Está en calles y puentes, en obras históricas como el Panteón romano y en símbolos de la arquitectura contemporánea como la Casa de la Ópera de Sídney: hablamos del cemento.
Detrás de este material hay una poderosa industria global cuyo negocio asciende, según la consultora CW Research, a unos US$300.000 millones anuales.
Pero el cemento, conocido desde la antigüedad y cuyo uso se extendió por todo el mundo particularmente después la Segunda Guerra Mundial, tiene su lado oscuro.
Y es que lo produce una de las industrias más contaminantes del mundo.
El costo de la civilización
«La química y mineralogía del cemento son complejas», explican en el sitio de la Iniciativa de Sostenibilidad del Cemento (CSI, por sus siglas en inglés), que integran 24 empresas productoras de cemento radicadas en 100 países.
«En términos simples, el cemento es una estructura mineral creada por el hombre a altas temperaturas, que está hecha principalmente cal, sílice y óxidos de aluminio y hierro», agregan.
Para poder producir cemento a temperaturas tan altas como 1.400°C se requiere de grandes cantidades de energía, lo cual generalmente significa quemar combustibles fósiles y, por ende, emitir dióxido de carbono (CO2).
A esos gases de efecto invernadero se suman los que se emiten en el proceso en sí mismo.
Como consecuencia, cada tonelada de cemento termina generando casi una tonelada de CO2.
Para ponerlo en perspectiva, esta industria representa entre 5% y 8% de todas las emisiones globales de CO2 producidas por el ser humano, de acuerdo con diferentes estudios.
La industria del cemento solo es superada por otras dos en este poder contaminante: la de los combustibles fósiles y la de la explotación de la tierra.
Según la CSI, los efectos de la industria van aún más allá, afectando «una amplia gama de asuntos vinculados a la sustentabilidad, incluyendo el cambio climático, emisiones al aire y agua, explotación de recursos naturales y salud, y seguridad de los trabajadores».
Por eso existe una fuerte presión de parte de gobiernos y organismos internacionales para que la industria consiga volverse más sostenible.
Sin claros sustitutos
A diferencia de industrias como la de la electricidad, que ha logrado desarrollar sustitutos a los combustibles fósiles, el cemento que en este momento se está utilizando sigue siendo en mayor o menor grado similar al que usaban los romanos.
Y sigue teniendo una alta demanda.
Este año el consumo de dicho material aumentará 1,5%, a pesar de que el pujante mercado chino sufrirá una desaceleración, informó la Asociación Mundial de Cemento.
A modo de referencia, China utilizó más concreto en los tres años posteriores a 2008 que Estados Unidos durante todo el siglo XX.
Si bien en los últimos años han surgido diferentes iniciativas para producir cemento más «verde», ninguna logró un éxito masivo.
Por ejemplo, la Unesco organizó a mediados del año pasado el simposio científico «El futuro del cemento», con el objetivo de unir mentes para lograr emitir «menos CO2, (consumir) menos energía pero también (alcanzar) mayor desempeño, seguridad, confort y estética».
«Durante 200 años, el cemento ha acompañado fielmente a la sociedad en todas sus evoluciones», dicen desde la Unesco. En palabras de la organización dependiente de Naciones Unidas, es tiempo de ver las innovaciones que acompañarán los siguientes dos siglos.