Ignacio Polti es de Pergamino, Buenos Aires, pero atiende el teléfono y se encuentra a más de 12.000 kilómetros de su casa, a casi 500 kilómetros del Círculo Polar Ártico, trabajando junto a dos premios Nobel de Medicina en la ciudad de Trondheim, Noruega . Él se fue a estudiar cómo las personas perciben el paso del tiempo a un lugar que en invierno hay cuatro horas de luz por día y en verano, la noche no es más que una construcción artificial hecha de persianas y black out. A raíz de esta investigación intenta lograr la detección temprana del Alzheimer.
Tiene 30 años. Estudió Psicología y Biología en la Universidad de Buenos Aires (UBA) . «Hacía las dos carreras en paralelo, hasta que me recibí de psicólogo. Siempre quise dedicarme a la investigación de las neurociencias, así que fui ayudante de una cátedra y entré a trabajar en un laboratorio», cuenta Polti. Su padre es ingeniero agrónomo y su madre es inspectora de educación inicial.
En 2014 se fue a Francia porque los estudios que quería cursar no estaban disponibles en la Argentina. Se postuló para una maestría en Ciencias Cognitivas, que es la integración de ciencias de la computación, psicología, filosofía, lingüística, entre otras, aplicadas al estudio de la mente. En la École Normale Supérieure, en París, había 30 vacantes para postulantes de todo el mundo y quedó seleccionado. Si bien en 2016 volvió al país durante un breve lapso, Polti decidió continuar su formación e investigaciones en el exterior.
Actualmente trabaja en el instituto del matrimonio May Britt y Edvard Moser. Ellos ganaron el Premio Nobel de Medicina en 2014 por haber descubierto un grupo de células en el cerebro sobre las que, se cree, se asienta la capacidad para orientarnos en el espacio.
«Cuando las personas recuerdan el pasado o planifican el futuro, se ubican en tiempo y espacio. Por eso trabajo para dilucidar si estas estructuras cerebrales también se encuentran involucradas en la capacidad para situarse en el tiempo. Estas capacidades se van deteriorando con enfermedades como el Alzheimer. Por eso investigamos cómo funcionan estas estructuras en sujetos sanos, para luego ver cómo estas habilidades se van deteriorando en gente con Alzheimer», explica Pulti.
Ahora vive en Trondheim, a casi 500 kilómetros de la capital, Oslo. Una ciudad con 184.960 habitantes, de los cuales casi 30.000 son estudiantes, que en el siglo X fue la capital de Noruega por su importancia comercial en la Edad Media. Trondheim es la tercera ciudad en cantidad de habitantes, en un país de 5.258.000 personas. Oslo tiene 634.293 residentes y Bergen, 271.949.
Simultáneamente, Polti trabaja con los Moser y hace su doctorado en la Norwegian University of Science and Technology, la institución más prestigiosa del país para formarse en el campo de la tecnología, que también ofrece títulos avanzados de ciencias sociales, arte o, en su caso, medicina.
Quería trabajar con gente que esté buscando la intersección entre la ciencia básica y la ciencia aplicada – Ignacio Polti
«No tenía ni idea de dónde quedaba Trondheim. Veía que era cerca del Círculo Polar Ártico. Dónde me estoy metiendo, me decía», recuerda. Según dice, algunos amigos que conoció en Noruega, le regalaron el libro La guía social de Noruega, que explica cómo entender las situaciones sociales en ese país, ya que el cambio cultural es bastante extremo.
«En la Argentina somos hipersociables y acá, visto desde nuestra óptica, pensaría que los noruegos son muy tímidos. Un día salí a tomar algo con unos compañeros y nos matamos de risa. Al otro día me los crucé en la calle y ni bola. Ellos piensan que te van a poner incómodo si te saludan en la calle. Muchas veces miran al piso cuando te hablan o ponen mucha distancia corporal. Cuando estás esperando el colectivo, hay 5 metros de distancia entre uno y otro. Me llevó un tiempo entender estas cosas, pero después te acostumbrás», relata.
Junto con los Moser, busca desarrollar marcadores de detección temprana para dicha enfermedad. «Actualmente el Alzheimer se detecta cuando el deterioro es notable y, en consecuencia, no se puede hacer mucho para disminuir los problemas de salud asociados. Si se poseen marcadores de detección temprana, entonces es posible empezar un tratamiento que retrase el deterioro asociado con la enfermedad. Es decir, para percibir el paso del tiempo necesitamos un sistema de memoria».
Si Polti comprueba que sobre estas estructuras neuronales se asienta la noción del paso del tiempo, podría estudiarlas para detectar cuándo empieza a deteriorase dicha capacidad.
Aprender investigando
«Sabía que iba a aprender investigando afuera. Me interesaba mucho un centro de investigación que se llama Neurospin, en Francia. Le mandé un mail a una investigadora de ese laboratorio con un plan de trabajo sobre cómo las personas perciben el tiempo y les gustó mucho», contó.
Neurospin es uno de los laboratorios más avanzados del mundo en el estudio del cerebro. Allí trabaja Stanislas Dehaene, profesor del Collège de France, director de la Unidad de Neuroimágenes Cognitivas del Instituto Nacional de Investigación Médica y de la Salud (Inserm), y ganador junto con Giacomo Rizzolatti y Trevor Robbins del Brain Prize, considerado el Nobel de las neurociencias.
Empecé a hacer la maestría en Ciencias Cognitivas. En la Argentina tenía que hacer muchos cursos aislados, allá estaba todo junto – Ignacio Polti
Primero tuvo que pasar por un proceso de selección internacional. Luego de varias entrevistas logró aplicar. Mientras hacía su maestría en la École Normale Supérieure en París, le permitieron desarrollar su plan de trabajo en el laboratorio: «Empecé a hacer la maestría en Ciencias Cognitivas. En la Argentina tenía que hacer muchos cursos aislados, allá estaba todo junto».
En 2016 volvió a la Argentina. Según describe, el panorama local era «desolador». Cuenta que, conversando con colegas, varios tenían la idea de irse a otro país por falta de financiamiento para sus actividades de investigación: «Volví al laboratorio donde trabajaba cuando me recibí en la facultad y me dediqué a dar cursos enseñando lo que había aprendido en Francia».
Hasta que quiso hacer un doctorado: «Quería trabajar con gente que esté buscando la intersección entre la ciencia básica y la ciencia aplicada. Sabía de esta pareja de noruegos que habían ganado el Nobel por haber encontrado en roedores unas células del cerebro que son las encargadas de orientar en el espacio a los mamíferos. El trabajo con humanos era una de las ramas que querían desarrollar, entonces traté de ponerme en contacto con ellos. Les mandé cuatro o cinco mails hasta que, finalmente, me respondieron y conseguí una entrevista por Skype».
Por el momento, Polti no tiene pensado regresar al país. «Cada vez que hablo con la gente en la Argentina, la están pasando muy duro. Para investigar, la preocupación siempre es la plata», señala, pero afirma: «En el largo plazo la idea siempre es volver. Actualmente en el país existen varios grupos de investigación que producen ciencia de altísima calidad. Ojalá en el futuro esos grupos se multipliquen con el apoyo constante de toda la sociedad».