«… Jamás habría podido comprender -dijo- la ruindad de los hombres y cuan poco se les da de las grandes causas, si no hubiera hecho la prueba con mis investigaciones en el sector de las ciencias naturales. Merced a ello pude ver con toda claridad que para la mayoría de los hombres, la ciencia sólo significa algo en cuanto que viven de ella y hasta llegan a adorar el error cuando este es la base de su existencia. Y otro tanto sucede en el campo de la literatura. También en él, rara vez se observan grandes intenciones y un respeto profundo por lo verdadero y honrado. Cada cual bombea a otro para que este lo bombee a él; lo verdaderamente grande molesta y de buen grado lo borrarían del mundo para poder ellos ser algo. Así es la masa, y los que descuellan no son mejores…»
«…El hombre no ha nacido para resolver el enigma del mundo, sino para averiguar donde está el problema, cuidando de detenerse en la raya de lo incomprensible. No basta su capacidad para entender las operaciones del universo y nuestra pequeñez hace que resulte baldío todo empeño por introducir la razón en el mundo. La razón del hombre y la razón de la Divinidad son cosas muy distintas. Si le concedemos libertad al hombre habremos acabado con la omnisciencia divina; porque si la divinidad sabe lo que yo voy a hacer, forzoso será que yo obre conforme a ese saber divino. Apunto esto solamente como una muestra de lo poco que nosotros sabemos y de cómo no es bueno que pongamos mano en los secretos de Dios. No debemos tampoco publicar máximas sublimes, sino tan sólo aquellas que pueden ser útiles al mundo; las demás debemos guardárnoslas para nosotros, pero de modo que difundan sobre todos nuestros actos algo así como el dulce fulgor de un sol recóndito…»
«…Todo cuanto hacemos trae sus consecuencias; pero no siempre lo justo y razonable produce consecuencias felices, ni tampoco lo absurdo consecuencias desdichadas; sino que a menudo sucede todo lo contrario. Hace algún tiempo en mi trato con libreros cometí una torpeza y me pesó. Pero ahora las circunstancias han cambiado de tal modo que la gran torpeza habría sido incurrir en aquella. Caso es este que se repite con frecuencia en la vida, y los hombres de mundo que la saben acometen sus empresas con toda audacia y frescura.
Colaborador: Diego Martín
Fuente: Johann W. Goethe, Obras Completas, Tomo III
Conversaciones con Goethe por Juan Pedro Eckerman (1823-1832)
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