Con la práctica la nariz del perro casi siempre sabe…

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Los beagles y otros perros, altamente motivados por la recompensa de alimento y por su aspecto no amenazante para los pasajeros aéreos, son muy demandados para su trabajo olfatorio.  Están siendo utilizados para oler explosivos, armas, drogas, oro, pérdidas de gas, termitas, huevos de tortugas de mar, especies en peligro de extinción, trazas de compuestos inflamables y larvas de polillas.

El Dr. Lawrence J. Myers, profesor de medicina veterinaria de la Universidad de Auburn y experto en las habilidades olfatorias remarcables de los perros, está investigando la posibilidad de que los perros puedan detectar melanomas y otros tumores cancerígenos.

Aunque los sabuesos como los beagles son conocidos por su sentido del olfato, el Dr. Myers dice que como regla existe más diferencias olfativas entre los perros individuales que entre las distintas razas de perros.  Casi cualquier perro puede ser entrenado para detectar blancos específicos usando un sistema de recompensa, siempre y cuando no haya sufrido una pérdida de su olfato por enfermedades o daños.

A pesar de la cantidad de aplicaciones de los perros para el trabajo de detección, se han conducido pocas investigaciones acerca de sus capacidades y procesos olfatorios.

Los pocos estudios realizados indican que un perro bien entrenado y un buen entrenador pueden tener una precisión del 95%, significativamente mayor que cualquier máquina.

El Dr. Gary Settles, profesor de ingeniería mecánica de la Universidad de Pennsylvania, dice que sus investigaciones sugieren que cuando un perro inhala, una obstrucción bulbar justo dentro de sus narinas, se abre para permitir que entre el flujo de aire claramente hacia la parte superior de la nariz pasando por los receptores olfatorios.

Cuando el aire es exhalado, esta obstrucción se cierra y así dirige al aire hacia afuera.  El proceso crea una cierta succión que le permite al perro inhalar mayor cantidad de aire.

Una vez dentro de la nariz, los vapores químicos se disuelven en los receptores olfatorios cubiertos en moco, que en los perros están en el orden de220 millones (aproximadamente 40 veces el número en humanos).  Las interacciones químicas son convertidas en señales eléctricas que viajan a través del nervio olfatorio hacia el bulbo olfatorio y luego a casi todas las partes del cerebro del perro.

Los perros y otros animales que dependen fuertemente en su sentido del olfato pueden identificar olores concentrados en un objeto tan pequeño como una moneda, obteniendo de ella todo tipo de información.

Los receptores del olfato en los insectos generalmente son sensibles a una feromona en particular que dispara comportamientos específicos, dice el Dr. John Kauer, profesor de neurociencias de la Universidad de Tufts.

Pero en los perros y muchos otros animales, los receptores individuales en la nariz pueden hacerse sensibles a un número de compuestos químicos diferentes y no relacionados.  Ese sistema crea un patrón de señales olfatorias que luego son procesadas en el cerebro para permitir que el animal identifique un objeto o su estado y responda de manera adecuada.

Otros sistemas biológicos están involucrados en el olfato pero todavía no son bien comprendidos.  Por ejemplo, los perros tienen un órgano por encima del techo de la boca.  Por muchos años, muchos han sugerido que este órgano vomeronasal detecta feromonas.

Fuente: The New York Times (Mayo 29, 2001)



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