Debe estar basada en la compasión, dijo el Dalai Lama, líder espiritual del budismo tibetano, que llegó anteayer al país, afirmó que “no tiene sentido decir que una religión es mejor que otra” y que el mundo necesita una espiritualidad laica, no religiosa sino basada en valores como el amor y la compasión.
Tenzin Gyatso, reconocido por el budismo como la decimocuarta reencarnación del primer Dalai Lama, que vivió en el siglo XVI, vino acompañado por tres geshe (monjes como él y doctores en filosofía), un secretario, un traductor, tres agentes de seguridad y tres políticos del Tíbet.
Más de 10.000 personas asistieron a las tres conferencias (una anteayer y dos ayer) que dio en la Rural sobre la paz, la sabiduría y la relación entre salud y espiritualidad. La última exposición será hoy.
En un inglés combinado con tibetano, dijo que es mejor no cambiar de religión y continuar con la tradición espiritual que se ha recibido. “Las enseñanzas deben adaptarse a las disposiciones mentales de cada individuo”, dijo el premio Nobel de la Paz de 1989, otorgado por la lucha en defensa de su país, Tíbet, que fue ocupado por China en 1959.
Bajo la atenta mirada de sus guardaespaldas, a pocas horas de su arribo, dialogó con LA NACION en el Sheraton, donde se hospeda.
–¿Por qué sugiere no cambiar de religión, está advirtiendo sobre algún riesgo?
–He visto a algunos amigos que se convirtieron del cristianismo al budismo y que en el momento de la muerte tenían un estado mental de confusión. En términos generales no estoy a favor de la conversión; cada tradición tiene su método peculiar y único. Lo que realmente necesitamos es una ética secular, una espiritualidad laica, no religiosa.
–¿Cómo sería?
–Una ética secular que no rechace las religiones, sino que esté sustentada en las cualidades innatas del ser humano. No es necesario ser religioso para ser una persona moralmente ética. El amor y la compasión, por ejemplo, no tienen por qué estar relacionados con una religión. La idea es que podamos vivir en armonía y convivir sin problemas.
–En cambio, hoy se exacerba el individualismo. En este contexto, ¿cómo puede un padre asegurar la felicidad de su hijo?
–¡Es que ése es el trabajo de padre, es lo que un padre tendría que hacer! Si el padre es muy individualista, el hijo también lo será y los dos serán infelices. Si el padre se preocupa por el bienestar de su hijo, ambos serán felices porque se rompe el individualismo y el hijo responderá de la misma manera. Si se extiende este razonamiento –la preocupación por el bienestar de los demás– hacia todo el sistema social, toda la comunidad puede ser feliz.
En las sociedades feudales, donde un señor sometía a sus súbditos, se vivió un extremo que es la esclavitud. Poco a poco las sociedades fueron volviéndose cada vez más democráticas hasta que se desarrolló demasiado el individualismo. Y esto es el otro extremo. La solución está en un camino medio que use la libertad que se desarrolló con el individualismo. Se debe lograr, a través de la educación, que cada persona tenga una autodisciplina en la que incluya el bienestar de los demás.
–¿Ve indicios del retorno desde ese individualismo extremo?
–Mucha gente se da cuenta de que en esta sociedad individualista algo anda mal, pero hay confusión en cuanto a cómo cambiar este patrón. En el pasado, cuando había más fervor religioso, la persona tenía la alternativa de volcarse a la religión, pero hoy eso ya no es muy atractivo y la gente no encuentra un camino de por donde salir. Creo que hay que hacer más investigación sobre cómo reeducar. En este sentido los medios de comunicación, al mostrar que no todo está bien, tienen un rol importante para provocar esta concientización en la población.
–Usted es un hombre alegre, ¿cuál es la fuente de la alegría y cómo no perderla?
–Depende en gran medida de nuestra actitud, y ésta es algo que se puede entrenar pero surge más que nada por convicción. Una actitud compasiva incrementa la alegría, pero también tiene que ver con el sufrimiento. Si se sabe que la condición humana está marcada por el sufrimiento se tiene una respuesta más liviana cuando éste aparece, y cuando hay una experiencia de felicidad tampoco se conmueve mucho porque se sabe que va a cambiar.
–Si la base de la vida es el sufrimiento, ¿es posible la felicidad?
–Estamos hablando de una felicidad permanente y eterna; para alcanzarla tenemos que liberarnos de esta condición de sufrimiento y siempre hay una posibilidad de superar esa condición.
–¿Cómo define la compasión?
–Lo que define la compasión es que no sea parcial, sino que esté dirigida a todos los seres, para que todos tengan la felicidad que buscan. Habitualmente entendemos la compasión como algo que sentimos por los que están cerca nuestro, y esto no es compasión sino más bien una forma de deseo y apego. Esta compasión imparcial no surge naturalmente, sino que requiere un entrenamiento en el cual la inclusión de la inteligencia y la sabiduría son esenciales y necesitan razonamientos para desarrollarla.
–¿Qué tipo de razonamientos?
–Un razonamiento que sirve de entrenamiento es considerar, por ejemplo, que todos los seres, al igual que yo, quieren ser felices y no quieren sufrir. Otro es considerar que todos han sido mis madres en algún momento y como tales me demostraron bondad y amor y por eso debo tratar a todos con ese mismo amor. Además, la ciencia está descubriendo que es bueno para el cerebro tener actitudes compasivas. Esto también se ve usando el sentido común. Es fácil ver que el odio, el rencor y la malicia perjudican nuestro estado de ánimo y nuestra salud.
–¿Cuál es su aspiración actual con respecto al Tíbet?
–Nuestra propuesta no es independizarnos de China; lo que pedimos es una autonomía significativa, una forma de autogobernarnos. Y esto no va en contra de lo que dice la Constitución china.
Autor: Dalai Lama
Fuente: La Nacion Line.