hormiguero, abreviado por nuestros propios destinos, es más interesante que el más formidable conjunto globular de nebulosas extragalácticas en el que bullen millones de mundos, miles de veces mayores que nuestro Sol. El hormiguero nos ayudará más pronto y más eficazmente a descifrar el pensamiento y la intención oculta de la Naturaleza y algunos de sus secretos , que, en la Tierra y en el Cielo son en todos los casos idénticos.
Para que nos interesen cuanto es debido y necesario esas vidas, que no están en nuestra escala , supongamos que se trata de la historia de una raza prehumana que hubiera existido en la Tierra miles de millones de años antes que nosotros. Nada nos revela que no las haya habido como tampoco nos afirma ningún síntoma que no haya de surgir una raza poshumana miles o millones de años después de que desaparezca la nuestra. En la infinitud del tiempo , el pasado y el porvenir son intercambiables
El hormiguero debe ser considerado como un individuo único cuyas células (al contrario como lo que ocurre con las de nuestro cuerpo que tiene sesenta trillones aproximadamente ) no están aglomeradas, sino, disociadas, diseminadas, exteriorizadas, sin dejar de permanecer sometidas , a pesar de su aparente independencia, a la misma ley central. También es posible q ue se descubra cualquier día una red de relaciones electromagnéticas, etéreas o psíquicas de las cuales apenas si tenemos una muy vaga noción.
Por lo demás, examinando más las cosas de cerca, nuestros sesenta trillones de células, aunque encerradas en nuestro cuerpo , están, relativamente tan diseminadas como los millares de abejas, de termes o de hormigas cuando salen de sus viviendas .Las distancias entre nuestras células son proporcionadas a su tamaño o por lo menos al tamaño de los electrones que forman su alma…
Somos solamente un ser colectivo, una colonia de células sociales, pero ignoramos quién manda ,dirige, reglamenta y armoniza la actividad prodigiosamente compleja y diseminada de nuestra vida orgánica, base de una manifestación accesoria, tardía, precaria y efímera. Si no conocemos y no vemos nuestro propio misterio ,que parece saltarnos a la vista ¿ cómo hemos de confiar en descubrir el gran misterio análogo que se oculta en las colonias de los insectos sociales?
Autor: Mauricio Maeterlinck