Cuando una célula se divide, se forma un anillo contráctil en su ecuador y toma una forma de reloj de arena. Pero en la E. invadens, que vive en el intestino de las víboras, el anillo no se contrae del todo, dejando a las células como mellizas siamesas.
Las células pueden separarse moviéndose hacia lados opuestos, o las parteras pueden cortar la conexión.
“Las parteras se dirigen hacia el tubo que une a las dos células,”dice David Mirelman quien, junto con sus colegas del Instituto Weizman de Israel, descubrió el fenómeno.
Las parteras son recluidas por mensajeros químicos. Cuando los investigadores liberaron líquido cultural tomado de alrededor de las amebas que se estaban dividiendo y lo pusieron en contacto con un cultivo celular, las células migraron hacia el punto de siembra. No todas las células atienden el llamado; el equipo cree que la respuesta puede variar de acuerdo al momento del ciclo vital de la ameba.
La composición exacta del mensajero químico se desconoce pero se sabe que contiene azúcares. Esto podría explicar porque las parteras van a ayudar a sus vecinas.
Mirelman especula que, en el pasado lejano, la habilidad de las amebas para comunicarse e interactuar pudo haber sido un paso hacia la evolución de los organismos multicelulares.
Nature (Marzo 22, 2001)