CAMBIO DE MODELO MÉDICO
De la Medicina Biológica
a la Medicina Bioantropológica Fundamentación CientíficaUna biología de partes se traduce en una medicina de piezas de repuesto,
y los organismos se convierten en agregados de elementos genéticos y
moleculares que podemos recomponer a nuestro gusto,
cuyo valor se contempla únicamente en términos de resultados.
Este es el camino hacia la destrucción ecológica y social.
B. Goodwin
En el transcurrir del año último desde diversos sectores de la educación médica se multiplicaron los pronunciamientos sobre el modelo médico. Todos coincidieron en señalar que la enseñanza debe tener como base el enfoque científico antropológico, social y humanístico, lo que se sintetiza en el modelo médico antropológico, también llamado medicina de la persona. Así, por ejemplo, lo señala un muy completo proyecto curricular elaborado por un conjunto de profesores de las universidades locales. Por su parte, el Decano de la Facultad de Medicina de la UBA, Dr. Salomón Muchnik, en recientes declaraciones sintetiza su pensamiento al respecto: «Hay que incluir el conocimiento del hombre como tal, de su psicología, de los problemas». La creación de un Departamento de «Humanidades» en varias casas de estudio y la decisión de las mismas de incorporar a los estudiantes a la actividad hospitalaria desde el comienzo de la carrera, evidencian que se ha abierto plenamente el campo de la enseñanza de la medicina para que se produzca el cambio de modelo, tal como lo he resumido en el título de esta nota. Me parece momento apropiado para precisar el contenido de un proceso de mejoramiento de la docencia que es lo que, en última instancia, se persigue.
Modelo Médico
En general, «modelo» es una abstracción de la realidad, que reúne las características más dominantes y, por lo tanto compartidas, de un tema, sistema, labor, etc. En nuestro caso, compartida por los médicos, por lo que cabe hablar de modelo médico. Impuesto por consenso, se convierte en una característica estructuralmente dominante, que justifica el calificativo de hegemónico, adoptado voluntariamente por quienes aplican sus normas y procedimientos. Por iguales razones, es el modelo que se enseña. E. S. Golub 1 hace algunas consideraciones válidas para comprender el reemplazo de un modelo por otro. «La base del análisis de Kuhn es que una ciencia «madura» cuando establece un paradigma. Es bastante difícil definir la naturaleza exacta del paradigma y se ha señalado que Kuhn utiliza el término en distintos sentidos. Para nosotros, un paradigma es una presunción importante que comparten todos los especialistas de alguna rama de la ciencia. Ello no quiere decir que sea verdadero o inviolable. Todo lo contrario; como el progreso es un elemento esencial de la ciencia, avanza. Así, los grandes progresos científicos se relacionan con desplazamientos paradigmáticos. Dicho en otros términos, los paradigmas representan el estado de cosas aceptado por todos los profesionales en una disciplina determinada. La importancia de ese acuerdo no es otorgar a la ciencia una atmósfera de club; en realidad hace exactamente todo lo contrario. Cuando los investigadores poseen una base común para sus argumentos, pueden empezar a discutir entre sí. Como la ciencia es básicamente resolución de problemas, es necesario la existencia de un acuerdo sobre las preguntas que se pueden efectuar. Se ha afirmado que los científicos son como los niños, pues nunca pierden la capacidad de asombro ni las ganas de discutir, y el paradigma permite que ambas capacidades avancen de manera razonablemente ordenada». Examinaremos las características del modelo biomédico, luego las diversas propuestas de ampliación y mejoramiento del mismo. De esta manera estaremos en condiciones para precisar las características del modelo nuevo, bioantropológico o integral, medicina de la persona. El análisis del cambio debe hacerse desde dos ángulos: su base científica y las características del ejercicio profesional.
Modelo Biomédico o Científico Natural
Sus características principales son su contenido científico, positivo y experimental, lo que implica:
1. Estudio analítico de los procesos mórbidos. Por consiguiente, medicina descriptiva y hasta minuciosamente descriptiva.
2. Sus conocimientos son concretos y debidamente verificados. La investigación se realiza con rigor y control.
3. Aplica todos los recursos técnicos a medida que queda demostrada su utilidad y recurre a la colaboración de las matemáticas y la fisicoquímica.
Lo esencial de este modelo biomédico es el conocimiento de la enfermedad, tal como la definía Taylor 2: «Evidencia, objetiva, independiente del testimonio del enfermo, aunque éste sea habitualmente una condición para obtener la evidencia». Así definido su objetivo, trata de conocerlo en sus más íntimos detalles, con rigor matemático. Emplea para ello la más variada tecnología, que se renueva, amplía y enriquece con astronómica rapidez. De la macroscopia a la ultra microscopia, hasta la estructura molecular. La anatomía patológica es la única en hacer diagnóstico veraz, considerado definitivo e inapelable. A su vez, la fisiopatología se desarrolla paralelamente y la inmunología se incorpora junto con la genética en la etiopatogenia.
Los adelantos logrados explican cambios trascendentes en investigación y atención médicas. La primera tiene a su disposición la ingeniería genética con la biotecnología, mientras la segunda ha abierto la etapa de la especialización y subespecialización, con necesidad de formación de equipos interdisciplinarios, más aún transdisciplinarios para diagnósticos detallados y precisos, mientras en cirugía se llega a los transplantes, pasando por la cirugía endoscópica, la microcirugía con base patogénica, con restauración funcional que reemplaza casi totalmente a la cirugía «extirpadora» que llegaba hasta la eliminación del órgano dañado, y que reinaba hasta hace poco tiempo. En suma, medicina de órganos, organicista, somaticista, morfologista, esencialmente reduccionista.
La base biológica determina su desarrollo mediante el empleo de las técnicas. Es así, una medicina tecnologizada, cuyo aporte es cada vez mayor, imprimiendo a la labor médica un rigor absoluto, incontrovertible. Esto se ha hecho más evidente en las últimas décadas con el desarrollo concomitante de la electrónica y la ingeniería genética, actuando a nivel molecular. Así se ha desarrollado la genética, fruto de biotecnológica, cuyo aporte ha culminado en el conocimiento del genoma humano. No cabe duda que la tecnología, mejor dicho la tecno-ciencia, tiene el mérito de haber sido el medio del progreso de la medicina en todos los terrenos, desde la etiopatogenia, proporcionando a la medicina posibilidades diagnósticas y terapéuticas trascendentales. La medicina actual salió de un período de empirismo puro para convertirse en una profesión de base científica, generando una corriente de admiración, que hasta tiene nombre propio, «tecnolatría», en realidad fenómeno social, universal, al extremo que no exageramos al decir que de la manera como la tecnología será usada, depende la dirección que seguirá el desarrollo de la sociedad humana al menos en el futuro inmediato.
En el campo de la medicina, la idolización de la tecnología ha conducido a la creación de especialidades médicas al extremo que gradualmente y sin que se logre limitarla, cada especialidad genera sub y sub sub especialidades, fruto de la imaginación más desbordante.
Habrá rinólogos que atiendan solamente epistaxis del lado derecho. Recientemente un colega que se dice clínico, me informaba orgulloso, que es vicepresidente de una sociedad destinada al estudio de la patología de médicos ancianos del sexo masculino!!!. Teilhard de Chardin 3 decía que «las especialidades paralizan y las superespecializaciones matan». G. Jaim Etcheverry proponía: «No adorar a las técnicas, sino saberlas usar».
Florencio Escardó 4 se pronunciaba sobre el tema en los siguientes términos: «La técnica consiste en la obtención de una serie de análisis, radiografías simples, computarizadas (no computadas, como se repite con evidente error idiomático) y las infaltables ecografías, últimas favoritas de la mecanización del diagnóstico. Está claro que no se trata de estudios pedidos por el clínico para dilucidar una duda o sospecha diagnóstica, sino de algo que puede ser comparado con el intento de un tirador que tira con perdigones en la esperanza de que uno, por lo menos diera en el centro».
Más contundente es la crítica del cirujano americano J. Foster 5: «Mucho de esta mezcolanza que linda con el disparate surge de una mentalidad que sólo alcanza a ver un material cuantificable. En la medida en que los computadores se han vuelto más manejables y aparecen más disponibles, nuestro deleite con estos refinados juguetes ha permitido que nuestro entusiasmo sobrepase al juicio crítico. La generación y manipulación de los números ha producido más publicaciones que parecen multiplicarse a través de ellas mismas. A medida que se multiplican nuestras revistas científicas, disminuye su utilidad. Cualquier cosa que contenga datos numéricos recibe publicación. Yo no intento vilipendiar la real ciencia que es impulsada por ideas, por sugerencias intuitivas, luego ratificadas mediante experimentos creativos. Lo que yo desacredito es la «seudociencia» que comienza con datos numéricos y termina con datos similares y ningún pensamiento. Eso no es ciencia, no es razonamiento deductivo; eso no es más que medición».
Hacer de la biología la base científica de la medicina reabre una polémica que data de épocas anteriores al pretender hacer del genoma el factor esencial de la formación y desarrollo del ser humano, volviendo a actualizar una concepción filosófica, la sociobología, que alcanzó trascendencia en la misma época en que Watson y Crick descubrían los genes humanos.
Sin embargo, hay consenso en señalar que el ser humano es una integridad que no debe seccionarse. Esta integridad es la persona; la sociedad está integrada por personas iguales en dignidad y derechos, identificables de manera segura por su ADN, genoma, propio de la especie humana, pero con mínimas variantes individualidades que hacen la mínima diferencia que distingue una persona de otra. La sociedad es un complejo, una integralidad, conformada por complejos menores que somos las personas integrantes del complejo sociedad.
Agregamos el pensamiento de un eminente biólogo, Ernest Mayr quien en su reciente obra «This is Biology» (edición castellana «Así es la Biología». Ed. Debate. Madrid 1999) 6: «Si bien todos los procesos biológicos son compatibles con las leyes de la física y la química, los organismos vivos no se pueden reducir a leyes fisicoquímicas y las leyes físicas no pueden explicar muchos aspectos de la naturaleza que son exclusivo del mundo vivo. Las ciencias físicas clásicas en las que se basaba la filosofía de la ciencia clásica, estaban dominadas por un conjunto de ideas inadecuadas para el estudio de los organismos; entre ellas figuraban el esencialismo, el determinismo, el universalismo y el reduccionismo. La biología, bien entendida incluye el pensamiento poblacionista, la probabilidad, la oportunidad, el pluralismo, la emergencia y la narración histórica. Se necesitaba una nueva filosofía de la ciencia que pudiera incorporar el modo de pensar de todas las ciencias, tanto la física como la biología». Esta nueva filosofía de la ciencia es la que en el campo de la medicina asocia las ciencias biológicas con las ciencias sociales, conformando lo que se denomina ciencia única de la persona, fundamento científico del modelo médico, antropológico o integral.
De manera muy clara y concreta B. Goodwin 6b señala como debe ubicarse la genética en el cuadro evolutivo del ser humano.
«Esto lleva de forma natural e inevitable a la conclusión de que, para comprender todo lo esencial acerca de los organismos, lo que necesitamos conocer es la información que hay en sus genes. Entonces seríamos capaces de determinar todos los detalles de forma y función del organismo adulto, de la misma forma que podemos predecir la salida de un ordenador a partir de la información contenida en el programa introducido. Esa es la explicación de que los organismos hayan desaparecida de la biología como unidades fundamentales de la vida y hallan sido reemplazados por los genes, sus componentes más básicos e importantes de acuerdo con esta visión.
«No niego la relevancia de las intuiciones que ha proporcionado el estudio de las notables propiedades del material genético de los organismos vivos, el ADN (ácido desoxirribonucleico). Pero en ciencia siempre existe el peligro de que cierta visión de algo pueda traducirse en estrechez de miras, en la asunción de que puede explicarlo todo, la incapacidad de reconocer las limitaciones del enfoque y la reticencia a considerar otras posibilidades. Esto es lo que ha pasado con la biología genocéntrica.
«Lo más importante tiene que ver con la pretensión de que para explicar las propiedades de los organismos basta con comprender los genes y sus actividades. Yo afirmo que esto es simplemente falso. Mis argumentos se fundan en la física básica además de la biología, y me valgo de las matemáticas y la simulación informática para ilustrar lo que digo. Pero las ideas fundamentales son extremadamente simples y claras. De ellas se desprende que los organismos no pueden reducirse a las propiedades de sus genes, sino que deben entenderse como sistemas dinámicos con propiedades distintivas que caracterizan al estado vivo.
«La postura que yo adopto en biología podría calificarse de organocéntrica antes que genocéntrica. Veremos que los organismos viven en un espacio propio, caracterizado por un tipo particular de organización. Esta idea no es nueva, como tampoco lo era la propuesta de Copérnico, pero aquí se reviste de un nuevo ropaje de ideas surgidas recientemente en física y matemáticas, así como en la propia biología».
El desarrollo del modelo médico biomédico en su aplicación también genera consecuencias objetables hasta culminar en daño a la población. Su reduccionismo y tecnologización conducen a una medicina anónima y mecánica, en el doble sentido que el médico ignora a quien atiende y a su vez el enfermo ignora quien lo atiende. Es la medicina deshumanizada, medicina de una parte el cuerpo, desconectada de la totalidad que es el ser humano.
En suma, esa medicina que ha terminado por «medicalizar» a la sociedad es cada vez más, objetada por quienes la ejercen y por quienes la reciben.
Es que en la práctica del ejercicio profesional hemos llegado a una medicina cuyo nombre, telemedicina, ya está definiendo su deshumanización. Agreguemos el riesgo de la «genetización» y podremos formarnos idea de cómo la «medicalización» convierte la labor médica en un accionar mecánico y anónimo según acabamos de señalar. Es explicable que hayan surgido críticas más que justificadas, que derivan en dos clases de propuestas. Unas propician la reducción, incluso la supresión, de las técnicas por dañinas. Las denominamos tecnófobicas, de variados enfoques. Son retardatarias, pretenden librar a la medicina de la base científica para volver al bendito pasado, cargado de miedo y hasta de terror de lo que el propio ser humano puede lograr con su inquietud y su poder creativo. Otras tendencias, por lo contrario, consideran que ya no cabe lograr nuevos adelantos, que la ciencia ya ha cumplido su ciclo. Un tercer grupo, a mi juicio, el más peligroso, ya que acusa a la ciencia, por su presunta dogmatización, que la convierten en dañina. «Hay que desracionalizarla» y actuar irracionalmente, con libertad total. Terminan por derivar en el desconcierto cuando no es un riesgoso inmovilismo, con surgimiento de procedimiento, cuando no sectas practicantes de exorcismos de toda clase.
El propio enfoque científico comprendió que el reduccionismo del modelo biomédico, tecnologizante y deshumanizante, debía ser modificado, más concretamente, ampliado, para eliminar esas dos limitaciones. La historia de este enfoque, integralista, partiendo del hombre como una totalidad en movimiento, es nutrida. Como no podía ser de otra manera, sus antecesores más ilustres son el padre de la medicina, Hipócrates, acompañado por Platón, por lo que hubo quienes propusieron hablar de neohipocratismo.
Transcurre el tiempo y el hombre busca incesantemente conocer la realidad de la que él mismo forma parte, incluso cuando enferma. Y es Kant quien señala que el objetivo es el propio hombre: «Fin y no medio».
Rescatamos de una revisión bibliográfica, por cierto muy reducida, a Maimónides filósofo y médico, del siglo XII, que implora a Dios que «en el enfermo vea siempre al hombre» y agrega «quién salva una vida humana, salva la humanidad entera». En el siglo XVI Paracelso abandona el «Galeno Dixit» y se preanuncia el conocimiento científico, mientras poco después Sydenham aconseja a uno de sus discípulos que lea el «Don Quijote» como medio de profundizar su conocimiento en medicina y es un filólogo español, Larramendy, quien se gana la inmortalidad con su rotunda afirmación «el que solo medicina sabe ni medicina sabe». Incluso en el siglo XVIII, Gebser se anima a acusar a la medicina de «degeneración racionalista» y en el siglo XIX C.F. Nasse y Jacobi publican un ensayo titulado «Medicina Psicosomática». Llegamos así a Von Bergmann 7 quien termina uno de sus trabajos, sosteniendo que «es menester la relación del ser enfermo en el que hay algo más que lo estructural y lo psíquico, y esto es su propia vida». Llegamos al siglo XX, cuando la tecnología anuncia grandes éxitos, ojos sabios llaman la atención que se está reduciendo peligrosamente el estudio del hombre padeciente. Tournier propone la «medicina de la persona» y es Schwarz quien la reemplaza por «Medicina Antropológica», que un año más tarde, 1927, V.v. Weiszäcker 8 la difunde a la vez que la define: «La medicina antropológica, además de su calidad humanística, depende del interés del médico por su paciente, vale decir de la realización de su vocación en el plano científico, artístico y personal. La medicina antropológica es una manera de pensar y actuar en medicina».
Desde entonces, la medicina antropológica, vale decir la medicina de la persona, la medicina integral, precisamente en la medida que la tecnología médica alcanza su acmé, y como manera de contrarrestar su incontenible desarrollo, gana terreno de manera no menos evidente.
Llegamos a este comienzo del siglo XXI, en que el modelo médico antropológico se apresta, bien consolidado en su filosofía, a reemplazar al actual modelo hegemónico, biomédico, reduccionista y tecnologizante, que a menudo se califica con acierto como medicina «deshumanizada».
En el transcurrir del análisis del modelo antropológico, surgen las figuras que en el mundo occidental, incluido latinoamericana y por supuesto la Argentina, han contribuido a su desarrollo.
Solo destacamos aquí a dos figuras que marcaron rumbos en esta temática, en el orden mundial F. Engel 9 psiquiatra americano, y en nuestro país Florencio Escardó.
Antes que Escardó simplemente por orden cronológico, debo mencionar a mis maestros cordobeses, Jorge Orgaz y Antonio Navarro, a Mira y Lopez, Pizarro Crespo y Lelio Zeno, en Rosario. Siguiendo a la línea de Escardó, recuerdo con respeto a Salas y Munist y más recientemente Fiz A. Fernández. Todos ellos en el campo de la Medicina. En el campo antropológico se trabajó intensamente y se sigue trabajando en el Colegio Superior de Antropología. Mucho les debemos en el estudio de la Medicina Antropológica.
Base científica del Modelo Antropológico o Integral
La base científica se amplía. Comprende conocimientos aportados por la biología a los que se suma los de la antropología, constituyendo así la ciencia única de la persona, o sea bioantropológica, de donde se habla de medicina antropológica aunque es preferible denominarla integral. De esta manera el ejercicio del cuidado de la salud implica la constitución de un equipo integrado por profesionales formados en ambas vertientes científicas. Para hacerlo más comprensible es menester empezar por analizar el concepto de persona, lo que haremos a partir de la concepción evolucionista.
El hombre se define científicamente como un ser autoecoorganizado, en función del principio de Forester, según el cual la autoorganización es dependiente de nuestro ambiente (biológico, meteorológico, sociológico, cultural), comprendiendo las facetas somato, psíquica, social y cultural, e historicidad. En este proceso el hombre puede considerarse como una organización, conocida, precisamente como consecuencia de la interrelación hombre-medio, que genera, a su vez, la noción de autonomía aplicada a un ser viviente. El ser viviente debe ser comprendido como un entrelazamiento de múltiples componentes, por lo que se describe como organización somatopsicosociocultural que vive en un universo donde existe el azar, la incertidumbre, el peligro y la muerte, de manera que el sujeto tiene, inevitablemente, un carácter existencial.
De esta manera se constituye la persona. Cada una con su sello propio, su personalidad, su pensamiento y su creatividad, con conciencia y libertad, con actitudes que deben interpretarse como capacidad y disposición para la acción correcta. El conocimiento implica información y comprensión de la acción. Comprender y entender constituyen el saber. Actitud es saber. Saber y saber hacer es conocer y actuar.
El hombre actúa en sociedad, lo que implica en primer término comunicación entre sus integrantes, que es directa y permite el desarrollo de la sociedad hacia estadíos superiores. El hombre piensa y crea en cuanto es parte integrante de una comunidad.
El conocimiento de la realidad es, en último término, lo que corresponde analizar, pues el conocimiento del hombre se ha ido configurando a lo largo de los siglos por diversos conductos, en función de sus necesidades y las exigencias del medio. El hombre es único pero no está unívocamente caracterizado por determinado rasgo biológico psicológico o social. El hombre es un sistema funcional completo con un conjunto de propiedades que no podemos comprender independientemente unas de otras. Este sistema funcional único es el que asegura la evolución continua en el campo social y establece la interrelación, de manera tal que las circunstancias sociales y culturales cambiantes contribuyen a moldear individuos, capaces a su vez, de producir cambios en los medios que le rodean. De esta manera se fundamenta la noción de la libertad, que es una conquista social.
Muchas definiciones del hombre se han propuesto, despectivas unas, laudatorias otras. Nos quedamos con estas tres:
«El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego; el mundo desgraciadamente es real, pero yo, desgraciadamente, soy Borges». (Jorge Luis Borges) 10
«Hombre eterno y universal, al que hay buscar en el seno de cada uno de nosotros, el hombre tangible, concreto, visible de carne y hueso, y corazón y cabeza, el que nace, sufre y muere, el que come y bebe, juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hombre, el verdadero hombre». (Miguel de Unamuno) 11
«Instalado en un rinconcito de su galaxia, materialmente hecho de micro y macromoléculas, células, tejidos y órganos, viviendo en el cosmos como un peculiar retoño evolutivo y específico de la amplia superfamilia homínida, libre en su medida y a su modo, dotado de intimidad personal y propia, capaz de envolver el universo que ve y todos los universos posibles con la invisible red de su pensamiento, el hombre real, el hombre de carne y hueso». (Pedro Lain Entralgo) 12
Científicamente el modelo antropológico se funda en la asociación de ciencias biológicas y ciencias sociales, asociación que se conoce como ciencia única de la persona. Específicamente los múltiples sectores de la profesión médica con la antropología y sociología. En la práctica se forma así el equipo de los trabajadores del cuidado de la salud que trabaja en intima vinculación con representantes de la comunidad. El chileno Fernando Lolas es uno de quienes mejor definió el tema: «La medicina no es un saber puro en el sentido que lo son, por ejemplo, las matemáticas. Más tampoco es solamente aplicación de principios científicos (técnica en sentido estricto). Es un híbrido entre saber y hacer, un saber hacer (Lain Entralgo). De ahí que la condición epistemológica previa para una teoría médica sea desarrollar la disciplina médica como «ciencia de acciones» y buscar en la práctica concreta los rasgos que la distinguen de la pura especulación o la pura técnica, que aplica principios. La segunda tarea pragmática para una meta- teoría es indagar acerca de las relaciones entre economía, política ciencia ritual y vida, pues la medicina, por su mismo carácter de saber hacer, no es un conocimiento puro, sino incluido por el contexto en que se desarrolla la cultura, que la nutre, y la sociedad a la que sirve. En tal sentido, metamedicina quiere decir más allá de la medicina, en tanto saber técnico y consideración del cuidado de la salud como una tarea que involucra a profesionales y profanos, cada cual con su propia teoría y sus propias creencias. El punto de encuentro es justamente la disciplina a la que llamamos «metamedicina» o «medicina teórica». 12
Jean Bernard 13 señala que la sociología puede examinar a la medicina para confirmar las hipótesis más generales referentes al sistema social y la estructura de los comportamientos sociales. Así ha surgido, agrega, la sociología médica, con equipos conformados por médicos, demógrafos, economistas, educadores, sociólogos. Y así también se han creado dos sociologías médicas: de la medicina y con la medicina. La sociología, sostiene, es muy útil a la medicina, pero son necesarias limitaciones. A menudo se considera factor exclusivo al ambiente y se desprecian factores genéticos. Lógicamente, los sociólogos insisten en los factores que rodean al hombre, pero la medicina debe rechazar la tentación de atribuir todo a esos factores. Una colaboración estrecha entre genetistas y sociólogos puede ser muy fecunda en este terreno.
A su vez, Sigerist 14 dice enfáticamente que «la separación neta entre la ciencia y los conocimientos humanísticos es artificial y constituye un desarrollo tardío en nuestra evolución cultural, como resultado de la especialización, que nos inclina a veces a identificar el humanismo con la cultura y las ciencias con la tecnología, lo cual es completamente equivocado».
E. Debenedetti lo concreta sabiamente:
«La clínica, por lo demás, puede afirmar orgullosamente que es la única ciencia que recurre a cualquier medio de auxilio -desde la química a la física, desde la estadística a la bacteriología, desde la anatomía a la psicología-, siguiendo los caminos que los investigadores quieran seguir, sin límites escolásticos a sus aspiraciones. Y tanto peor para el que caiga.
«Sólo habrá de observarse una condición formal: partir del enfermo para pasar al laboratorio y, tarde o temprano, regresar siempre al enfermo».
En cuanto a la labor específica del médico creemos conveniente puntualizar algunos conceptos.
Uno de ellos, destacamos permanentemente que la medicina antropológica es medicina integral. Pero es también individual, personal. El enfermo que solicita nuestra atención es siempre un enfermo distinto. En consecuencia, el trabajo médico, si no es rutinario, consiste en buscar lo que hace de este paciente un caso individualizado, no reducible a la fórmula general. El enfermo es siempre una persona diferente. Letamendi subraya que «no es todo tiempo el mismo nuestro cliente, ser uno e indiviso, que, doliente y temeroso, nos llama con la esperanza de que el fruto de nuestra investigación ha de ser provechoso a él, no a los clientes de laboratorio de nuestra alucinada fantasía». Este concepto de singularidad lo tuvieron en cuenta ya los médicos antiguos. Enseñaban que prescribir idénticos medicamentos para la misma enfermedad en dos individuos y esperar igual desarrollo evolutivo puede concluir en ocasiones en un gran daño a uno de ellos. Recordemos el proverbio hindú: lo individual es lo más universal. El maestro mundial de la gastroenterología, H. Bockus, sostenía que «en el occidente, nosotros vemos la grandeza del hombre en su vida individual. Una gran sociedad es para nosotros aquella compuesta por individuos que son felices, libres y creadores. Nosotros no creemos que los individuos deban ser iguales. Nosotros concebimos la sociedad como una orquesta en la cual los que actúan tienen diferentes instrumentos y papeles que desempeñar y en la cual la cooperación resulta de un consciente propósito común». 15
Solía decirles a mis alumnos que la medicina antropológica es la medicina de las dos i: integral e individual. Y agregaba que, al igual que hay sastres de medida o de confección, debemos proporcionar a nuestros enfermos una atención de medida y no de confección. Esta manera de actuar es ahora más difícil que nunca, ya que convertida en un negocio, la medicina a medida es muy cara, mucho más cara que la medicina standard aunque es muy común que el pobre ni a esta medicina tenga acceso.
Igualmente debemos subrayar la relación de la medicina con la sociedad. La medicina antropológica es una propuesta válida para esta época. En cuanto integrante de la cultura, la ciencia mantiene estrecha relación con ella y sus otras manifestaciones y expresiones. La medicina antropológica, con su condición esencial de medicina de la persona, guarda relación con el arraigo de la democracia social con su contenido de respeto a la libertad y dignidad del hombre y de justicia equitativa como guía de la sociedad.
Escardó decía con acierto que «la medicina es una actividad regulada estrictamente por la necesidad individual pero también por la necesidad cultural; un ejercicio que marcha con los procesos globales del ser humano». 4
La participación del antropólogo, esencial y trascendental la definió muy bien la Licenciada Leila Mir Candal en una conferencia dictada en la Sociedad de Medicina Antropológica. 16
«El hombre vive en una sociedad y con una sociedad, vive en la historia. El sentido que cada sociedad se forja se hace evidente solo para aquél que le es familiar. Cada sociedad esboza en el interior de su visión del mundo, un saber singular sobre el proceso de salud-enfermedad, atención de sus usos, sus correspondencias, sus valores, su sentido. Desde esta perspectiva la salud y la enfermedad no son concebidas como estados individuales en oposición, sino como expresión de un proceso más amplio de determinación histórica y social.
«La particularidad del abordaje antropológico es la de descentrar el propio marco de referencia etnocéntrico, para dirigirse hacia el universo propio de los actores sociales, procurando comprender en sus propios términos, la lógica de cada uno de los otros culturales en contacto y las formas en que estas se ponen en juego en distintas situaciones sociales.
«Para ello, la antropología médica, como una de las áreas de especialización de la antropología social, reflexiona sobre las formas socioculturales que adquiere el estar sano o enfermo como parte de un proceso histórico social, en el que se conforman las subjetividades colectivas (Kolinsky, 1995).
«Y analizar el proceso salud-enfermedad como una construcción social y cultural del hombre, como parte de un entramado en el que se articulan procesos económicos, sociales, políticos e ideológicos (Grinberg, 1995).
«Los trastornos se constituyen como enfermedad cuando un sujeto les asigna el significado de síntomas; quedan así implicados los sistemas socioculturales y las representaciones sociales e institucionales de una sociedad.
«O sea una antropología que permite, a partir de desocultar las lógicas de las presentaciones y prácticas de los actores en torno al proceso salud-enfermedad, sacar a luz el conjunto de las relaciones sociales. El análisis de este proceso es la puerta de entrada favorable para desencriptar esas lógicas múltiples, sus causas estructurales-sistemas de representación de la enfermedad, lugar del sujeto en la sociedad y sus estructuras coyunturales».
Podemos definir y precisar. Lo hacemos siguiendo a Gil Yépez 17:
– Concepción del paciente como persona;
– Concepción de la clínica con mayor selectividad e idoneidad de la singularidad del paciente;
– Ubicación del paciente en su medio ambiente;
– Atención a la condición situacional indisoluble del individuo y existencial del paciente;
– Concepción de la relación médico paciente científica, técnica y humanística;
– Metodología del trabajo clínico y de investigación individual y multidisciplinario.
La medicina científico-natural, analítica, medicina del órgano, por consiguiente reduccionista y altamente tecnologizada, al sumarle la concepción psicosocial, abre las puertas a la medicina antropológica, medicina de la persona, integral, por consiguiente con una actitud comprensiva de hombre enfermo, humanizando la técnica.
Sumado a la medicina puramente biológica la concepción psicosocial, logramos una actitud comprensiva del hombre enfermo, humanizado en su perspectiva nosológica y ecológica en su doble enfoque antropológico y antropodinámico, que tiene en cuenta la influencia genética y ecológica en sus aspectos económico y social. 18
Como se ve amalgama los tres aspectos del proceso patológico: enfermedad, padecimiento y predicamentos. La medicina antropológica es la medicina que corresponde a la etapa actual de la evolución humana, porque es eminentemente social, permitiendo profundizar el conocimiento del hombre social enfermo que, tal lo define Baruk 19, «no es una idea teórica, filosófica; es una noción concreta, real, viviente, sensible, emocionante. Este concepto es el fundamento moral de la medicina».
Otra observación muy importante, relacionada con el empleo de los recursos tecnológicos. No adorarlos (tecnolatría), tampoco demonizarlos (tecnofobia) sino usarlos con criterio clínico, tanto en la etapa diagnóstica como terapéutica. O sea, técnica humanizada, denominación creada por Trudeau 20, quien sostenía que «mejor instruidos sobre la verdadera naturaleza del hombre por aporte de la ciencia moderna y de las ciencias humanas, en particular la filosofía, deberá realizar una labor de síntesis y liberar los valores a los que deberá someterse nuestra civilización técnica».
La medicina no es perfecta, pero si perfectible. No sacamos de la manga ningún recurso oculto. No recurrimos a medios mágicos. Consideramos igualmente negativo reemplazarlo por los mitos técnicos, frutos de la adoración tecnofila. Con este criterio, amplio y generoso, aplicado al conocimiento, convertida la ciencia en sabiduría y tomando como guía servir al HOMBRE, así con mayúscula, no adorándolo, huyendo del antropocentrismo, lo estudiamos para conocerlo y servirlo correctamente.
Un técnico no médico, K. Magnus 21 se ocupó del tema en un trabajo titulado «La medicina técnica como reto para el médico» y sostenía que:
«La ciencia curativa sin el fundamento de la metodología científico-natural sería un ensayo a tientas en la zona gris de las presunciones inseguras, pero la técnica curativa sin trascendentales conceptos antropológicos y experiencias se convertiría en una manipulación de datos que estrecharía el campo visual».
La síntesis es precisamente la medicina antropológica. Como decía el mismo Magnus, «inteligencia y razón habrán de colaborar para encontrar el buen camino; la inteligencia nos permite diferenciar lo posible de lo imposible; la razón elige lo sensato y lo absurdo, pero, en cualquier caso es una exigencia categórica de la razón aprovechar hoy las fuerzas de la inteligencia».
La medicina antropológica, integral o de la persona es la culminación de un proceso cuyo objetivo es dotar a la sociedad de medios adecuados para el cuidado de la salud de sus integrantes.
Este proceso se ha desarrollado en varios aspectos:
1. La base científica de la medicina incluye ciencias biológicas y ciencias sociales, conformando lo que se conoce como «ciencia única de la persona».
2. Se establece, por consiguiente, una relación cada vez más estrecha con las otras profesiones que participan en el cuidado de la salud y la atención de la enfermedad.
3. El hombre, y precisamente el hombre enfermo, debe ser considerado como una integridad con individualidad, lo que deriva en una labor amplia que suma ciencia y técnica con humanismo.
4. Simultáneamente, se produce una profunda modificación en el ejercicio profesional de la medicina: el médico es ahora un integrante del complejo formado por los trabajadores de la salud, con todos los beneficios y obligaciones que de ello derivan.
5. La medicina es fundamentalmente una función social, de esta caracterización proviene sus obligaciones para con la población y, a su vez, las obligaciones del Estado con los profesionales de la salud.
6. En consecuencia, se suman y se relacionan derechos individuales con derechos de la sociedad. La sociedad debe asegurar la vigencia plena de los primeros. Se consagran los derechos de los enfermos, su autonomía, a cuyo servicio deben estar la sociedad y los trabajadores de la salud.
7. La medicina debe responder a una serie de normas de ética, que en conjunto configuran lo que hoy se conoce con el nombre de bioética; basada en el reconocimiento de conceptos de libertad y democracia proclamados por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
8. En este proceso evolutivo y de progreso la medicina deriva en la «eubiatría» que anunciaba E. Mira y López 18.
«Creemos que el próximo paso de la ciencia médica será el de su ascenso al concepto de «eubiatría», o sea, de medicina integral que, además de tener el doble enfoque psicosomático y somatopsíquico (propiamente antropológico y antropodinámico), tomará en cuenta la influencia genética (patología constitucional) y el factor ecológico. Este último, en su doble modalidad económica y social, afecta no solamente a la comprensión de los fenómenos morbosos sino a su tratamiento de acuerdo con criterios colectivos de medicina social e higiene pública y también presupone una total reorganización del aspecto «profesional», donde habrá nuevos derechos y deberes, nuevas estructuras orgánicas y nuevos medios de actuación de los futuros egresados «eubiatras».
Hemos elaborado una síntesis de nuestro pensamiento que consideramos suficientemente ilustrativa:
1. El objetivo de la medicina es el de promover la salud mediante la prevención y el tratamiento de las enfermedades. Juzga su eficacia por sus logros prácticos en la promoción de la salud, basando sus principios en conceptos legales y morales por los cuales el médico debe obrar.
2. La medicina es una disciplina de base fundamentalmente científica que tiene principios específicos, objetivos independientes y métodos propios de evaluar sus resultados.
3. Debe, verse, entonces, como una disciplina autónoma, con leyes y métodos propios que se benefician con el mutuo intercambio de la metodología con ciencias biológicas y también sociales.
4. Constituye una actividad de pensamiento que requiere el estudio de diversos sistemas con distintos niveles de organización, y de ahí entonces que los métodos usados para entender los fenómenos que ocurren en distintos niveles de complejidad sean necesariamente diferentes, siendo algunos científicos y otros probablemente no.
5. Esta manera de pensar permite al médico:
a. Pensar y actuar racionalmente;
b. Reconciliar el método científico con el humanismo;
c. Integrar las áreas psicosociales al complejo disciplinario de la medicina, que facilita a su vez la comprensión de los fenómenos que predisponen, determinan y mantienen las enfermedades, una teoría que explica los cambios en la incidencia y prevalencia de las enfermedades, que proporciona las razones por las cuales ciertas enfermedades son más frecuentes en una cultura y/o sociedad, mientras que otras son aparentemente independientes de los fenómenos socioculturales; una teoría, en suma, que explica la historia natural variable de la mayoría de las enfermedades.
6. Así visto, el ejercicio de la medicina requiere:
a. Los estudios sistemáticos de las relaciones entre los factores sociales, psicológicos y biológicos que determinan la distancia entre salud y enfermedad;
b. La aplicación de los principios científicos al estudio de los fenómenos subpersonales que afectan la salud; y
c. El enfoque integral y humanitario de la práctica médica.
7. El modelo fundado de esta manera es integral, a la vez que individual; se basa en los siguientes cinco principios:
a. Concepto positivo e integrativo de la salud;
b. Necesidad de la participación activa del individuo en el cuidado de su salud;
c. Concepto de educador del médico;
d. Concepto multifactorial de las enfermedades; y
e. Empleo igualmente factible de procedimientos naturales, no invasivos, no ortodoxos, para tratar enfermedades.
Subrayamos que tan solo nos hemos ocupado en esta nota, fundamentar científicamente el cambio del modelo biomédico por el bioantropológico, integral, de la persona. De manera que deberá continuarse con el análisis de su aplicación, tanto en el campo de su enseñanza como de su aplicación en el ejercicio profesional. A buen seguro que ese estudio nos conducirá a una conclusión que me permito adelantar.
Hablamos de CAMBIO de modelo médico, que es parte integrante del Cambio que debe realizar la sociedad toda, como manera de salir de la tremenda crisis que la agobia como consecuencia de la política de base economicista del sector dirigente, usando entre otros medios, y muy especialmente, la tecnología, para asegurarse su dominio sobre la mayoría cautivada de la comunidad.
En esa empresa liberadora, la ciencia ha de aportar su parte tal como lo define nuestro maestro, Bernardo Houssay 23:
«Es preciso que exista un adelanto moral suficiente para que los progresos científicos sean aplicados solamente para el bien. A ellos se llegará por el respeto a la dignidad y libertad del hombre y no reduciendo la humanidad a rebaños de seres temerosos y esclavizados. La ciencia adelanta más en las épocas de paz, de estabilidad social y de respeto por la libertad. No me cansaré de proclamar la necesidad, para la ciencia de un ambiente de libre examen, contrario al principio de autoridad dogmática. Ella solo puede vivir y florecer en estas tres libertades: libertad de buscar la verdad, libertad de exponerla, libertad de examinarla».
Digno «pendant» a esa bella invocación, la formula Portnoff 24 (estudioso francés), cuando formula su propuesta:
«En el desarrollo de la investigación hay que movilizar la creatividad de todas las personas, lo cual significa rechazar toda forma de organización que limite la expresión de las personas. Hay que elegir entre modelos democráticas o impotencia económica. Nuestro porvenir depende de nuestra capacidad de construir, dentro del respeto a nuestras personalidades y a nuestras culturas, un nuevo humanismo. La modernidad pasa por el hombre, sino pierde todo sentido».
Bibliografía
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23. Houssay B. «La Investigación Científica». Columba, Bs. As., 1956.
24. Portnoff A. I. y Thiery G. «La Revolución de la Inteligencia». Inti. Bs. As., 1988. Solamente incluyo mis 3 últimos libros sobre el tema
25. «Medicina Antropológica». AMA. Bs. As.1990
26. «Ciencia, Técnica y Humanismo» en colaboración con A. Candioti. Ed. Biblos. Bs. As. 1995.
27. «Medicina Integral. Salud para la Comunidad». Ed. Catálogos. Bs. As. 2000.
Autor: Marcos Meeroff
Fuente: Sociedad Argentina de Medicina Antropológica (S.A.M.A.)