Chicos israelíes y palestinos hallaban paz en una piscina. Hasta el 7 de octubre

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Fuente: The New York Times

Los adolescentes del club de natación de Gran Jerusalén no se centraban en sus diferencias. Eso cambió con la guerra.

La regla era tácita, pero los adolescentes israelíes y palestinos del club de natación Gran Jerusalén la habían acatado desde siempre sin siquiera pensarlo.

Nada de política en la piscina.

Vivían en lados opuestos de Jerusalén y se reunían seis tardes a la semana para entrenar en los carriles reservados para su equipo en la YMCA. Después de dos horas de dar vueltas, se zambullían en un jacuzzi, donde bromeaban amistosamente unos minutos antes de dar por terminado el día.

Nadaban juntos, iban juntos a la playa, hacían asados juntos. Los mejores nadadores judíos representaban a Israel en competencias internacionales. Los mejores nadadores de Jerusalén Este competían para un equipo conformado de palestinos en encuentros del mundo árabe.

“No vemos al equipo como israelíes y palestinos”, opinó Avishag Ozeri, de 16 años, una nadadora israelí que recordó que un palestino de Jerusalén Este le enseñó a nadar.

“Es tan normal estar juntos”, comentó antes de un entrenamiento reciente. “Es raro incluso hablar de ello”.

Pero entonces ocurrieron los atentados de Hamás del 7 de octubre, el posterior bombardeo israelí de la Franja de Gaza y una serie de interacciones en redes sociales que pusieron a prueba la regla tácita del equipo.

Nadar juntos, ‘simplemente como seres humanos’

Los nadadores entrenan en la YMCA, una organización cristiana sin fines de lucro abierta a personas de todos los credos, en el corazón de la Jerusalén Oeste judía, y Emanuel May ha sido el entrenador voluntario del equipo durante años.

May, de 70 años, es un entrenador experimentado y con un semblante amable que creció en un colectivo agrícola conocido como kibutz. Aunque ha entrenado a nadadores campeones, asegura que su pasión no es producir ganadores. Es fomentar la unidad entre los jóvenes de Jerusalén, una ciudad donde israelíes y palestinos interactúan con regularidad en la vida diaria de tiendas, restaurantes y aulas universitarias, pero siguen divididos por un conflicto exacerbado.

“El espíritu aquí es nadar juntos, simplemente como seres humanos”, dijo.

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Emanuel May, entrenador voluntario del club de natación de Gran Jerusalén, instruyendo a su grupo en la YMCA este mes.

Hace cuatro años, el equipo, que funciona con un presupuesto muy reducido, llamó la atención de Shai Doron, presidente de la Fundación Jerusalén. La misión de esta organización, que recibe apoyo de filántropos de todo el mundo, es mejorar la ciudad para su casi millón de habitantes. Reducir las diferencias religiosas y culturales es una de sus principales prioridades.

Cuando termine la guerra en Gaza, “los 400.000 palestinos de Jerusalén Este no se irán a ninguna parte”, dijo. “Los judíos no irán a ninguna parte”.

Doron reconoce la tensión que existe en Jerusalén, especialmente en el lugar conocido por los judíos como el Monte del Templo y por los musulmanes como el Noble Santuario, y sagrado para ambos por albergar el Muro Occidental o Muro de las Lamentaciones y la mezquita de Al-Aqsa. Pero en su opinión, Jerusalén “puede crear el modelo de vida compartida y coexistencia”.

La Fundación Jerusalén apoyó a los nadadores de Gran Jerusalén con una pequeña subvención. Lo que le atraía del equipo de natación, dijo Doron, era que, según él, “nadar une a la gente de la forma más natural”.

Chicos israelíes y palestinos hallaban paz en una piscina
Miembros del club de natación en el jacuzzi de la YMCA.

En la piscina, Doron dijo: “Es imposible saber quién es judío y quién árabe. No hay símbolos que te identifiquen, como una kipá o un hiyab. Estás casi desnudo”.

En la YMCA, los niños israelíes y palestinos más pequeños toman clases de natación por separado, porque carecen de un idioma común. Cuando tienen unos 8 o 9 años y se comunican en hebreo e inglés, empiezan a entrenar juntos. Los nadadores más dotados se unen al equipo de Gran Jerusalén.

Un domingo reciente, Shams Srour, una joven palestina de 14 años, mencionó que aspiraba justo a eso.

“Quiero competir y aquí me siento muy cómoda”, comentó. “He entrenado con judíos desde que era pequeña. Es normal”.

La respuesta a los atentados del 7 de octubre

Los atentados del 7 de octubre pusieron a prueba esa normalidad de un modo que el equipo sigue procesando.

Ese día, terroristas de Hamás procedentes de la Franja de Gaza cruzaron la frontera, mataron a más de 1200 civiles y soldados israelíes, tomaron a más de 200 rehenes e hirieron a muchos otros, según las autoridades israelíes. Los videos los muestran devastando pueblos, incendiando casas, disparando a civiles a poca distancia y persiguiendo a los asistentes de un concierto al aire libre.

La mayoría de las instituciones de Israel, incluida la YMCA, cerraron de inmediato sus puertas en medio de una emergencia nacional.

Al día siguiente, Mustafa Abdu, de 18 años, uno de los nadadores musulmanes del equipo de Gran Jerusalén, subió una fotografía a su cuenta de Instagram. La foto mostraba a un niño palestino angelical no identificado que iba en brazos hombres con expresiones de angustia. El niño estaba envuelto en una manta blanca que los musulmanes utilizan para los fallecidos.

Mustafa Abdu, nadador palestino, calentando antes del entrenamiento.

Un pie de foto sobre la imagen decía: “¿Dónde estaba la gente que pedía humanidad cuando nos mataron?”.

Mustafa también publicó una cita en letras mayúsculas que decía: “Si no tienes cuidado, los periódicos te harán odiar a la gente que está oprimida y amar a la gente que está oprimiendo”.

Los nadadores del equipo se siguen unos a otros en Instagram y Avishag recordó el impacto que le generó ver las publicaciones. De inmediato llamó a Shira Chuna, una compañera de equipo de 16 años, para expresar su indignación, aunque no les contó a sus padres ni a nadie más.

Luego le envió un mensaje de texto a Mustafa en un intercambio que después compartió con The New York Times.

“Musta, ¿sabes lo mal que está la situación en Israel ahora mismo? Respeto lo que quieras decir, te pregunto de verdad”.

Mustafa le respondió cuestionando si creía, como algunas personas en redes sociales, que todos los palestinos eran asesinos.

“No dije que lo fueras Musta”, respondió Avishag. “Es la organización Hamás. Y a mi gente la asesinó Hamás”.

Avishag comentó que habían masacrado o secuestrado a niños, ancianos y familias enteras. “Vi videos que nunca se me van a olvidar”, le dijo y le ofreció reenviárselos si él quería, pero bajo la advertencia de que no recomendaba verlos.

“Av”, escribió él, “primero que nada, nosotros no somos el asesino”, dijo. “Israel nos atacaba desde hace mucho tiempo y todo el mundo lo sabe”.

“¿¿Qué??”, replicó ella. “Con todo el respeto, eso no es verdad”.

Mustafa respondió: “Nosotros siempre estamos equivocados y ustedes siempre tienen la razón”.

“No dije eso”, contestó Avishag. “Ahora mismo Hamás está equivocado”.

Le preguntó si quería los videos. Avishag quería demostrar su argumento, pero también conservar su amistad. Le mandó un mensaje: “Tengo que preguntarte: ¿estamos bien?”.

Mustafa puso un corazón en el mensaje de ella y escribió “sí” en español. Ella también puso un corazón en el mensaje de él. Parecía que habían alcanzado una paz incómoda, aunque no podrían estar seguros hasta que volvieran a nadar juntos.

Shira Chuna, a la izquierda, y Avishag Ozeri antes del entrenamiento de natación.

En los días siguientes, Israel lanzó una serie de ataques aéreos contra Gaza y siguió impidiendo que alimentos, combustible y otros suministros llegaran a los dos millones de personas hacinadas en la estrecha franja de tierra situada entre Israel y Egipto. Hamás siguió lanzando cohetes contra Israel y la invasión del ejército israelí era inminente.

El 11 de octubre llegó otro post de Instagram, este de otro miembro palestino del equipo de natación. “La victoria de Alá está cerca”, decía el mensaje. (El nadador no accedió a participar en este artículo).

Cuando Shira vio lo que había escrito, recordó: “Sentí como si traicionaran nuestra amistad, confío tanto en ellos”.

Siempre había mantenido buenas relaciones con sus vecinos palestinos. Tras el nacimiento de Shira, un amigo palestino de su padre llevó dinero a la familia, un regalo tradicional entre los musulmanes. Cuando Shira contó a sus padres lo de las publicaciones en Instagram, ellos le dijeron que, dada la tensa historia entre las dos comunidades, “no tienes por qué sorprenderte”.

En cuanto May, el entrenador del equipo, se enteró de los mensajes compartidos por Mustafa y el otro nadador, se puso en contacto con ellos. Ambos borraron inmediatamente los mensajes.

“Los quité, porque los respeto”, dijo Mustafa en una entrevista después del entrenamiento a principios de noviembre. “No quiero hablar de la guerra. Solo quiero hablar de natación”.

Una reunión de equipo

Para cuando los nadadores de Gran Jerusalén se presentaron en la piscina el 16 de octubre, el número de muertos a causa de los bombardeos israelíes en Gaza ascendía a 3000 y aumentaba con rapidez. Las atrocidades que había cometido Hamás también seguían convulsionando a la sociedad israelí.

No obstante, ¿el conflicto llegaría hasta los dos carriles asignados al equipo en la YMCA?

Chicos israelíes y palestinos hallaban paz en una piscina
Alex Finkel, a la izquierda, y Mustafa Abdu, a la derecha, tras completar un ejercicio de natación.

“Me dije: voy a comportarme con normalidad”, comentó Alex Finkel, de 17 años. “Afuera da un poco de miedo, pero he crecido con los palestinos. Haré lo que hacemos siempre y listo”.

Antes del entrenamiento, May convocó una reunión de equipo. “Aquí nadie apoya el terror”, recordó haberles dicho a los nadadores. “No se toma partido”.

En la piscina, los adolescentes entrenaron con intensidad para recuperar los entrenamientos perdidos. Sin embargo, entre ejercicios no había bromas, chistes ni charlas. Un abatimiento pesaba sobre ellos.

No obstante, los lazos profundos forjados a lo largo de los años seguían ahí. Al día siguiente, según varios nadadores, el ambiente se había relajado. Al parecer, las tensiones se habían disipado o, al menos, se habían sumergido.

Y en la piscina, la semana pasada, era imposible distinguir a los nadadores israelíes de los palestinos. Todos llevaban gafas y gorros de natación mientras completaban series de estilo libre y pecho. Las conversaciones eran alegres y seguras. Alex se burlaba de Mustafa porque le ganaba en mariposa.

En un momento dado, cuando Avishag no esperó lo suficiente antes de impulsarse en la pared, tocó los dedos de los pies de Mustafa mientras completaba una brazada. Mustafa se volvió y la miró como diciendo: “¿En serio?”, antes de reanudar. Avishag esbozó una sonrisa juguetona.

Poco después de que las fuerzas israelíes entraron a Gaza a fines de octubre, Shira se enteró de que su primo, un soldado, había muerto, a tan solo dos días de cumplir 21 años. Se perdió un par de días de entrenamiento de natación.

Cuando Shira regresó, Mustafa se le acercó y le dijo que lamentaba su pérdida.

“Sentí que le importaba”, afirmó.

Al final de un entrenamiento reciente, Mustafa salió de la piscina, se quitó el gorro morado y se dirigió al jacuzzi con el resto del equipo.

“Esta es mi segunda familia”, comentó. “Si tenemos un problema, lo solucionamos como un equipo”.

La guerra en Gaza ha puesto a prueba a los adolescentes del equipo de natación de Gran Jerusalén, compañeros de equipo desde hace años.

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