El neurólogo clínico y neurocientífico Facundo Manes no para. Llega a Infobae con su nuevo libro El Cerebro del Futuro, una de las novedades del mes de editorial Planeta, para hablar de la gran pasión de su vida: el cerebro humano.
En el libro, que escribió junto a Mateo Niro, analizan hacia dónde va la evolución de la especie y vislumbran la posibilidad «seria» de que un día los cerebros estén conectados con las computadoras, «con máquinas», como ya ocurre en algunos países con pacientes con determinadas enfermedades.
Habla además de la necesidad de cuidar el cerebro a nivel personal pero sobre todo hace hincapié en la «obligación» de cuidarlo de «todos los argentinos».
En ese sentido, aseguró que tiene dos pasiones: «estudiar el cerebro y la Argentina». Se autodefinió como «independiente» en el terreno político pero aclaró que se formó con «los valores del radicalismo» pero que no tiene militancia partidaria.
-Si hablamos del cerebro del futuro es porque hay un cerebro del pasado. ¿De qué cerebro venimos y hacia qué cerebro vamos?
-Para entender el cerebro humano hay que ver una película. Una evolución de cientos de miles de años y en esa evolución hubo saltos evolutivos. Uno fue ser bípedos. Esto dio lugar a la gestualización, que para muchos investigadores dio lugar al lenguaje. Todos estos saltos evolutivos -ser bípedos, gestualizar, lenguaje, memoria, la capacidad del ser humano de vivir en grupos complejos, la capacidad de engañar, de auto engañarse, leer y escribir, la lectoescritura- tienen 5000 años, no es nada en la historia de la humanidad.
-¿Y seguimos evolucionando como especie?
-Esa es una de las cosas que intentamos pensar en el libro. Y si seguimos evolucionando -que creemos que si- cómo lo hacemos y qué va a pasar con la especia humana. Ahí planteamos la posibilidad seria -que ya existe, no es ciencia ficción- que haya una interface cerebro-máquina, que nuestros cerebros estén conectados con las computadoras…. De hecho esto pasa en muchos pacientes con Parkinson, con ciertas patologías mentales. Y el tema es qué va a pasar con esta tecnología, que puede ser usada para el bien -como la electricidad que puede ser usada para el bien o para torturar-, y qué pasa si esa tecnología se usa para las guerras del futuro.
Tener vida social, tener vínculos humanos, hacer ejercicio, alimentarnos bien y vivir el presente son claves para tener un cerebro sano
–¿Hacia dónde va nuestro cerebro?
-Vamos hacia una fusión biológica-digital. Por eso en el libro hablamos de la neuroética. Como hoy hablamos del cambio climático o de derechos humanos, nosotros vamos a hablar de qué hacemos con los avances de la ciencia del cerebro que en general son hechos para el bien, para ayudar a personas cuadripléjicas, que no pueden mover sus miembros, para que con sus pensamientos mover objetos con la tecnología, pero que también pueden tener un fin que nos ea benéfico.
-¿También se puede usar para el mal?
-También esto se puede usar para el mal, para fines no tan médicos. Y la sociedad va a tener que conocer esto y debatir los dilemas morales y éticos que surgen por estas investigaciones.
-¿Hay que cuidar el cerebro?
-Sí, el cerebro se transforma. Esta charla está transformando mi cerebro, está transformando el cerebro de la gente que nos escucha y nos ve, está transformando tu cerebro. Los hábitos tienen la capacidad de transformar nuestro cerebro y hoy sabemos que hay ciertos hábitos que nos permiten tener más chances de tener un cerebro saludable y de vivir mejor.
-¿Cuáles son esos hábitos?
-Uno es tener vida social, tener vínculos humanos. No sólo tener fuertes vínculos humanos como a quién pedirle plata si necesitamos, quién nos pueda llamar al médico si lo necesitamos o a quién contarle penas o alegrías. También el día a día, ir al bar y hablar con el mozo o si vivís en un edificio hablar con el encargado, ese contacto personal, hablar de como salió River o Boca.
-¿Y qué más?
-Segundo, el ejercicio físico es clave porque genera nuevas conexiones cerebrales, mejora el ánimo, refuerza el ejercicio creativo. Además de la vida social y el ejercicio físico, dormir bien es importante, el sueño es salud. Manejar el estrés. Uno no puede cambiar la realidad pero sí como uno la interpreta o revalúa, y cómo uno saca los pensamientos tóxicos que aparecen en el cerebro.
-¿La alimentación es importante?
-También es importante una dieta rica en verduras, pescados, cuidar el azúcar en sangre, el colesterol, la hipertensión arterial, evitar el sobrepeso. Y tener desafíos mentales, desafíos intelectuales, como aprender un idioma nuevo. Pero para mí estudiar el cerebro o para vos conducir un programa, cosas que hacemos hace años, por más que sean desafíos intelectuales, no son tan buenos para nuestro cerebro como aprender un idioma que no conocés o cómo aprender a tocar un instrumento musical que no sabés.
Hay datos que muestran que después de cierto nivel económico el dinero no impacta en la felicidad, ni la fama, ni el poder
-¿Hacer cosas nuevas sería el secreto?
-Desafiar al cerebro, hacer transpirar al cerebro. Hay cierto hábitos que podemos hacer para vivir mejor. También vivir el presente. Nosotros estamos permanentemente rumiando acerca del futuro, pensamos cuándo termina esta conversación para ir a ver a los pacientes o ir al gimnasio, y en el gimnasio pensamos cuándo vamos a ver a nuestros hijos, y no disfrutamos de esta entrevista, de estar con los pacientes, del gimnasio, de los hijos. Estamos permanentemente rumiando acerca del futuro, de la próxima tarea o revisando el pasado. Vivir el presente es muy bueno para el bienestar. Un cerebro atento, te diría, es un cerebro más feliz.
-¿Cómo podemos compatibilizar ese trabajo enorme que implica cuidar el cerebro con la vida cotidiana, con la presión, con los miedos, las preocupaciones de no llegar a fin de mes, el miedo de quedarme o estar sin trabajo?
-Todo lo que hace bien al cerebro en general no cuesta plata porque es vivir, disfrutar el presente, no importa las características. Porque después de cierto nivel económico, la felicidad o el bienestar no están dados por la plata. Obviamente que si vos no tenés las necesidades básicas satisfechas eso impacta en el bienestar. Hay datos que muestran que después de cierto nivel económico el dinero no impacta en la felicidad, ni la fama, ni el poder. Pero dormir bien, erradicar las pensamientos negativos, vivir el presente, tener vínculos humanos, hacer ejercicio físico, son cosas que no cuestan dinero. Todo esto, a nivel personal.
La riqueza de un país es la capacidad intelectual de las sociedades,el capital cognitivo y emocional. Y hoy en Argentina tenemos un problema enorme
-¿Y en cuanto al sociedad?
-A nivel de la sociedad digo que en un mundo como el de hoy globalizado, interconectado, basado en las ideas, siempre decimos que Argentina debe producir más: para tener más riqueza un país debe producir más. Hoy la riqueza de los países no son los recursos naturales ni un veranito financiero o económico, la riqueza de un país es la capacidad intelectual de las sociedades, el capital mental, cognitivo y emocional. Y hoy como sociedad en Argentina tenemos un problema enorme.
-¿Cuál es ese problema enorme?
-Hablo de cuidar a nivel de sociedad. Nosotros los privilegiados, como vos y yo, que podemos comer y pensar en un mediano plazo, tenemos la obligación de pensar en cuidar el cerebro de los compatriotas que no tienen una buena alimentación. De diez chicos en la Argentina hoy, alrededor de cuatro tienen algún tipo de malnutrición u obesidad, o déficit de vitaminas, o anemia, o desnutrición. La mitad de los adolescentes en Argentina viven en la pobreza, genera un impuesto cognitivo.
-¿Qué significa impuesto cognitivo?
-Si vos y yo viviéramos en la pobreza estaríamos usando los recursos cognitivos para ver qué comemos en un rato, qué come nuestra familia, dónde dormimos más seguros, si llueve, y no podemos salir del mediano plazo. De la pobreza no solo se sale con algo económico, se sale con un sueño, con un proyecto, con educación. Mandela decía «el arma más importante para combatir la pobreza es la educación». En Argentina como sociedad tenemos que cuidar los cerebros de los ciudadanos. Tenemos un problema de sociedad, tenemos que invertir en los cerebros y las mentes de la gente para que puedan desenvolverse y competir. A nivel personal podemos hacer cosas para cuidar el cerebro, pero a nivel sociedad también tenemos que poner como prioridad el capital mental, sino no vamos a poder competir en un mundo basado en las ideas, en el conocimiento, en la producción de recursos con valores agregados.
-¿Cuál es el tiempo de formación del cerebro?
-El cerebro termina de desarrollarse después de los veinte años. Y la última parte que se desarrolla es la frontal, que es la que está detrás de la frente, que tiene la capacidad del pensamiento abstracto, de la toma de decisiones, de imaginar el futuro, de planificar, de controlar los impulsos. En esas etapas de la infancia y la adolescencia hay tiempos más sensibles, pero es importante remarcar que, lamentablemente en el mundo y particularmente en nuestro país, hay chicos con mal nutrición, que viven en condiciones adversas de estrés. La pobreza produce un estrés crónico y no es una buena manera de empezar.
Hasta el último día de la vida uno tiene que tener pasión, nunca debe jubilarse de lo que le gusta
-¿Un niño que no recibió los cuidados necesarios en la infancia puede recuperar después ese tiempo perdido?
-Hay una idea que circula que cuando un chico pasa un tiempo y no recibió el alimento suficiente, el afecto, ni el estímulo cognitivo, no hay nada más para hacer. Y eso es erróneo. No debemos permitir que pase, pero si lamentablemente pasa podemos hacer cosas para intentar revertir la situación. Pero el cerebro termina de madurar a los veinte, veinticinco años, y en realidad hoy sabemos que el cerebro tiene que estar permanentemente en actividad. Hasta el último día de la vida uno tiene que tener pasión, nunca debe jubilarse de lo que le gusta.
-¿Cada vez se le exige más al cerebro?
-No es que se le exija sino que al cerebro le hace bien la educación. Educar protege el cerebro. Hoy desde la ciencia y desde la sociedad sabemos que hasta el último día de nuestra vida vamos a tener que aprender, reinventarnos. Se llama educación continua. Hoy no concebimos ni a nivel cerebral, ni a nivel educativo, ni a nivel social en forma internacional, que la educación tiene un período: la educación es toda la vida.
-¿Es verdad, que el cerebro no distingue entre si visualiza algo y solo visualiza o si efectivamente sucede?
-El cerebro tiene que actuar rápidamente, con datos ambiguos. A veces vos ves una imagen y no tenés todos los datos precisos. El cerebro tiene que construir una realidad, o sea el primer mensaje es el cerebro el que construye la realidad.
-¿Es la visualización?
-Exactamente. El cerebro crea la realidad y muchas veces no coincide con la realidad. Porque el cerebro se maneja automáticamente, no podemos racionalizar todo, ni interpretar todo. El cerebro va uniendo datos de forma automática y muchas veces coincide con la realidad y muchas veces no. Pero el cerebro crea la realidad.
-Entonces si nosotros visualizamos y vemos, se puede materializar eso…
-La realidad es lo que existe en nuestro cerebro. La realidad puede ser una pero si nuestro cerebro la interpreta, puede ser otra. Eso pasa con la psicosis o la gente con trastornos psiquiátricos: lo que ven los pacientes es la realidad para ellos. Como la gente con esquizofrenia que escucha sonidos que no están para vos y para mí que no tenemos esa condición, para ellos esa realidad está. El cerebro no tiene la posibilidad de racionalizar todo lo que ve. El cerebro va construyendo la realidad permanentemente con la información que tiene disponible y a veces coincide con la realidad y a veces no.
El cerebro es tan fascinante que es el único órgano que intenta entenderse a sí mismo
-¿Cuánto usamos de nuestro cerebro? ¿Cuál sería el promedio?
-Usamos todo el cerebro. Hay un mito que dice que usamos el diez por ciento, el que lo usa solo un diez por ciento es el que dijo eso porque usamos todo el cerebro. Y tenemos que usarlo toda la vida, como te dije antes, vida social, actividad mental, desafíos mentales, ejercicio físico…
-¿Y cuánto conocemos del cerebro?
-En las últimas décadas hemos conocido más de lo que se conoció en toda la historia de la humanidad, en miles de años. Pero aprendimos partes. Hay un cuento que dice que varios ciegos o gente vendada que tocan un elefante: uno toca la cola y cree que es una víbora, otro le toca el lomo y piensa que es un muro, pero nadie ve el elefante completo. Con esto pasa lo mismo, aprendimos bastante de cómo tomamos decisiones, de las emociones, de la memoria, aprendimos bastante del lenguaje, de la percepción, pero todavía no tenemos una teoría general sobre cómo funciona el cerebro.
-¿Usted cree que se podrá llegar a conocer en su totalidad?
-La pregunta es si los seres humanos vamos a ser capaces de conocer nuestro cerebro. El cerebro es tan fascinante que es el único órgano que intenta entenderse a sí mismo. No lo hace el hígado, ni el corazón, el cerebro sí. ¿Pero podrá el ser humano entender el cerebro? Es un gran dilema. Un premio Nobel decía que era como intentar saltar tirándose de los cordones. Los cordones se rompen antes de poder sostener todo el peso. Se está avanzando, hay ayuda para muchas enfermedades neurológicas, sabemos algunas cosas, pero no tenemos una idea general de cómo funciona la mente.
-¿En qué momento le interesó investigar sobre el cerebro?
-Cuando entré en la UBA a estudiar medicina en el primer año de anatomía. Primeros tres meses, miembros; segundos tres meses, tórax y abdomen; y los últimos tres meses, neuroanatomía. Cuando empecé a ver los cerebros en los preparados cadavéricos -esa masa de un kilo y medio de esa persona que estaba muerta y pensaba-, en ese cerebro estaban los odios, los sueños, las ambiciones, las frustraciones de ese ser humano. Y me pareció fascinante que en ese órgano estuviera la historia de esa persona. Y pensé «quiero estudiar esto». Ahí hice la ayudantía de anatomía. Y después hubo algo que me impactó mucho: que nosotros aprendemos cuando algo nos inspira, cuando algo nos motiva y cuando algo nos parece un ejemplo.
En esa masa de un kilo y medio del cerebro de una persona están los odios, los sueños, las ambiciones, las frustraciones de ese ser humano. Y eso es fascinante
-¿Cuál fue su inspiración?
-Había una figura, Andrés Mascitti, que era un decano y profesor de neuroanatomía formado en el exterior, investigador, comprometido políticamente, un exiliado interno en la época de la dictadura que me impactó mucho como persona. Y me fui a trabajar con él. Durante toda mi carrera de medicina hice investigación con él en neuroanatomía. Cuando me recibí de médico tenía varias investigaciones, y después me decidí por ser neurólogo y ahí empezó mi formación en el exterior también.
-Usted dijo el otro día que uno es lo que lo emociona. ¿Y a usted qué lo emociona?
-La emoción puede ser alegría o tristeza. Pero a mí me emociona la desigualdad. No puedo ser feliz en lo personal, por más que me vaya bien en lo profesional, en lo social o en lo familiar, en una sociedad tan desigual como esta . Creo que nadie puede ser feliz. A mí me molesta, me irrita, me emociona no en positivo la desigualdad en nuestro país. Me parece que podríamos hacer mucho los argentinos de forma unida, por lo menos para que coman todos los chicos y sepan leer o hacer un cálculo matemático. Si hacemos eso, nuestra generación va a hacer una contribución similar a los que hizo la educación pública. Si logramos que se nutran bien los chicos, en un país que produce alimento para diez Argentinas, para 400 millones de personas…
-¿Y por qué cree que eso no pasa?
-Te voy a decir lo que creo desde la ciencia para entender por qué no podemos ponernos de acuerdo los argentinos en dos o tres temas básicos, más allá de nuestra opinión política. En nuestra vida desde que somos chicos vamos formando esquemas mentales. Nuestro cerebro se va moldeando con la gente que vivimos, que nos irrita o nos alegra, con los vecinos, con lo que estudiamos, con los diarios que leemos, con las vivencias que tenemos, con las frustraciones, con lo que viajamos. Vos tenés esquemas mentales que construiste en tu infancia y yo también, que nos permiten ver el mundo rápidamente. Y lo que hacemos en la vida con estos esquemas mentales es desechar lo que no coincide con nosotros, con lo que opinamos, y tomar lo que coincide con los esquemas mentales.
La verdadera grieta en la Argentina no es la política, es la que hay entre tus hijos que pueden comer e ir a la escuela y los chiquitos que no pueden comer bien estudiar hoy
-¿Vamos por la vida desechando?
-Vamos por la vida desechando lo que no coincide con lo que pensamos. Por eso leemos los editoriales de los periodistas que ya sabemos que van a decir lo que nosotros queremos, por eso a la mañana leemos con más interés los diarios que coinciden con lo que pensamos y por eso vemos la televisión que coincide con lo que pensamos. Tenemos unos esquemas mentales moldeados, seteados.
-¿Existe la grieta?
-La verdadera grieta en la Argentina no es la política, es la que hay entre tus hijos que pueden comer, ir a la escuela, y que esta noche pueden dormir tranquilos, y los chiquitos que no pueden comer bien o dormir en forma cálida hoy. Esa es la verdad de la grieta.
-¿Acaso no existe la grieta intelectual?
-Ponele que la grieta intelectual exista, entonces cuando vos me planteás la situación política y tenés otra visión que la mía, yo te estoy mirando por educación pero no te estoy escuchando. Estoy pensando argumentos que van a contradecir y van a reforzar mi posición para contradecir la tuya. Después me toca a mí hablar. Y cuando yo hablo vos estás buscando cómo engancharme basado en las creencias previas tuyas y buscando argumentos para fortalecer tu opinión. Nadie se escucha.
-No hay diálogo.
-No hay diálogo porque a veces estos esquemas mentales no nos permiten tener empatía. Como yo te irrito por todo lo que yo represento de acuerdo a tu esquema mental, vos no ves nada positivo en mí y yo no veo nada positivo en vos porque en mi esquema mental representás todo lo que hace disonancia cognitiva conmigo. En la Argentina deberíamos buscar tener más empatía. Y decir: «Bueno, mirá, ella no opina como yo, no coincide con mi esquema mental, pero voy a hacer un esfuerzo porque por ahí tiene semillas de verdad». A nosotros nos faltan puentes.
Tengo dos pasiones en mi vida: estudiar el cerebro humano y la Argentina. Y yo creo que la política es una herramienta muy importante para la transformación social
-¿A quién le sirve la grieta?
-Puede servir para ganar elecciones pero no sirve para desarrollar un país. Si hay una división tan grande, y no nos ponemos de acuerdo, eso no va a cambiar la salud pública, o discutir en serio la pobreza, o discutir la educación. ¿Cómo va a cambiar la educación si la mitad de los docentes está de un lado de la grieta y la otra mitad del otro lado, por más que tengan planes buenos? Necesitamos empatía. El contexto histórico puso a nuestra generación en un momento donde tenemos que unirnos en ciertos temas fundamentales: alimentación, educación, ciencia, tecnología.
-Siempre hubo rumores sobre una posible participación suya en política ¿Eso es algo que podría suceder a futuro?
-Tengo dos pasiones en mi vida: estudiar el cerebro humano y la Argentina. Y yo creo que la política es una herramienta muy importante para la transformación social. Estoy dispuesto a contribuir con mi país. Estoy todos los días trabajando desde mi lugar como científico, como médico, como educador. Recorro la Argentina para tratar de convencer a cada argentino que si no invertimos en que los chicos coman bien, en educación de calidad, en ciencia, innovación y tecnología, por más que tengamos recursos naturales o créditos externos, no vamos a tener un país que genere más riqueza, y no vamos a poder distribuir la riqueza y no vamos a poder ser más iguales.
-¿Y qué es lo que hay que hacer?
-Insisto: hay que invertir en la gente. El tema es que muchas veces los argentinos creemos que hay que crecer en la economía y luego eso va a derramar en la pobreza, en la salud, en la educación, en la ciencia. Pero si no discutimos en serio la pobreza e invertimos ahora en salud pública, en alimentar bien, en estimular cognitivamente en los chicos, y en la gente, el crecimiento económico va a ser temporario. Tuvimos muchos veranitos en la Argentina. Sin invertir en la gente no va a haber crecimiento económico sustentable. Y mi rol ahora es tratar de unir a los argentinos, bajar la grieta. Yo no estoy de ningún lado de la grieta.
-¿Se autodefiniría como independiente?
-Estoy como independiente tratando de unir. Tengo mi corazoncito radical, me formé con los valores del radicalismo. No milito, no tengo ninguna pertenencia partidaria, vengo de un sector popular que se benefició con la educación pública. Hoy estoy contribuyendo con mi granito de arena para que los argentinos cedamos en la grieta, intelectual o ideológica, aunque sea en dos o tres temas.
-¿Pero tiene la decisión de ponerle el cuerpo a la política?
-Hoy le pongo el cuerpo a la Argentina.