· Creció tanto su demanda que modificó varios de los hábitos nocturnos· Cuesta unos quince pesos cada pastilla· Se consigue con relativa facilidad | En honor a la hipocresía de los adultos. Lo siento mucho papá, por que creo que esta es la última vez que me podré dirigir a ti. En serio, lo siento mucho. Es tiempo que sepas la verdad. Voy a ser breve y claro: la droga me mató papá. Leer carta entera |
Quince pesos cuesta el pasaporte al zarandeo frenético. Una pastilla, música preferentemente electrónica y mucha agua formarán inmediatamente el cóctel explosivo. No sucedía con frecuencia hace dos años. Sí ocurre casi con «normalidad» ahora. Es el éxtasis, la droga de moda que pasó de ser una sustancia selecta a ponerse al alcance de cualquiera.
No existen relevamientos oficiales ni sobre su producción ni sobre su ingesta. Dicho de otra manera: no hay números actualizados sobre cuánta gente consume éxtasis ni sobre cuántas pastillas circulan por el mercado. Sí se sabe que no creció la cantidad confiscada por la policía.
Sin embargo, casi nadie que frecuente la noche desconoce el desproporcionado crecimiento del popularmente llamado «bicho».
«No puedo negar que es algo que nos preocupa», admitió Alberto Calabrese, comisionado general de Prevención y Asistencia de la Secretaría de Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar). «Está claro que dejó de ser una droga que se consumía en el verano, en las playas, para pasar a usarse sistemáticamente en las discotecas de la ciudad», señaló Calabrese.
El «bicho» pegó fuerte allí donde se le rinde culto a la música trance, acid house, tecno… allí donde casi se salta en lugar de bailar, donde el ritmo enloquece.
Cuesta 15 pesos y se consigue con relativa facilidad en las mismas discotecas, a pesar de que la policía asegura que vigila todas las noches.
«Nosotros hacemos operativos antidrogas todos los fines de semana. Pero no es fácil detectar el éxtasis. Además, cuando se enteran de que estamos nosotros, esconden las pastillas», señaló el superintendente de Drogas Peligrosas de la Policía Federal, comisario mayor Enrique Vicente Serén.
Efectivamente, ante la presencia policial la droga pasa a ser un objeto bastante más codiciado. No se le vende a cualquiera y, en todo caso, el precio aumenta de manera directamente proporcional al grado de dificultad para conseguirla.
Serén no se mostró de acuerdo con Calabrese en cuanto a la cantidad de éxtasis que se consume: «No creo que haya más. No me parece que sea así.»
El cambio, en todo caso, se ve con nitidez en las noches. Hasta hace unos años, en general no se vendía agua mineral en las discotecas. Todos tomaban alcohol o gaseosas. Y en cuanto a las drogas, en cualquier caso se trataba de una ingesta realizada bajo ciertos códigos tácitos: se mantenía en secreto. Las drogas quedaban para los baños, para algún rincón oscuro.
Hoy, la moda dicta otras normas. «Está claro que las cosas cambiaron», aceptó Calabrese.
Más caro, échele agua
En las pistas los jóvenes toman más agua mineral que cerveza y en la barra las botellitas plásticas se cotizan mejor que los porrones. En la mayoría de las discos de moda 5 pesos cuesta el agua y 3 pesos la cerveza. Esto sucede porque el éxtasis provoca deshidratación y sequedad de mucosas (se resecan la boca y los labios) y genera muchísima sed.
Quienes frecuentan la noche porteña aseguran que jamás antes se había alcanzado el límite que se percibe hoy. «Droga siempre hubo, pero nunca fue tan masiva», señaló Mariano, muchacho de veintitantos que se declaró un «habitué» de la movida nocturna y que pidió que se reservara su apellido.
Las costumbres relativas a las drogas llamadas «de consumo social» se modificaron tanto en los últimos dos años que cambiaron los escenarios. Hoy, el éxtasis, la cocaína, la marihuana o el LSD (ácido lisérgico) se ven sin vergüenza.
Va un caso presenciado por el cronista una noche de jueves en un boliche de Palermo: cinco chicos de no más de 25 toman una moneda de un peso, vierten sobre ella un poco de cocaína e inmediatamente la inhalan mediante un sorbete. Al lado, siete jóvenes de entre 25 y 35 años arman un «porro» (cigarrillo de marihuana) y se prenden en una ronda. Fuma uno, le pasa el «papel» al de al lado, y así sucesivamente hasta que se consume todo el cigarrillo.
No hay control. Nadie se inmuta. Nadie protesta. Se toma como algo «normal». Al mismo tiempo, en la pista, más de la mitad de los «bailarines» lleva una botellita de agua mineral en la mano. Lo mismo se verá el viernes en otra disco. O el sábado. O la semana siguiente.
No quiere decir que todos tomen éxtasis, aunque los nuevos códigos indican que aquel que ni siquiera simula está fuera de contexto.
«Antes, el que se creía más vivo tomaba alcohol y se emborrachaba. Hoy toma agua porque la necesita para no deshidratarse. Es por el éxtasis», reveló Julieta K.
El éxtasis es un derivado de las anfetaminas que provoca excitación y efectos alucinógenos. «No es un estupefaciente, sino un estimulante», aclaró Calabrese. Llevado a la práctica, la excitación provoca excesiva sudoración y eso desemboca en la deshidratación. De allí la imperiosa necesidad de agua.
De allí, también, la preocupación por esta pastilla que dejó de ser una droga selecta para ofrecerse con descaro en los más concurridos centros nocturnos.
El éxtasis está de moda. Es un dato de la realidad.
José Ignacio Lladós
La sustancias prohibidas/ Precios y efectos
· Las drogas de la noche. Las sustancias prohibidas nocturnas son, básicamente, cuatro, sin contar al nuevo y aún no del todo conocido pooper.
Esta última droga es un líquido que se inhala y que se vende en un frasquito de vidrio. En la Argentina aún resulta bastante difícil conseguirlo. Las otras sustancias resultan más fáciles de ubicar.
El éxtasis, la cocaína, la marihuana y el ácido lisérgico (LSD) son las cuatro «reinas» de la noche. Veamos de qué se tratan:
· Extasis. Cada pastilla cuesta 15 pesos, siempre y cuando no haya en el medio algún operativo policial que vuelva muy difícil conseguirla. En ese caso, el precio podrá aumentar hasta 25 o 30 pesos. Su efecto dura entre cuatro y seis horas y su forma puede ser redonda o triangular. Retiene los minerales del cuerpo, con lo que provoca muchísima sed. Se la conoce como «el bicho». Por lo general, sobre la pastilla hay un dibujo que, para el imaginario popular, tiene directa relación con la potencia del efecto que produce. Sin embargo, esto es un mito no comprobado científicamente.
· Cocaína. Hasta hace un par de años era la droga más consumida en la noche. Sin embargo, ahora perdió terreno ante la irrupción del éxtasis. Cuesta alrededor de 10 pesos el gramo si se consigue en los boliches nocturnos (muchas veces hay vendedores dando vueltas por el lugar, aun sin que los dueños de los locales lo sepan). Fuera de los locales puede comprarse por un precio más barato.
· Marihuana. A diferencia de no mucho tiempo atrás, ahora ya no se la esconde. La fuman en el medio de la pista, entre la gente. En general, puede conseguirse por $ 1 cada cigarrillo. En la noche no lo venden armado, sino comprimido. Hay que deshacer la hoja («picarla», en la jerga) y armar el cigarrillo con papel comprado en otro lado. Este trámite algo engorroso le quitó un poco de espacio en el hipotético «ranking» de las drogas nocturnas.
· LSD. Acido lisérgico. También conocido como «pepa». Es, de las drogas de la noche, la que menos se vende. Se trata de un cartoncito al que se le rocía ácido. Cada uno de esos cartoncitos cuesta alrededor de 15 pesos. En general, se pone debajo de la lengua, aunque tiene efecto en cualquier parte de la boca en donde pueda disolverse.
Fuente: La Nación (Junio 24, 2001)