¿Por qué será que no se ha puesto en práctica el cine con olores?. Hay argumentos que supuestamente explican la causa. Se habla de dificultades técnicas, de saturaciones de la mucosa, etc.etc…
Intentemos otra razón de ser de este fenómeno que no se ha puesto en marcha, pese a los avances científicos y tecnológicos de la actualidad…
El olor, desde tiempos remotos, orientó a bestias y a hombres hacia sus metas y necesidades: una presa, el oasis, el breve transcurrir de un arroyo, el alimento, el sexo.
De a poco, en tanto que los animales conservaban casi intacto el uso del olfato, el hombre lo fue perdiendo, o mejor dicho suplantándolo por fragancias de flores, de especias, de esencias. El ser humano empezaba a discernir entre «buenos y malos» olores.
Conserva todavía esas características de reemplazo, negando el sentido que, contemporáneo y aún antecesor de la visión, le permitiría prever el peligro o el placer a distancia. A través de las feromonas, se dan el pronto «rapport» o el rechazo. Cosas de la comunicación, casi diríamos, intuitivas.
Pero (siempre hay un «pero»), ha predominado el uso de lo visual a través de las veloces imágenes virtuales creadas artificialmente: cine, fotografía, TV, Internet, etc., lo que trae como consecuencia el mayor distanciamiento entre las gentes, pese a que la intención plausible es «mejorar las comunicaciones».
Me pregunto: ¿por qué las guerras que se transmiten en «vivo y en directo» como partidos de football, o la explosión de las Torres Gemelas carecen de sonidos, de olores?. Negación. Pura negación. Si oyéramos los estampidos, nos taparíamos los oídos. Si oliéramos el vapor asfixiante del humo, el olor de la sangre fresca que se vierte en ese instante o la nauseabunda emanación de los cadáveres en descomposición, huiríamos, apagaríamos nuestros aparatos de TV. No habría «raiting».
Lo mismo ocurre con el cine. Hay fatales explosiones, cuerpos destrozados, carroña por doquier, pero no los aspiramos. Nuestros estómagos serían estragados, revueltos por la mezcla de malos olores y maíz inflado, negocio del día. Ni qué hablar del aroma de costosas comidas o del miserable y rancio alimento de los más pobres. No deben olerse los «chicos de la calle», son mal-educados. El cine se devaluaría.
No se huelen las diversas formas de curación, el alcohol, el éter, ni de antisépticos o desinfectantes. No percibimos el olor de la gangrena, la miasis, el pus. Ni la pestilencia de los desechos urbanos, la basura acumulada, o las aguas contaminadas. Por supuesto que no aparecerá el sudor del peón de campo o del obrero luego de un día de trabajo agotador.
Por menos que eso Charles Chaplin fue desterrado al mostrarlo en su film «Tiempos modernos»…
El OLFATO es un sentido NEGADO. Ha sido «nominado» para desaparecer.
Tapémoslo con fragancias, visiones refulgentes, música idiotizante. Pero estos otros sentidos darían lugar a nuevas reflexiones. No hablemos más del olfato. No transpiremos, no tengamos halitosis, no tosamos ni evacuemos. La «buena educación» o la «civilización» no lo permiten.
Fuente: Colaborador: Dra. Marta Bokán