Un caso pionero en el Hospital de Niños

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Autor: Dr. Horacio Domene Periodista: Sebastián A. Ríos.
Fuente:
 Ciencia y Salud La nacion: http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=661239

El de un chico de 14 años con una forma rara de déficit de crecimiento, que escapaba a teorías habituales

» Tenía una mutación genética que producía la degradación de los factores de crecimiento
» La investigación del caso es considerada uno de los estudios de endocrinología del año

A los 14 años, Juan medía 1,45 metros de altura. Era un chico bajito para su edad, pero no tanto. Nada muy preocupante. Quizá lo más llamativo era que los signos de la pubertad brillaban todavía por su ausencia. Y aunque algunos chicos atraviesan ese momento clave del desarrollo más tarde que la mayoría, su mamá igual decidió consultar.
Los primeros estudios indicados por la endocrinóloga Sonia Bengolea, a cargo del Servicio de Endocrinología del hospital Fernández, arrojaron resultados contradictorios: aunque sus niveles de hormona de crecimiento eran normales, la presencia de otro factor involucrado en el desarrollo -el IGF-1- era casi nula.


«Esto último no coincidía con la sintomatología del paciente, ya que con niveles tan bajos de IGF-1 debería haber tenido un retardo del crecimiento mucho más severo del que presentaba», comentó a LA NACION el doctor Horacio Domené, del Centro de Investigaciones Endocrinológicas del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, adonde fue derivado Juan para un estudio más detallado.
Allí, los investigadores descubrieron que Juan era un caso único en el mundo: presentaba una extraña mutación de un gen que interviene en los mecanismos que se encuentran detrás del proceso del crecimiento humano. La descripción del caso, publicada en el New England Journal of Medicine, replantea algunos aspectos básicos del desarrollo.
Por eso el estudio fue seleccionado para integrar el libro que reúne los mejores trabajos de la disciplina en el año, que publica la revista Pediatric Endocrinology.
A todo esto, Juan -que en realidad no se llama Juan- atravesó la pubertad a los 18 y hoy, a los 20, mide 1,69. Y a raíz de la difusión científica de su caso, médicos suizos y norteamericanos creen haber encontrado pacientes con alteraciones genéticas similares.


Locales v. sistémicos
Para comprender las cuestiones que replantea el caso de Juan es necesario adentrarse en los delicados mecanismos que se encuentran detrás del proceso de crecimiento. «Los factores de crecimiento apodados IGF-1 se producen en distintos lugares del organismo -explica el doctor Domené-. Aquel que se encuentra en la circulación y que habitualmente medimos es el que se produce en el hígado, que representa el 80% del total.»
El resto del IGF-1, que funciona como un mediador entre la hormona de crecimiento producida en la hipófisis y los huesos que esperan su estímulo para crecer, se produce en otros tejidos. Entre ellos, el mismo hueso, como respuesta ante la presencia de la hormona de crecimiento (ver ilustración).


En el caso de Juan, que exhibía niveles de hormona de crecimiento normales, pero volúmenes de IGF-1 circulante extremadamente bajos, la pregunta que se plantearon los investigadores fue: ¿el crecimiento de los huesos largos del cuerpo, aquellos que determinan la estatura de la persona, responde al IGF-1 producido por el hígado o responde principalmente a la hormona de crecimiento que en los mismos huesos produce IGF-1?
Si respondiera al factor de crecimiento producido en el hígado, Juan debería haber sido realmente petiso a sus 14 años. Pero su estatura estaba tan sólo unos centímetros por debajo de la media. La otra posibilidad -lo que postularon los investigadores- era que el IGF-1 producido en los huesos fuese mucho más importante de lo que habitualmente se piensa.


«Este estudio sugiere que el crecimiento lineal en el ser humano tiene que ver más con la producción local de IGF-1, que ocurre en los huesos, que con la producción sistémica, que tiene lugar en el hígado», completó Domené.
En otras palabras, agregó el doctor Juan Heinrich, profesor adjunto de pediatría de la UBA, que también participó del estudio, «esto sugiere que los factores de crecimiento presentes en la circulación no explican por completo el crecimiento y demuestra que existen otros lugares de acción».


Tiempo al tiempo
Lo que resta explicar es por qué los niveles de IGF-1 sistémicos de Juan eran tan bajos, habiendo tanta hormona de crecimiento al alcance del hígado. «Para poder permanecer en la circulación y no ser degradado por el organismo, el IGF-1 requiere dos proteínas transportadoras: la IGFBP-3 y la ALS», explicó Domené.


Aunque la primera ha sido estudiada en profundidad, a la segunda nunca se le prestó mucha atención. Pero como los estudios que se le practicaron a Juan revelaron que no sólo escaseaba la IGF-1 circulante, sino también la IGFBP-3, los investigadores supusieron que los niveles de ALS serían igualmente bajos.
Mientras esperaban a que llegaran del exterior los reactivos que permiten medir el nivel de ALS, investigadores de la Universidad de Cornell, Estados Unidos, demostraron que los ratones que carecían del gen que regula la producción de la proteína ALS crecían más lentamente. Igual que Juan.


Efectivamente, sus niveles de ALS eran nulos. Estudios genéticos posteriores revelaron que Juan poseía una mutación que impedía la producción de esta proteína, que a partir de entonces se sabe que es esencial para evitar la degración del IGF-1 circulante.
Pero como los ratones sin ALS finalmente crecieron, todo sería cuestión de tiempo. La decisión terapéutica fue sencillamente esperar a que Juan creciera y llegara a la pubertad por cuenta propia. Y así ocurrió.


Por Sebastián A. Ríos



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