El virus del racismo: un persistente dilema para la humanidad

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Fuente: Naciones Unidas

Durante semanas después del horrible asesinato de George Floyd a manos de la policía de Mineápolis el 25 de mayo de 2020, que despertó una indignación masiva en todo el mundo, el barrio que rodea el centro cívico del Bajo Manhattan, Nueva York, se convirtió en un hervidero de cambiantes emociones humanas. Se hizo evidente que ya no se podían esconder bajo la alfombra los arraigados sentimientos de injusticia y rechazo y que ya no se iba a seguir tolerando el persistente ejercicio del poder cargado de prejuicios y odio.

Mientras me hacía camino frenéticamente por las abarrotadas barreras de control que proliferaban junto a los escaparates tapiados con la determinación de no incumplir con el toque de queda impuesto en una ciudad confinada, la tensión que percibía era tangible e inquietante. Con los conocimientos que tenía sobre injusticias sociales y discriminación racial previamente adquiridos y compartidos exclusivamente en un aula o una biblioteca, no estaba preparado para estas protestas callejeras tan tumultuosas. Recurriendo a los tratados que utilizaba con mis alumnos para su análisis, se me ocurrieron varios de ellos como indispensables para hacer frente a ese caos urbano tan desolador y conflictivo.

Uno de los volúmenes de un antiguo plan de estudios que me vino a la mente por los últimos acontecimientos fue An American Dilemma: The Negro Problem and Modern Democracy (1944), un trabajo monumental que hasta el día hoy sigue siendo el análisis interdisciplinario más exhaustivo sobre las relaciones raciales de Estados Unidos. Publicado un año antes de la firma de la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco, resuena sorprendentemente con la urgencia de hacer frente a la desigualdad que, en palabras del Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres, «ha alcanzado proporciones críticas en todo el mundo y plantea una amenaza cada vez mayor para nuestro futuro».

Aunque el estudio, financiado por la Carnegie Corporation of New York, se atribuye merecidamente al economista, sociólogo y Premio Nobel sueco Gunnar Myrdal, quien dirigió la investigación y fue el único responsable del informe final, en realidad se trató de una colaboración entre varios académicos consolidados y nóveles de una amplia gama de disciplinas. Uno de ellos fue el Dr. Ralph Johnson Bunche, más visiblemente recordado como el primer afroamericano y persona de raza negra en recibir un Premio Nobel de la Paz, célebre diplomático, ilustre servidor público internacional y ferviente defensor de los derechos humanos. Resulta mucho menos conocido fuera del entorno académico su legado intelectual como pionero de las ciencias sociales y políticas, por ser capaz de discernir la naturaleza manipulativa de la noción socialmente fabricada de raza años antes de que se adoptara la Declaración Universal de Derechos Humanos, la que ayudó a elaborar. Adelantado a su tiempo, advirtió de los peligros del fascismo creciente en Europa y denunció inequívocamente las desigualdades basadas en diferencias raciales en la antesala de la Segunda Guerra Mundial. En mitad del 75.º aniversario de la publicación de An American Dilemma y la posterior fundación de las Naciones Unidas, es necesario volver a examinar los esfuerzos tempranos de Bunche por ampliar el debate sobre la raza para ayudar a disipar lo que el Secretario General António Guterres llama «el engaño de que vivimos en un mundo post-racista».

También aprovecho esta oportunidad para celebrar el 117.º cumpleaños de este internacionalista y filántropo visionario, cuyo recuerdo perdura, por encima de todo, «en la larga lucha por la dignidad humana y contra la discriminación racial y la intolerancia».1

En 1934, a la edad de 31 años, Bunche terminó una disertación doctoral sobre el colonialismo francés, tras realizar investigaciones en París y en los archivos de la Liga de las Naciones y tras llevar a cabo trabajo de campo en África Occidental. Algunas de sus conclusiones serían contribuciones posteriores al proyecto Carnegie-Myrdaldefinirán su enfoque hacia las mediaciones por la paz y la supervisión de la descolonización, y profundizarán en su largo compromiso con el movimiento por los derechos humanos. En 1936, Bunche hizo una publicación titulada A World View of Race, en la que rechazaba cualquier justificación científica de la noción de raza que fuera lo suficientemente flexible en su significado como para cultivar y racionalizar prejuicios de grupo. Sostenía que la raza se usaba como pretexto para aplicar políticas inadecuadas y como camuflaje para la explotación económica brutal.2 Las relaciones raciales, como observaba Bunche, estaban cargadas de peligro para la paz y el desarrollo futuros. Con la intención de subyugar, a menudo a punta de bayoneta, la noción de raza se utilizó para obsequiar con las «bendiciones de la civilización» a pueblos «atrasados», que «fueron obligados a trabajar para poner sus propios recursos a disposición del resto del mundo» pero «se les daba una pequeña oportunidad de participar en la nueva riqueza»3 [cita traducida]. La continua opresión y las respuestas a ella, según Bunche, crean inevitablemente estereotipos que victimizan a todas las partes implicadas.4 Independientemente de lo deplorable que sea su situación, los grupos dominantes se «apaciguan» con las ilusiones de su «superioridad social» y los privilegios políticos y económicos autoasignados.5

Esta era la interpretación y la visión de raza y relaciones raciales de Bunche antes de participar en el equipo de investigación de Gunnar Myrdal. Bunche, que creció en un país legalmente segregado en el que vivió inevitablemente prejuicios, aplicó un entendimiento intuitivo de las complejidades raciales de Estados Unidos6, contribuyendo así de manera indispensable al proyecto.

En la primavera de 1939, cuando Myrdal comenzó a reclutar a investigadores, Ralph Bunche acababa de terminar sus estudios posdoctorales en antropología en la London School of Economics y en la Universidad de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. A su vuelta a los Estados Unidos, fue nombrado profesor titular de la Universidad de Howard, donde impartió clases de Administración Pública estadounidense y Derecho constitucional. Bunche se unió al proyecto con entusiasmo, emocionado por sus posibilidades.7 Desarrolló cuatro monografías científicas que servirían de referencias informativas para la redacción de la edición final del estudio. La más sustancial de todas fue The Political Status of the Negro, fuertemente influenciada por su propia experiencia como afroamericano y por sus intereses intelectuales en organizaciones que trabajaban por el avance del pueblo de raza negra, así como en votaciones y prácticas políticas del sur de Estados Unidos. Sin embargo, una de sus investigaciones más citadas es «Conceptions and Ideologies of the Negro Problem», del 5 de marzo de 1940. Myrdal había estudiado este último trabajo y lo admiraba, el cual podría decirse que dio el nombre y el tema a su obra.8 Bunche, adhiriendo a las convicciones previamente expresadas respecto al peligro de la raza como herramienta socialmente construida utilizada para despertar y racionalizar emociones, abordó el problema dentro de los amplios límites del tiempo y el espacio trazando una mitología evolutiva que gradualmente ocultaría procesos intelectuales, cuidadosamente custodiados para no ser «objeto de dudas o pruebas». «Muy pocos problemas», escribió Bunche, «se han visto tan envueltos en dilemas, tan cargados de contenido emocional, tan persistentes y tan poco reflexionados».9 [cita traducida] 

A diferencia de Myrdal, quien creía que el «Credo estadounidense», un conjunto de creencias supuestamente interiorizadas por todos los ciudadanos de Estados Unidos, prevalecería sobre «los prejuicios de grupo contra personas o tipos de personas particulares»,10 Bunche se reservaba esta gratificación, pues afirmaba que la contradicción entre los ideales estadounidenses y el racismo hacia los negros se había racionalizado tradicionalmente desde el momento en que la esclavitud se había convertido en una institución fundamental, y se había hecho necesario reconciliar el vínculo humano con «el andamiaje ideológico de la democracia».11 En lugar de sugerir, como Myrdal, que la confianza en apelaciones morales a la consciencia culposa de estadounidenses generalmente bien intencionados permitiría realizar reformas dentro de la organización social existente, Bunche pedía cambios estructurales, insistiendo en la necesidad de una «cruzada» y una «batalla incansable» que «erigirá una verdadera democracia sobre […] cimientos constitucionales» [cita traducida]. Así pues, según él, el dilema de los negros podría zanjarse solamente en términos de plenas oportunidades para el desarrollo y la asimilación completa en la vida política y económica de la nación.12  

El virus del racismo: un persistente dilema para la humanidad
Ralph J. Bunche (a la izquierda) en St. Louis, septiembre de 1939, cuando trabajaba con Gunnar Myrdal en American Dilemma. Foto de la Colección de Brian Urquhart de material sobre Ralph Bunche (Colección 364). Library Special Collections, Charles E. Young Research Library, UCLA.

La contribución de Bunche al libro de Myrdal ofrece un análisis detallado del papel histórico del Nuevo Pacto, una serie de programas gubernamentales de ayudas y reformas introducidos por el Presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt para la recuperación del país tras la Gran Depresión. En un principio, Bunche no confiaba en que «una planificación más ilustrada» fuera a «cambiar ideas, tradiciones o lealtades»13de manera significativa, cuestionando estereotipos raciales. Pero la investigación que realizó para la obra de Myrdal lo convenció de que algunos puntos del compromiso económico y social del Gobierno de los Estados Unidos podrían considerarse realmente beneficiosos desde la perspectiva afroamericana. Entre otros signos de esperanza, Bunche reconoció que las medidas relacionadas con las viviendas sociales, la seguridad social, el salario mínimo y la legislación horaria, junto a la Ley de Relaciones Laborales, contribuyeron a la mejora de la situación de los afroamericanos en mayor medida «que la decisión más amplia imaginable de igualdad de derechos»14 [cita traducida]. Destacó la importancia de la inclusión de asesores afroamericanos en el Nuevo Pacto, quienes podrían intentar asegurar que se invirtieran millones de dólares en asistencia y servicios públicos para cubrir las necesidades del pueblo afroamericano. Aunque Bunche se dio cuenta de que estas políticas no llegarían lo suficientemente lejos para aliviar la difícil situación de la cantidad de desempleados del país, las medidas ayudaron a preparar el camino para que las minorías «comenzaran el proceso de lograr libertad económica y política»15 [cita traducida]. Con la economía mundial sucumbiendo actualmente en una profunda recesión, podría ser prudente volver a examinar los pensamientos de Bunche sobre estos logros públicos adquiridos que podrían fundamentar los esfuerzos actuales por asegurar una recuperación sostenible e inclusiva y una mejor reconstrucción. La seguridad económica de cientos de millones de personas de todo el mundo aún se ve coartada por «males» como «las incapacidades políticas y educacionales», «los barrios pobres» y la «protección inadecuada de la salud»16 [cita traducida]. Estas recomendaciones, presentadas por Ralph Bunche hace casi un siglo, hacen que este estudio vuelva a ser oportuno y relevante.

La magnitud, el alcance y la estructura de An American Dilemma, formado por cuarenta y cinco capítulos, diez apéndices y muchas tablas, todos ellos cuidadosamente estudiados, revelan cómo la lucha racial impregnaba cada aspecto de la vida en Estados Unidos. Habría sido imposible entonces, como ahora, comprender o tratar adecuadamente las injusticias raciales, independientemente de la forma bajo la que se presenten, sin una voluntad consciente y sincera de reconocer su controvertida historia y analizar las fuerzas políticas, económicas y sociales que intervienen. A diferencia de sus predecesores que evitaban hacer recomendaciones para políticas públicas, el libro de Myrdal ha servido de amplia fuente de información, así como de «guía para responsables de políticas»17 [cita traducida]. En particular, la publicación ayudó a terminar con la práctica de la segregación y a considerarla inconstitucional, al ser citada en el Caso Brown contra el Consejo de Educación (1954)un fallo histórico del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Algunas conclusiones del libro se utilizaron como prueba contra el principio de «separados pero iguales», que demostraban que la separación implicaba e imponía la inferioridad.

Setenta y cinco años después de que Bunche denunciara el uso de doctrinas raciales como instrumento de la arrogancia imperialista, la explotación injusta de recursos naturales, ya sean estos de alto valor como la madera, los diamantes, el oro, los minerales y el petróleo, o escasos, como las tierras fértiles o el agua, sigue alimentando conflictos violentos.18 

Tuvieron que pasar décadas de larga trayectoria del sistema de las Naciones Unidas y de un gran número de sociólogos, economistas, abogados, psicólogos sociales, etnógrafos, historiados, genetistas y otros expertos, incluyendo a importantes investigadores que contribuyeron a An American Dilemma, que lucharon contra declaraciones sobre la cuestión racial, antes de la adopción por la Conferencia General de la UNESCO de una «Declaración sobre la Raza y los Prejuicios Raciales» en 1978, en la que se afirma que no existen bases científicas para las teorías de superioridad racial o étnica. No obstante, tal como define la cuarta declaración de la UNESCO sobre la raza y los prejuicios raciales y tal como ha puesto de manifiesto la pandemia de COVID-19 con incluso más intensidad este año, la discriminación racial «sigue acosando al mundo, obstaculiza el desenvolvimiento de sus víctimas, pervierte a quienes la ponen en práctica, divide a las naciones en su propio seno, agrava conflictos internacionales y amenaza la paz mundial»19 [cita traducida].

Se ha proseguido con los esfuerzos de este tratado de las Naciones Unidas contra la discriminación, los cuales han resultado, en particular, en la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, que entró en vigor en 1969. La Organización, haciendo alarde de un enfoque basado en los derechos humanos para enfrentar la interpretación esencialista de raza, lanzó una campaña contra el régimen del apartheid, con el resultado de una suspensión temporal de un Estado Miembro que participaba en los trabajos de la Asamblea General. Menos de una década después de que Sudáfrica fuera readmitida en las Naciones Unidas, tras su transición democrática de 1994, fue sede de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia en 2001.

Pero el racismo aún persiste. Bunche, en su ensayo de 1967 «Upheavals in the Ghettos», poniendo a descubierto un creciente escepticismo respecto a las relaciones raciales, apoda el racismo «virus peligroso»20 que se puede propagar por ambos lados de la división marcada por color y etnia. Su alto precio no se puede subestimar, pues el racismo es tan penetrante y destructivo como el nuevo coronavirus de nuestros días que traumatiza a unas personas y comunidades desesperanzadas y les deja heridas crónicas. Al igual que con la pandemia, resulta esencial seguir buscando soluciones a la vez que aplicamos medidas preventivas. Para poder acabar con «el caldo de cultivo» de las injusticias, es necesario identificarlas y hacerles frente. El proyecto Carnegie-Myrdal, iniciado hace setenta y cinco años, fue un intento temprano de hacerlo, un esfuerzo que no tiene igual a día de hoy. Además de las dilatadas causas subyacentes puestas de manifiesto en An American Dilemma, las secuelas de la pandemia han revelado formas de racismo nuevas o antes menos visibles, como la creciente discriminación medioambiental. Décadas de abandono e infrainversión en vivienda, infraestructura y seguridad medioambiental han resultado en el surgimiento de la batalla por la justicia social con la necesidad urgente de un pacto verde. Tomen la forma que tomen, las políticas y prácticas discriminatorias prevalecen y la crisis actual afecta desproporcionadamente a mujeres, comunidades negras, grupos minoritarios y personas vulnerables. 

El virus del racismo: un persistente dilema para la humanidad
El 15 de septiembre de 1980, «Peace Form One», un obelisco de acero de 15 metros diseñado por Daniel La Rue Johnson, se dedicó a la memoria de Ralph Bunche en el parque situado junto a la Sede de las Naciones Unidas que lleva su nombre. Nueva York. Foto ONU/Ramzy Abushady

Las reformas iniciadas mediante acciones legislativas y judiciales son importantes y, en ocasiones, han sido efectivas para combatir prejuicios, como sugiere el Caso Brown contra el Consejo de Educación. Pero, como el escritor Caryll Phillips apunta, no se puede legislar lo que está en los corazones de la gente21, lo que, tal como admite, echa más responsabilidad sobre los hombros de todos nosotros, incluidos profesores, padres, organizadores comunitarios, personajes públicos y, por supuesto, funcionarios públicos internacionales. En la misma línea, el malestar urbano generalizado no se va a sofocar ni retirando a las fuerzas federales. Al contrario, este tipo de medidas, tal como se ha puesto de manifiesto en los últimos días en algunas ciudades estadounidenses, han provocado que las protestas se intensifiquen y acaben englobando a otros grupos como madres y veteranos. Los manifestantes vuelven a las calles, guiados por el mismo «sentido de justicia y profunda preocupación por todas las personas y todos los problemas»22 [cita traducida] que guiaron a Ralph Bunche para dirigir a una enorme multitud en la legendaria marcha de 1963 en Washington, justo antes de que Martin Luther King diera su memorable discurso, y, después, para unirse a este último en Alabama en la primera línea de la Marcha de Selma a Montgomery.

Sesenta y cinco años después y a más de tres mil kilómetros de Selma, una nueva generación de activistas está inspirándose en una historia de los derechos humanos que «expuso la violencia endémica de la segregación» [cita traducida] y tuvo como resultado la Ley de Derecho de Sufragio de 1965. Con Patrisse Cullors a la cabeza, artista, activista, oradora pública afroamericana y cofundadora del movimiento Black Lives Matter, una coalición de reformadores de Los Angeles está aprovechando el poder del voto a través de una propuesta de referéndum orientado a «terminar con la violencia policial y el abuso en las prisiones»23.[cita traducida]. Como suele ocurrir, filántropos y sus legados, intenciones e influencias están destinados a convergir en algún punto. Si el mundo no se hubiera estremecido por el horror del absurdo asesinato de un hombre negro en Mineápolis la pasada primavera, habría pasado desapercibido el hecho de que la señora Cullors recibió el Premio Ralph Bunche al Filántropo del año. Originaria de Los Angeles, Patrisse, que lleva más de veinte años luchando en primera línea por la reforma de la justicia penal, ha visto reconocido el servicio que presta a la comunidad afroamericana. Semanas después, el movimiento que ayudó a fundar ganó un nuevo nivel de relevancia. Instó al mundo a acelerar los esfuerzos comunes en busca de una cura para «el peligroso virus del racismo», que sigue despojando a los seres humanos de su empatía y compasión inherentes, e intoxica a los atribulados con el salvaje placer de las agresiones brutales.

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