El peculiar aroma a mar que genera una saludable sensación de bienestar, es producido por un microbio que vive en los lodos de las salinas y emite un gas responsable de esta percepción olfativa, afirmó una investigadora del Conicet.
Durante una conferencia sobre el mar organizada por el Conicet y la fundación Ecocentro y dictada en Buenos Aires, la investigadora Matilde Otero Losada explicó que «el responsable del particular olor de la orilla del mar es un gas fuertemente oloroso llamado dimetil sulfuro (DMS)».
«El profesor Andrew Johnston junto a su equipo de la Universidad de East Anglia aisló a principios de este año esta bacteria en los lodos de las salinas de Stiffkey, en la costa de North Norfolk», en el Reino Unido, dijo la especialista en investigaciones sensoriales del Conicet.
Este equipo pudo identificar el gen responsable de la emisión y producción de un gas fuertemente oloroso responsable de esta percepción olfativa: el dimetil sulfuro (DMS), lo que le valió la publicación del trabajo en la revista científica Science.
«Los científicos identificaron hace tiempo al dimetil sulfuro, pero no el mecanismo responsable de su producción, por lo que, aislando este único gen de Marinomonas y clonándolo en otras bacterias normales, han podido descifrar ahora el proceso metabólico por el que se produce el DMS», explicó Otero Losada durante una conferencia en la librería El Ateneo.
Así, el olor a mar quedó así identificado y pudo ser «embotellado» en tubo de ensayo.
Un gas muy particular
El DMS es un gas fuertemente oloroso, agradable en concentraciones bajísimas y desagradable en concentraciones altas -el olor y su componente hedónico (placer-displacer) varían con la concentración en la mayoría de las sustancias aromáticas-, y tiene un efecto tónico-estimulante en los seres humanos.
La sustancia se encuentra en las trufas y es la que atrae a los cerdos en la detección de esa especie de hongo. Es también la responsable del característico olor a repollo hervido y señala las fuentes de alimento para las aves que sobrevuelan los océanos.
No existe efecto tonificante farmacológicamente comprobado del mar, pero, si bien no se debe a las características inherentes del olor en cuestión, el efecto estimulante-energizante del aroma a mar es perceptible.
«El olfato es un sentido emocional más que intelectual y esa sensación sobre el peculiar olor marítimo es atávica y nos remonta a una cuestión culturalmente adquirida, que depende del contexto y no del estímulo aislado», dijo Otero Losada.
No es el olor en sí, en cuanto a composición química se refiere, sino el olor asociado al contexto y como huella que se transmite de generación en generación, como parte del acervo genéticamente incorporado a lo largo de la evolución de la vida en el planeta.
Neuroanatómicamente, la vía olfativa recorre los mismos centros encefálicos que sirven de asiento a la memoria y el aprendizaje (circunvolución del hipocampo), así como el tono emocional (núcleo amigdalino) influye en la respuesta hormonal (hipotálamo e hipófisis), las sensaciones de hambre y saciedad (hipotálamo), y en las funciones digestivas, la motilidad gastrointestinal y la frecuencia cardíaca.
«El aire es esencial para la vida e invariablemente huele a algo; en consecuencia, el cerebro permanentemente recibe esa información, que no está bajo dominio entero de la voluntad porque hay que respirar y, aunque el olor sea desagradable, es un reflejo de vida», concluyó la investigadora.
Autor: Matilde Otero Losada
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Fuente: La Capital