Distribuyen más de un millón de dólares; se presentaron 569 postulantes. En las becas Guggenheim, otra vez la Argentina fue primera. Las recibirán trece científicos y artistas de nuestro país; Brasil obtuvo nueve.
Como viene sucediendo desde hace unos años, recorrer la lista de becarios del Caribe y América latina que acaba de dar a conocer la John Simon Guggenheim Foundation es estimulante: de los 36 galardones que en esta edición otorga para la región, 13 fueron a manos de científicos y artistas argentinos. Es el número más alto entre los países del área, seguido por Brasil, con 9, México, con 5, Chile, con 3, Perú, con 2, y Colombia, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, con uno cada uno.
El jurado, que como un hecho inusual para esas latitudes desde hace cuatro años es presidido también por un argentino, el doctor Guillermo Jaim Etcheverry, se reunió en Nueva York a principios de mayo y tuvo que evaluar 569 postulaciones. «Cada uno de nosotros toma un conjunto de campos y analiza las presentaciones y los juicios de los árbitros -cuenta-. Siempre es muy difícil, porque los candidatos son todos muy buenos y de importante trayectoria.»
Jaim Etcheverry atribuye el éxito de los argentinos, entre otras cosas, a la larga tradición de excelencia de la ciencia local. Pero advierte: «Brasil y Chile están creciendo, de modo que si no se hacen las inversiones necesarias, en el futuro el balance puede cambiar».
La beca Guggenheim es una de las distinciones más preciadas del mundo del pensamiento y un gran estímulo para creadores que ya tienen una carrera destacada. Uno de ellos es Fernando Pitossi, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, investigador del Conicet y director del Laboratorio de Terapias Regenerativas y Protectoras del Sistema Nervioso del Instituto Leloir. Junto con su grupo, estudia las células madre neurales en busca de posibles tratamientos regenerativos y protectores de las neuronas, con especial interés en el mal de Parkinson. El equipo intenta transferir genes a células o regiones específicas del cerebro de roedores «a bordo» de virus modificados, para aumentar la capacidad regenerativa.
La línea de trabajo de Fernando Goldbaum, actual director de la Fundación Leloir, se orienta al estudio del rol de ciertas vitaminas y proteínas que sensan la luz en la bacteria Brucella (causante de la brucelosis) y en la Rhizobium(que genera nódulos en las plantas). » Brucella y Rhizobium son patógenos muy relacionados evolutivamente», cuenta Goldbaum, que utilizará la beca para hacer experimentos biofísicos en su tema de estudio.
Otro de los premiados es Daniel de Florian,profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBAquetrabaja en física de altas energías . » Estoy interesado en la búsqueda del bosón de Higgs [una hipotética partícula elemental masiva cuya existencia predice el modelo estándar de la física, pero que hasta ahora no fue observada] en el colisionador LHC», explica. De Florian viajará a trabajar en varios centros de investigación de punta, como el CERN y el Laboratorio de Brookhaven.
Gustavo Murer también está de festejo. El investigador del Conicet explora el intercambio de información entre la corteza cerebral y otras estructuras conocidas como «ganglios de la base», del que dependen funciones cerebrales básicas vinculadas con lo social. «Esta coordinación depende en gran medida de un neurotransmisor: la dopamina -explica-. Nosotros nos centramos en los mecanismos que coordinan poblaciones de neuronas cerebrales involucradas en la actividad motriz y la adquisición de hábitos conductuales en la enfermedad de Parkinson.» Murer utilizará la beca para entender la maduración de estos circuitos neuronales durante la infancia y adolescencia. «Creemos que esto puede ayudar a comprender el origen de diversos trastornos neuropsiquiátricos, como el síndrome de hiperactividad o la esquizofrenia.»
Roberto Salvarezza, del Instituto de Investigaciones Físico-Químicas, Teóricas y Aplicadas, estudia uno de los métodos más interesantes para construir dispositivos en escalas infinitesimales: el autoensamblado molecular. «En esta estrategia las moléculas se organizan espontáneamente en sistemas de mayor complejidad -explica-. Nosotros la utilizamos para la construcción de sensores, biosensores, catalizadores, dispositivos optoelectrónicos y para biorreconocimiento.»
Mirta Aranguren, investigadora del Conicet en la Universidad de Mar del Plata, trabaja en compuestos poliméricos. «Estudio polímeros que «recuerdan» su forma original después de ser deformados y son capaces de recuperarla cuando se les aplica un estímulo externo [en este caso, temperatura]», dice. También fueron premiados Ana María Parma, del Centro Nacional Patagónico del Conicet (que estudia el manejo artesanal de pesquerías), los economistas Leonardo Gasparini y Pablo Gerchunoff, la politicóloga Catalina Smulovitz, Florencia Garramuño, investigadora del Conicet y directora del Programa de Cultura Brasileña de la Universidad San Andrés, Nora Domínguez, profesora de teoría literaria, y el compositor de música contemporánea Esteban Benzecry, residente en París.
Autor: Nora Bar
Fuente: La Nacion. Ciencia y Salud.