Algunos tipos de cáncer, como el glioblastoma –el cáncer cerebral más frecuente y agresivo- tienen la capacidad de ‘engañar’ al sistema inmune y así crecer sin ser localizado. De alguna, manera, desconocida hasta ahora, el cáncer es capaz de inducir una tolerancia para poder seguir desarrollándose. Pero gracias a un trabajo del Instituto de Neurociencias UMH-CSIC en Alicante y el IMIB-Arrixaca de Murciaesta ‘licencia para matar’ puede haberse terminado.
En un trabajo publicado en la revista «PNAS» se explica cómo este tumor consigue invadir el tejido sano sin apenas resistencia. La clave está en un proceso denominado autofagia -un mecanismo natural de regeneración o ‘limpieza’ que ocurre en nuestro cuerpo a nivel celular- que le valió a su descubridor, el científico japonés Yoshinori Ohsumi, el premio Nobel de Medicina en 2016. El hallazgo del equipo español podría haber descubierto un talón de Aquiles que logre frenar la progresión de este cáncer cerebral.
Dirigida por Salvador Martínez, director del Instituto de Neurociencias UMH-CSIC, y Rut Valdor, del IMIB-Arrixaca, junto con el grupo de Jose Maria Moraleda (IMIB-Arrixaca) y con los grupos de Ana Maria Cuervo y Fernando Macian en el Arbert Einstein Med School, la investigación demuestra cómo el glioblastoma secuestra las células contráctiles que rodean los vasos sanguíneos del cerebro y forman también parte de la barrera que lo protege. El objetivo, apunta, es desactivar la función antitumoral que poseen estas células, denominadas pericitos, y obligarlas a trabajar en la expansión del tumor.
Este cambio en la función de los pericitos, que dejan de ser células defensoras para convertirse en “enemigas”, lo logra el glioblastoma alterando uno de los procesos de autofagia: la autofagia mediada por chaperonas. Mediante este mecanismo la célula descompone y destruye proteínas dañadas o anómalas. Y las chaperonas son proteínas que trabajan activamente en esta tarea. La alteración por el glioblastoma de este mecanismo modifica la función de defensa proinflamatoria de los pericitos por otra inmunosupresora, que favorece la supervivencia del tumor.
Hay varias formas de autofagia, comenta a ABC Salud Salvador Martínez. «Lo que hemos visto como relevante para la supervivencia de las células del glioblastoma es la autofagia mediada por chaperonas (AMC)». Su papel, añade, es grande. «Las células cancerosas, en general, tienen aumentada la AMC debido, posiblemente, a sus propiedades cancerígenas; sin embargo, no se conocía su papel en otras células que son importantes para que el tumor crezca infiltrando el tejido sano y no sea destruido por el sistema inmune».
Ahora, explica, «hemos descubierto que los pericitos desempeñan un papel fundamental a la hora de generar la tolerancia inmunológica».
En un modelo de ratón han podido comprobar que el bloqueo de esta autofagia anómala dificulta el desarrollo del tumor. ¿La causa? Al provocar la adhesión defectuosa del glioblastoma al pericito y, con ello, la muerte de las células cancerosas, se convierte en un objetivo terapéutico prometedor.
«Este trabajo revela una capacidad previamente desconocida del glioblastoma para modular la autofagia mediada por chaperonas en los pericitos, y promover así la progresión del tumor. Nuestros resultados apuntan a la AMC como un objetivo terapéutico prometedor para tratar este agresivo cáncer cerebral hasta ahora sin cura», señala el doctor Martínez.
Trabajos previos del grupo mostraron que la influencia del glioblastoma sobre el pericito impide que los linfocitos T destructivos puedan atacar al tumor. «Por eso el cerebro no detecta el glioblastoma y no puede reaccionar contra él», explica Salvador Martínez.