Fuente: Lisa News
El narcoterrorismo representa uno de los principales desafíos para la seguridad global y, desde el siglo XIX, impacta de diferentes formas y proporciones en todos los países y regiones del mundo. En este artículo el profesor del Curso de Experto en Análisis e Investigación del Narcoterrorismo de LISA Institute, Raúl González, explica cómo el narcoterrorismo se desarrolla como una estrategia híbrida ofreciendo ejemplos concretos desde las guerras del opio, pasando por las FARC y ETA en la década de los sesenta, hasta cómo hoy los grupos Hezbolá, ISIS y Hamás tienen fuertes conexiones con grupos delictivos narcotraficantes en toda América Latina.
Narcoterrorismo: una amenaza permanente
El narcoterrorismo representa uno de los principales desafíos para la seguridad global, ya que tiene la capacidad de impactar en diferentes formas y proporciones a todos los países y regiones del mundo, más allá de las consecuencias que se generan en los territorios en los que estas acciones delictivas se ejecutan directamente.
El narcoterrorismo es considerado como una estrategia de guerra híbrida en la que se emplean tanto la violencia como la corrupción para alcanzar alguno o varios objetivos. Entre esos objetivos cabe mencionar el control territorial, la financiación de actividades terroristas, la desestabilización y la subversión del Estado de Derecho.
La vinculación entre los flagelos del tráfico ilícito de drogas y el terrorismo ha tenido un impacto significativo en la comunidad internacional. Esta relación se fundamenta en la simbiosis entre organizaciones terroristas y grupos delictivos organizados implicados en el narcotráfico. Las primeras se benefician de ingentes recursos provenientes del tráfico ilícito de drogas para financiar sus actividades y extender su influencia. En el caso de los narcotraficantes, aprovechan la violencia y la corrupción para mantener su poder y expandirse.
Las implicaciones de este fenómeno son supremamente graves para la seguridad internacional. El conjunto de sus acciones tiene el potencial de generar inestabilidad política, social y económica. También puede trascender los territorios afectados directamente por la violencia generada, con consecuencias que van más allá de la propia acción delictiva.
Su impacto es tan amplio que sus efectos incluso pueden terminar afectando gravemente a las relaciones diplomáticas entre los países. Son capaces de generar brechas en las economías a distintas escalas, causando o agravando problemas sociales de diversa índole y convirtiéndose en una fuente inagotable de violencia y corrupción.
Adicionalmente, fundamentándose en la tríada del poder económico de las ganancias ilícitas del narcotráfico, el impacto de las acciones terroristas y el tráfico de armas que se combinan con otras acciones delictivas organizadas, el narcoterrorismo también promueve conflictos de diversas dimensiones y es capaz de prolongarlos por amplios períodos.
Aunque ha estado presente en la agenda internacional durante décadas, la multiplicidad de factores y variables que se involucran (políticos, sociales, culturales y económicos), tienen una fuerte incidencia en la forma en la que Gobiernos, instituciones, organismos internacionales y la sociedad en general percibe y afronta esta problemática. Por este motivo no ha sido posible desarrollar una definición de narcoterrorismo que sea globalmente aceptada y por el que se genera una dinámica de cambio a una velocidad muy grande, respecto a su reconocimiento y tratamiento.
¿Cuál es el origen del narcoterrorismo?
Los orígenes de narcoterrorismo son inciertos. Sin embargo, y a pesar de las diferencias con respecto a las guerras del opio, podríamos considerarlas como sus precursores. Sobre todo, en función del análisis crítico de sus causas, consecuencias, impacto y elementos característicos.
Precisamos en primer lugar, que en ambos resaltan la complejidad de abordar este tipo de conflictos. Son situaciones en las que convergen la relación que existe entre las drogas y su impacto en las dinámicas políticas, sociales y económicas. Por lo tanto, terminan afectando gravemente la estabilidad interna de los países y las relaciones internacionales.
Las guerras del opio, ocurrieron durante el siglo XIX (entre 1839 y 1860) y tuvieron como principales protagonistas a China y al Reino Unido. La introducción de ingentes cantidades de opio (incluso en contrabando) hacia China permitían al Reino Unido reducir el déficit fiscal. Un déficit que se produjo con motivo de la alta demanda de productos chinos (té, seda y porcelana), además de generar recursos para financiar la guerra con India. Por otra parte, el consumo excesivo de opio de la población fue un factor desestabilizador interno que contribuyó a la debilitación de la dinastía china.
Estas guerras tuvieron de las implicaciones importantes en la geopolítica internacional, afectando en primera instancia las relaciones entre Europa y Asia. Los efectos de la comercialización del opio (lícita e ilícita), generaron posteriormente las bases para la implementación del sistema de fiscalización internacional de drogas que se aplica a nivel mundial. Por otra parte, el narcoterrorismo, incluye una gama amplia y variada de acciones delictivas, que han venido desarrollándose y evolucionando conforme a los cambios que impusieron en el espectro internacional la primera y la segunda guerra mundial.
Es así como en múltiples informes oficiales se refiere que, desde mediados de la década de los 50 en el siglo XX, se utilizaron estrategias no convencionales por parte de China y de la Unión Soviética en contra de países occidentales, que incorporaban el narcotráfico como forma de guerra química y fuente de financiamiento de movimientos subversivos.
Expansión internacional del narcoterrorismo: de las FARC en Colombia a ETA en España
A partir de la década de 1960, grupos guerrilleros y subversivos en América Latina comenzaron a financiar sus actividades a través del narcoterrorismo. Así, se involucraban y establecían relaciones con organizaciones criminales dedicadas al tráfico ilícito de drogas. Estos les brindaban protección a cambio de recursos que les permitían avanzar en sus objetivos.
En la década de 1970 las organizaciones narcotraficantes comenzaron a establecer redes internacionales de tráfico de drogas, principalmente cocaína, hacia los Estados Unidos y Europa. De esta forma, en la década de 1980, se fortalecieron y expandieron grupos guerrilleros. Alguno de los ejemplos más destacables son las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Colombia y el Sendero Luminoso en Perú. Ambas organizaciones utilizaron los ingresos del narcotráfico para financiar sus actividades terroristas. Entre ellas, destacan los secuestros, asesinatos, extorsiones y otros actos violentos para avanzar en sus objetivos políticos y económicos.
En paralelo, el narcoterrorismo se extendió más allá de América Latina. En Europa, los grupos de la mafia utilizaban la violencia y estrategias terroristas para proteger sus operaciones de tráfico de drogas. Con ello, buscaban extorsionar a las empresas locales y para ejercer presión sobre los operadores del sistema judicial.
En España, organizaciones como Euskadi Ta Askatasuna (ETA) tenía como principales fuentes de financiación la extorsión y otros medios ilegales. Además, recibieron dinero de parte de traficantes de droga gallegos para la financiación de sus actividades a cambio de protección y apoyo en la introducción de grandes cantidades de droga por la zona norte del país ibérico.
Adicionalmente, se ha documentado ampliamente que la ETA asesoró a Pablo Escobar, Capo del Cártel de Medellín, en la ejecución de tácticas terroristas contra Colombia. Todo ello, en el marco de lucha contra la extradición de narcotraficantes hacia los Estados Unidos de América. Además, tuvo una vinculación demostrada por muchos años con la extinta organización narcoterrorista colombiana FARC.
Las conexiones con el narcotráfico de los grupos yihadistas
A medida que las organizaciones narcotraficantes y los grupos guerrilleros se volvieron más poderosos y sofisticados, su capacidad para influir en la política y la economía de sus países de origen también creció. Muchos políticos y funcionarios públicos fueron sobornados o amenazados por estos grupos, y la corrupción se extendió por muchos niveles del Gobierno y la sociedad.
A partir de 1990, se expandió el narcoterrorismo a través de la conexión entre las organizaciones terroristas islámicas y los grupos delictivos dedicados al narcotráfico. Los talibanes en Afganistán, por ejemplo, se involucraron en el tráfico de opio para financiar sus actividades terroristas. A partir de los atentados del 11-S de 2001, se intensificaron estas conexiones. Con ello, aparecieron en la escena pública otras organizaciones terroristas como Al Qaeda (vinculada a los talibanes) o el Estado Islámico (ISIS), entre otras.
En la actualidad, diversos grupos terroristas, entre ellos Hezbolá, ISIS y Hamás tienen fuertes conexiones con grupos delictivos narcotraficantes en toda América Latina. Participan directamente en actividades del tráfico ilícito de drogas, reciben financiamiento por asesoramiento a narcotraficantes en tácticas terroristas y trabajan conjuntamente en otras actividades ilegales como la minería y la explotación de recursos naturales.
Para ilustrar esta última afirmación, nos referiremos al caso específico de Hamás. Algunos expertos afirman que tiene vínculos demostrados con el Cartel de Sinaloa, en los que ambas organizaciones se benefician. Hamás habría asesorado al Cartel de Sinaloa en la construcción de túneles en la frontera con Estados Unidos (similares en estructura a los que construyó Hamás para superar las barreras con Israel en Gaza).
Además, Hamás proporciona protección a cargamentos de metanfetaminas que atraviesan o tienen como destino Oriente Medio para este Cártel mexicano, de quien recibe dinero proveniente del narcotráfico para sostenerse y también para financiar atentados terroristas y conflictos como el que actualmente se lleva a cabo en la franja de Gaza.
Otros casos de narcoterrorismo a nivel internacional
La mafia italiana todavía tiene un papel en el tráfico de drogas en Europa y ha sido acusada de tener vínculos con organizaciones criminales en América Latina. Aun así, el uso de la violencia ha disminuido (sin dejar de ser un vector para ejercer influencia), siendo reemplazada en gran medida por la disuasión a través de la corrupción y por la participación en la esfera política.
En América Latina, organizaciones delictivas dedicadas al tráfico ilícito de drogas de diferentes orígenes, tamaño y alcance; continúan empleando tácticas terroristas que generan migraciones forzadas, desapariciones y homicidios. Un ejemplo fue el asesinato de un candidato presidencial en Ecuador o el de un Fiscal Antidrogas de Paraguay. Los homicidios son equiparables con las acciones violentas de antaño que acapararon la atención mundial, como fueron los notorios casos de los asesinatos de candidatos presidenciales, ministros y directores de prensa en Colombia, así como de magistrados en Italia.
Los señalamientos de las autoridades de los Estados Unidos de América a China y a México, de ser responsables en gran medida de la problemática que afecta a su población en varias ciudades por el abuso en el consumo de fentanilo, acusando de usar esto como una estrategia para desestabilizar el orden interno y la salud en ese país; tienen también grandes similitudes con los acontecimientos que desencadenaron en las guerras del opio y que involucraron a China, Reino Unido e India.
Estas son demostraciones fehacientes de las dimensiones y del impacto que tiene el narcoterrorismo en la seguridad global, así como en las relaciones internacionales, en la salubridad pública y en el comportamiento de los mercados económicos y financieros. También pone de relieve la peligrosidad implícita en la acción silente pero continuada de este fenómeno.
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