Los últimos datos disponibles indican que la contaminación del aire causa cada año unas 800.000 muertes prematuras en Europa, una cifra que dobla las estimaciones que había hasta la fecha. Además, según afirman los expertos, la exposición a un aire de mala calidad es tan nociva como fumar varios cigarros al día. La Organización Mundial de la Salud cifra en más de siete millones las muertes anuales debidas a la contaminación, y nueve de cada diez personas en el mundo respira un aire insalubre.
Entre los contaminantes más peligrosos para la salud destacan el nitrógeno, el ozono, las partículas en suspensión, el dióxido de azufre, el monóxido de carbono y el plomo. El dióxido de carbono ha sido el culpable de 6.085 muertes evitables cada año en España y, entre sus graves riesgos sanitarios destacan el empeoramiento del asma y la insuficiencia respiratoria.
La contaminación ambiental afecta a todo el organismo humano, aunque el aparato respiratorio es su principal diana. Enfermedades como el cáncer de pulmón, las neumonías, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y muchas otras están directamente relacionadas con este problema, que en España produce unas 10.000 muertes al año, una cifra muy superior a la ocasionada por accidentes de tráfico.
Hablamos de un grave problema que afecta a la salud pública, ocasiona un elevado gasto sanitario y, por supuesto, empeora el maltrecho estado medioambiental de nuestro planeta.
Por ello, la lógica nos dice que si se redujera la contaminación se podrían salvar millones de vidas. La buena noticia: la contaminación es evitable, y así lo demuestran iniciativas de muy diverso tipo puestas en marcha en todo el mundo: leyes que sancionan o ponen límites a las actividades más contaminantes, inversión en investigación y desarrollo de tecnologías más limpias, políticas que fomentan la movilidad sostenible y restringen el uso de vehículo privado… Los datos hablan por sí solos, y cualquier medida es poca. ¿Quién criticaría a un político por poner en marcha un plan de emergencia para hacer frente a un terremoto o cualquier otro desastre natural? La contaminación y el cambio climático son también una emergencia, y por eso requieren de medidas urgentes.
Las muertes y enfermedades relacionadas con la contaminación ambiental suponen alrededor del 0,5% del PIB en los países más desarrollados, y el equivalente al 1,7% del gasto sanitario. Globalmente, el coste económico de las enfermedades relacionadas con la contaminación asciende a 4,6 millones de dólares anuales, lo que equivale al 6,2% de la producción económica mundial.
El adulto medio respira más de 15 metros cúbicos de aire cada día. Aunque los contaminantes del aire son a menudo invisibles, sus efectos en la salud pueden ser muy graves, especialmente en corazón, pulmones y otros órganos sistémicos, así como en el desarrollo del feto.
Inmediatamente después de la exposición a un aire con un elevado nivel de contaminación se producen diversos síntomas pulmonares: irritación de las vías respiratorias, disnea o dificultad para respirar y una mayor probabilidad de sufrir un ataque de asma.
La mala calidad del aire provoca un aumento en el número de visitas a los servicios de urgencias y de los ingresos hospitalarios, fundamentalmente por problemas respiratorios y cardiovasculares.
La población más vulnerable a la contaminación: niños, embarazadas, ancianos y sujetos con patologías crónicas que vivan en zonas urbanas más expuestas al tráfico de vehículos a motor de combustión interna y a las calefacciones en los meses de invierno.
La contaminación atmosférica provoca unas 600.000 muertes cada año en niños menores de cinco años y aumenta el riesgo de presentar infecciones respiratorias, asma, problemas neonatales y anomalías congénitas.
Los últimos trabajos científicos sugieren que la contaminación del aire afecta al desarrollo cognitivo y que las exposiciones precoces podrían inducir el desarrollo de diversas enfermedades crónicas en la edad adulta.
Se produce por el uso de combustibles fósiles sólidos para cocinar y, junto a la contaminación atmosférica, provoca más del 50% de las infecciones de las vías respiratorias inferiores en países con ingresos medios y bajos.
La contaminación puede aumentar el riesgo de parto prematuro y de bebés nacidos con baja talla para su edad gestacional, ambos factores de riesgo para las enfermedades respiratorias crónicas, las consecuencias conductuales del desarrollo neurológico, la hipertensión y la enfermedad cardiovascular, la obesidad y la diabetes.
La baja función pulmonar producida por la exposición a la contaminación durante el desarrollo fetal y la primera infancia puede aumentar el riesgo de desarrollar una enfermedad respiratoria aguda en la infancia.
Hablamos de una enfermedad con una elevada mortalidad que tiene un origen genético, aunque algunos estudios apuntan a que la contaminación también sería un factor de riesgo.
El asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) son las patologías más agravadas por la mala calidad del aire, y afectan especialmente a enfermos crónicos, embarazadas, ancianos y niños. El asma ha experimentado en las últimas décadas un incremento de prevalencia en los países industrializados que oscila entre el 8 y el 10% de la población.
Las partículas en suspensión son consideradas ‘cancerígenos de primer orden’, y están asociadas a tumores pulmonares, de mama y digestivos.
Las reacciones alérgicas en primavera suelen ser más agudas en las grandes ciudades y es que parece que, a consecuencia del cambio climático y de la contaminación ambiental, los pólenes tienen más proteínas y son más agresivos.
El ruido es también un contaminante que tiene efectos perjudiciales sobre la salud. Aunque el más conocido es la pérdida de audición, también tiene efectos psicológicos: Irritación, cansancio, insomnio, falta de concentración, menor rendimiento en la escuela y en el trabajo.
Fuente: https://www.muyinteresante.es/salud/fotos/efectos-de-la-contaminacion-sobre-la-salud/13