El concepto de desarrollo sostenible emana principalmente de la preocupación por la capacidad del sistema ecológico mundial para soportar la creciente población mundial y el aumento de la utilización de sus recursos.
La velocidad y orientación del crecimiento económico e industrial no pueden mantenerse sin que se la atención se centre en la pobreza y el deterioro medioambiental. Hoy, el 20% de la población mundial consume el 80% de los recursos naturales, mientras que la mitad de la población vive en la pobreza.
La realidad es que el desarrollo tecnológico y el crecimiento económico han aumentado la separación entre ricos y pobres, así como la desigualdad entre la gente, las naciones y las regiones.
La cultura, cuarta dimensión
El aumento creciente del consumo de recursos, las tensiones sociales, la migración económica y el terrorismo, suponen una carga económica y medioambiental que pesa cada vez más sobre la sociedad mundial.
El coste de las medidas de protección de las diferentes sociedades seguirá acrecentándose si las tensiones y desigualdades se amplían. La solución a largo plazo debe apoyarse en la solidaridad y la tolerancia de las diferencias culturales, lo que implica una nueva alianza para el desarrollo internacional.
Por eso consideramos que la cultura es la cuarta dimensión del desarrollo sostenible. Las culturas humanas se caracterizan por su enorme diversidad, que es un reflejo de la riqueza de la actividad humana. Cada cultura es portadora de una visión distinta del mundo, a través de una variedad de costumbres, lenguas, artes y conocimiento específico.
Una sociedad multicultural debe basarse en el respeto mutuo, la tolerancia y el reconocimiento de diferencias, para la correcta aplicación de los respectivos sistemas de valores.
No obstante, la cultura es la más vulnerable en la interacción con las demás dimensiones de la capacidad de sustentación. Por ello requiere un reconocimiento específico y ser considerada separadamente en los objetivos del desarrollo sostenible.
Nuevas oportunidades
La rápida emergencia de las tecnologías de la información, concretamente las comunicaciones globales rápidas y baratas, sobre todo Internet en los años 90, ha ampliado de forma considerable las posibilidades de cambio social.
La sociedad del futuro sufrirá importantes modificaciones debido al surgimiento de de las tecnologías de la información y la comunicación y a la aparición de una sociedad mundial de conocimiento en red.
Estas tecnologías nos brindan en este momento la oportunidad de potenciar e integrar a miles de millones de personas, incluso en los países más pobres, y, mediante esto, de propagar la prosperidad y la educación de forma mucho más amplia que antes.
La combinación del “saber hacer” (“know-how”) y del “saber por qué” (“knowwhy”) puede romper el círculo vicioso de la pobreza y la desolación que conviven en medio de la riqueza.
Además, las nuevas tecnologías ofrecen una vía de desarrollo que lleva hacia una sociedad global en red, comunicativa, en la que el valor económico y la creatividad se centran en dar un servicio no material, en lugar de la producción industrial de bienes.
Diferentes vías
Estas tecnologías proponen en consecuencia nuevas maneras de satisfacer la necesidad de acceder a la educación, al cuidado de la salud, a los mercados y a la innovación; no como alternativas a los métodos tradicionales, sino como un complemento que puede permitir que las competencias y los recursos sean utilizados de forma mucho más eficaz, dónde y cuándo sean necesarias.
Por lo tanto, estas tecnologías ofrecen diferentes vías de desarrollo económico y social. De un lado, una vía por la que los países pobres puedan acceder más rápido a una mejor calidad de vida, sin las enormes inversiones y el daño medioambiental que produce la industrialización centralizada.
De otro lado, una vía por la que los países industrializados puedan seguir aumentando su calidad de vida, reduciendo al mismo tiempo el uso de recursos y el impacto medioambiental.
Esta oportunidad ha surgido a través de la innovación, tanto en el desarrollo de la tecnología como en su uso. Nos encontramos tan sólo al principio de este cambio hacia una “sociedad de conocimiento en red”, y parte de nuestro reto consiste en canalizar el ímpetu de este cambio.
A medida que las oportunidades para alcanzar un desarrollo sostenible se hagan más obvias, sin duda alguna sabremos cómo optimizar los desarrollos tecnológicos en beneficio de todos.
Enfoque global
El desarrollo industrial de los dos últimos siglos fue posible gracias a la disponibilidad de unos recursos aparentemente ilimitados y de abundante capital financiero.
Sin embargo, la complejidad creciente de la sociedad moderna ha puesto de manifiesto que hay que prestar mayor atención a los aspectos complementarios del capital: al capital natural, al capital humano y social, al capital cultural.
Eso quiere decir que el crecimiento de la actividad económica es necesario para aumentar el bienestar y reducir las desigualdades, pero que también ha de ser compatible con el sistema ecológico del planeta.
La utilización de la energía, el agua corriente, la tierra y los recursos, debe tener en cuenta a su vez el perjuicio ecológico a largo plazo y el cambio climático. Las huellas ecológicas de la actividad industrial, dondequiera que aparezcan, deben ser reducidas drásticamente.
Por otro lado, si se aplicaran las pautas de consumo de los países desarrollados a la población mundial en su conjunto, que hoy es de 6 mil millones de habitantes, se necesitarían más de dos planetas como la Tierra para conseguirlo.
Sin embargo, el crecimiento debe orientarse hacia la satisfacción de las necesidades fundamentales de toda la población, en lugar de atender sólo las necesidades de un reducido porcentaje de personas, como ocurre ahora.
A medida que nuestras sociedades se vuelven más complejas e interdependientes, todas las dimensiones del desarrollo sostenible se plantean al mismo tiempo. Las mejoras paso a paso, aisladas, en la protección del medioambiente y en la eficacia de los procesos de producción, no han llevado a una sociedad global sostenible.
Cada dimensión de la capacidad de sustentación posee unas propiedades y metodologías específicas, y están al mismo tiempo profundamente interrelacionadas. Cada una de ellas puede ser descrita, hasta cierto punto, a través de sus propios correspondientes indicadores, permitiendo así la medida del progreso.
A pesar de ello, este enfoque fundamentalmente reduccionista no ha conducido al objetivo deseado. Nos encontramos con la necesidad acuciante de una aproximación más global, que se ocupe sistemáticamente de cada dimensión y de sus interacciones.
Valores respetados e integrados
Esta aproximación global requiere la creación y definición de un conjunto de valores que refleje las aspiraciones individuales y de grupo en las cuatro dimensiones de una sociedad sostenible.
Este conjunto de valores debe guiar e inspirar a los líderes políticos, a los gerentes de industrias y negocios, y a los líderes locales en la sociedad civil, para que puedan colmarse estas aspiraciones.
Así destacamos cuatro dimensiones diferentes del desarrollo sostenible, que ponen de manifiesto las fuertes relaciones entre ellas. Por ejemplo, la estrecha relación entre la reducción de las desigualdades y el crecimiento futuro; entre el acceso a la educación y al conocimiento y las nuevas tecnologías; entre educación y cultura; entre la utilización de recursos y las estructuras de mercado; y entre la capacidad de sustentación económica y el cambio demográfico.
Desde esta perspectiva, el nuevo “acuerdo global” que se persigue no ha de ser una simple mezcla de prosperidad, igualdad y medioambiente, sino que ha de suponer una alianza para el desarrollo sostenible en un nuevo contexto de solidaridad y diversidad cultural, basada en un desarrollo tecnológico e innovación continuados, que sean beneficiosos para todos.
El “acuerdo global” debe reunir por ello las cuatro dimensiones del desarrollo sostenible en un marco coherente. El desarrollo sostenible deberá ser introducido, por lo tanto, en la cultura del pensamiento actual orientando el crecimiento en un nuevo contexto en el cual las fuerzas de mercado aumenten al máximo la prosperidad y la calidad de vida para todo el mundo.
Texto extractado del documento de trabajo “Visions and Roadmaps for Sustainable Development in a Networked Knowledge Society”, elaborado por los presidentes del Capítulo de Bruselas del Club de Roma y del Instituto Factor 10, Raoul Weiler y Friederich Schmidt-Blekk, respectivamente, a instancias de la Comisión Europea, en el marco de los preparativos de la segunda Cumbre de la Tierra, a celebrar en Johannesburgo en agosto y septiembre de este año.
Fuente: Tendencias científicas