Fuente: BBC
«Puedo parecer loca, pero no lo soy», escribe Joanie en un foro de apoyo a personas afectadas por el cáncer, cuando relata cómo podía oler «un aroma similar a descomposición» cuando su marido sufría de cáncer de próstata.
Su marido superó el cáncer, pero en 2012 se alarmó al percibir ese olor de nuevo. No mucho después, a Joanie se le diagnosticó cáncer de pulmón.
Aunque muchos pacientes de cáncer y sus parientes no notan tales olores, la experiencia de Joanie no es poco usual.
«He tenido a mucha gente escribiendo sobre esto», cuenta George Preti, del Monell Chemical Senses Center de Philadelphia, en Estados Unidos.
«He recibido muchas observaciones de enfermeras e investigadores en este área, pero son en su mayoría reportes anecdóticos».
El olor a enfermedad
A lo largo de la historia, médicos han olido el aliento, la orina, excrementos y otros fluidos de sus pacientes para elaborar un diagnóstico.
Se sabe, por ejemplo, que la fiebre amarilla huele como una carnicería, la insuficiencia hepática como pescado crudo y la fiebre tifoidea como pan integral fresco.
Un reciente experimento aportó evidencias sobre cómo la gente emite malos olores cuando enferma.
El equipo de investigadores, liderado por Mats Olsson, del Instituto Krolinska de Estocolmo, en Suecia, vistió a ocho voluntarios sanos con camisetas de algodón.
Luego inyectaron a la mitad del grupo un placebo y a la otra mitad un químico que les provocó una reacción similar a la que se da cuando uno sufre gripe.
Un mes después, los participantes volvieron y se inyectó el químico a la mitad que no lo recibió la primera vez.
Hecho esto, tomaron las camisetas, recortaron los trozos de tela que cubren la axila y estos se usaron para dar soplos de aire a un grupo de voluntarios.
«Clasificaron las camisetas de acuerdo a cuán intenso, desagradable o poco saludable era el olor», dice Olsson, «y resultó que el grupo catalogado como enfermo tenía peor olor».
La utilidad del mal olor
Aunque Olsson admite que el estudio, publicado en la revista Psychological Science, era muy reducido, cree que la gente enferma emite una clave química para advertir a los otros de un posible contagio, o para indicar que necesitan ayuda.
Los malos olores existen por alguna razón, afirma Val Curtis de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. Según explica, el cerebro cuenta con un sistema «que ha evolucionado para hacer que nos alejemos de cosas que nos pueden enfermar».
Pero para Olsson, «lo nuevo e interesante» sobre el estudio de las camisetas es que los seres humanos parecen capaces de oler enfermedades en su fase temprana, mucho antes de que uno empiece a oler a carnicería o pescado crudo.
Detección temprana
En el caso del cáncer, una detección temprana es crucial, pero los síntomas que llevan a visitar al médico normalmente no surgen hasta que la enfermedad está avanzada.
George Preti da el ejemplo del cáncer ovárico, que se ha convertido en el centro de sus estudios.
«Si te imaginas un grano de pimienta y una cebolla, la diferencia en tamaño entre ambos es la diferencia entre el momento en que debería ser diagnosticado y cuando normalmente se diagnostica», afirma.
Preti espera que el olor del cáncer ovárico pueda ayudar a los médicos a detectar la enfermedad cuando es del tamaño de un grano de pimienta.
Narices electrónicas
En nuestro metabolismo diario, nuestros cuerpos producen químicos que se evaporan en el aire.
Las células cancerosas, dice Preti, tienen un metabolismo diferente que las normales, y por lo tanto emiten un patrón distinto de químicos, un olor diferente.
Aunque es demasiado sutil para muchas narices humanas, perros han sido entrenados para identificar múltiples tipos de cáncer y diabetes. (Los humanos tienen cinco millones de receptores de olor, pero los perros cuentan con 300 millones).
Es por ello que Preti trabaja con un centro canino que entrena a cuatro perros para que detecten tejidos de cáncer ovárico.
Asegura que pueden detectarlo con un 90% de fiabilidad. Sin embargo, la idea no es que los perros trabajen en los departamentos de oncología de los hospitales, sino que le ayuden a identificar este «olor».
Una vez se logre esto, su colega Charlie Johnson programará unos sensores llamados «narices electrónicas». Los prototipos de Johnson imitarían los receptores de olor de una nariz usando nanotubos de carbono, cada uno con una muestra de ADN adherida.
Estas muestras logran transformar la mezcla de químicos en el aire en señales eléctricas.
No sólo humanos y perros
Los perros no són los únicos animales que pueden oler el cáncer. A parecer, también pueden hacerlo las moscas de la fruta.
Actualmente, ya se emplean distintos tipos de «narices electrónicas» en diversos ámbitos; para detectar gas venenoso en zonas de guerra o aseverar la calidad de una cerveza.
Pero ahora están a punto de irrumpir en el mundo de la medicina con el BreathLink, un aparato diseñado para detectar el cáncer de mama, con la ventaja de no tener que desvestirse ni exponerse a rayos X.
Aunque sus creadores dicen que hay que realizar más pruebas, se estima que el BreathLink podría estar disponible en los próximos dos años.
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