AUTOR: Jocelyn Hernández
Bioética es una palabra que se ha hecho familiar durante los últimos meses en el contexto de la pandemia del coronavirus. Médicos y especialistas de todo tipo, incluidos los responsables de salud pública, se refieren a ella con frecuencia para sortear momentos complicados que suponen la consideración de múltiples elementos en la toma de decisiones.
Los trabadores de salud en particular enfrentan constantemente disyuntivas muy delicadas y difíciles de resolver. En estas emergencias, la bioética se convierte en una guía para las decisiones que se deben tomar, a menudo, en cuestión de segundos. Pero, ¿qué es la bioética?
“La bioética es una disciplina que básicamente se dedica a orientar y reflexionar sobre situaciones dilemáticas o de mucha complejidad que abarquen tantas aristas económicas, sociales, ecológicas, éticas o biomédicas, biotecnológicas, que haga necesaria la unión interdisciplinar de varios especialistas. La bioética coordina esos ejercicios interdisciplinares para reflexionar sobre un fenómeno y, eventualmente, sugerir posibles soluciones o guías de acción. La tormenta perfecta en este caso es precisamente la pandemia que hoy nos ocupa”, explica la doctora Cruz Netza, jefa del Servicio de Bioética del Hospital Ángeles Puebla y fundadora del Observatorio Mexicano de Bioética, en una entrevista desde México con Noticias ONU.
El objetivo de la bioética es “auxiliar, orientar sobre las implicaciones de estos fenómenos tan dramáticos, donde surgen infinidad de situaciones dilemáticas, por ejemplo, ¿qué debe predominar, economía o salud, salvar a una o a la otra?”, abunda.
La especialista en bioética clínica considera que en el caso de la pandemia de COVID-19, conforme la situación se tornó más agobiante “cada país entendió que primero la salud y ya después veremos qué hacer con la economía”.
Cuando la situación agobia a la gente que está en la trinchera, la bioética es el faro que está ahí, de pie, inamovible.
La doctora Netza señaló que hay tres tipos de bioética: la macrobioética, dictada por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud o las Naciones Unidas; la mesobioética, delineada por las autoridades nacionales; y la microbioética, que prima, por ejemplo, en los hospitales.
Siguiendo esta jerarquía y con conocimiento de las guías internacionales, “cada país tuvo que enfrentar qué hacer, después, cada gobierno tuvo que instaurar políticas públicas y luego, al interior de cada hospital vinieron los mecanismos de triage, los flujogramas y los comités hospitalarios de bioética, cuya tarea es vigilar que las decisiones estén dentro de lo ético y lo legal” puesto que en coyunturas tan complejas como las actuales genera la toma de decisiones que pueden caer en la ilegalidad, por el estado de shock que afecta a los responsables.
Especialidad joven e ignorada
Pese a su importancia, la bioética aún es bastante ignorada por los gobiernos, que frecuentemente desoyen o no toman siquiera en cuenta a los especialistas en la materia. “Los bioeticistas tenemos el problema de ser una especialidad muy joven. Comenzó a establecerse en la década de los 70 y apenas a partir del 2000 ganó terreno como una disciplina más pública. Somos muy pocos en el mundo y todavía no hay un peso social, político para ser escuchados al 100%”, lamenta Netza, aunque añade que en la actualidad tampoco son totalmente ignorados.
Según la doctora, la pandemia del coronavirus llegó en un momento en el que millones de médicos a nivel mundial aún no están educados en bioética debido a la juventud de esta disciplina. “Apenas estábamos posicionando la bioética y logrando que se entendiera su objetivo y su función. Una línea educativa tarda, en el mejor de los casos unos 50 años”, por lo que, en general, sólo las generaciones de doctores más jóvenes estudiaron en programas que han incluido la bioética en su currículo.
Cuando la bioética no está presente, se responde a las emergencia con decisiones basadas en los conocimientos técnico-científicos que se tenían a la mano, una reacción normal del cerebro humano, señala, pero si se cuenta con ella, se convierte en una gran ayuda para enfrentar las cuestiones más delicadas.
“Cuando la situación agobia a la gente que está en la trinchera, la bioética se vuelve el faro en medio de la tormenta, es el faro que está ahí, de pie, inamovible, en medio de las olas y la tormenta alrededor. Los profesionales acuden a ese faro para tratar de orientarse en medio de una situación agobiante.”
¿Ciencia o disciplina?
¿Es la bioética una ciencia o una disciplina? “Es una disciplina científicohumanística por definición, que abreva de las ciencias naturales y sociales, es una disciplina híbrida, no me atrevería a llamarla ciencia porque en el concepto de ciencia se tipifican certezas y al entrar el aspecto humanístico, no es demostrable con el método científico clásico”, dice Netza.
Sin embargo, no es subjetiva porque también se nutre de las ciencias de la vida y ahí entra el método científico más crudo. Además tiene rigor metodológico para generar teorías que se traspasan hacia otra área y generan política públicas y de regulación internacionales, nacionales y locales. Todo esto con la intención de que el desarrollo tecnocientífico y la sustentabilidad eco-humana se preserve dentro de un marco ético-legal.
En este esquema, el papel de los bioeticistas es ajustar las teorías al “campo de batalla en las políticas públicas y vigilar cómo llegan éstas hasta el ciudadano común, el hospital”, apunta.
A los trabajadores de salud: hagan lo que hagan, será lo correcto y los ampara la ética y la ley.
La bioética tiene un parámetro de “ciencia con conciencia, con sentido de responsabilidad. Por otro lado, persigue la sustentabilidad eco-humana para no cometer un error que extinga a los otros o nos extinga a nosotros mismos”.
La doctora en la materia tiene confianza en que después de la contingencia del COVID-19 se reconozca su importancia y la bioética cobre fuerza. “Confío en que la bioética se va a posicionar más y la ven a ver más socialmente.”
Sin una autoridad internacional
A diferencia de otros campos, actualmente no existe una instancia internacional que se erija como la máxima autoridad en bioética.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la UNESCO, la propia Organización Mundial de la Salud y la misma ONU “se auxilian de comisiones nacionales o los centros de bioética de gran prestigio cuando lo consideran necesario. Pero una entidad a nivel internacional de la categoría de OMS y UNESCO, todavía no existe, confiemos en que algún día surja porque va a ser necesaria y de muchísima utilidad”, explica la especialista.
Finalmente, la doctora Netza dio un mensaje a los trabajadores de salud de México que están en el frente del combate al COVID-19: “Desde el punto de vista ético, les recomiendo que tengan la tranquilidad de que hagan lo que hagan, va a ser correcto, porque van a enfrentar una situación que los va a rebasar como profesionales de la salud y como humanos, pero lo que van a hacer, independientemente del resultado, va a ser lo correcto. Desde el punto de vista jurídico, la propia ley comprende dos cosas: el estado de necesidad y la no exigibilidad de más allá de lo que se puede hacer. En ese sentido, tengan la tranquilidad de que la ética y la ley los amparan, den todo lo que puedan dar para salvar las más vidas posibles y de antemano se los agradecemos como humanos, como bioeticistas y como hermanos de país.”