AUTOR: Fernando R. Lafuente
Si un hecho define la perturbación moral de los tiempos presentes, el ansia de mediocridad latente y el ruido del vértigo sin dirección, es la hoy declinante esfera de lo que, desde el siglo XVIII europeo, se conoció como Progreso. Hay épocas en las que las sociedades han retrocedido, o avanzado hacia atrás. El Romanticismo fue la irrupción de la más apasionada exégesis de la libertad del individuo. Octavio Paz, en «Los hijos del limo», dejó constancia de esto y lo tituló «la tradición de la ruptura». Ruptura con cánones y conceptos clásicos que habían acompañado a la creación y al pensamiento desde la Grecia antigua. Las vanguardias artísticas rubricaron esa ruptura hasta el límite del silencio o la onomatopeya. Pero ese fue su final. Lo que vendría después, hasta la irrupción de la posmodernidad, sería solo una colección de epígonos que hoy no dejan de ser sino, en palabras de Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 1965) «la vulgarización del ideario romántico».
«dignidad» (con minúscula, lo cual explica el contenido de este soberbio ensayo), del citado Gomá Lanzón, es un recorrido histórico, conceptual y literario, con absoluta implicación en el proceloso devenir del presente, sobre la dignidad, «un concepto revolucionario», pues, como leemos en sus páginas, la filosofía de los dos últimos siglos «le ha dado la espalda». Gomá, tras la brillante «Tetralogía de la Ejemplaridad», se adentra en los pormenores del concepto, olvidado por el curioso éxito de lo que denomina la trilogía de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud.
Apuesta arriesgada
La apuesta de Gomá, además de arriesgada en un sociedad anestesiada, arranca con una admirable sentencia de Petrarca, ante el prestigio de la tristeza, en la que el gran poeta italiano viene a recordar que para hablar de dignidad hace falta «cavar mucho y hondo». La dignidad, para el autor, no es privativa de nadie y es patrimonio de todos. Tras una breve introducción, «Conoce tu dignidad», el libro se abre a tres capítulos, «el concepto», «en la cultura» y «en la esfera pública» en los que se presenta un sucinto compendio de los asuntos vertebrales y laterales del concepto: «La dignidad -ha declarado- es aquello inexpugnable del individuo que se resiste a cualquier proyecto que suponga su deshumanización», es decir: «Somos ciudadanos antes que profesionales», o de manera radical y precisa: «El asco ante la indignidad indica a la humanidad el camino de su progreso moral».
De igual forma, tras distinguir, al menos, cuatro usos de la cultura: interpretación del mundo, obra de arte, industria cultural y política cultural, el autor busca en el curso de la historia lo que podría interpretarse como «el estilo elevado». Desde el romanticismo, esa constante ruptura con lo anterior llevó a la literatura a viajar desde «el Olimpo a la Taberna».
Una poética
Son extraordinarias las páginas dedicadas a la prosa excelsa de Fray Luis de León como ejemplo y referencia en ese crear un estilo noble y elevado, pues «una filosofía de la dignidad, para ser completa, debe comprender también una poética» con el fin de «reavivar el sentimiento de la grandeza de la dignidad humana en el actual estadio de la cultura, un estadio que, pese a su prosperidad y progreso moral, en cierto modo grandiosos, descree de toda magnanimidad y prefiere recordarnos, con una obstinación tan parcial como injusta, además de merecedora de mejor causa, las miserias de nuestra condición». Gomá no rehúye la complejidad de una sociedad abierta, ni cae en el Apocalipsis del presente, ni se recrea en los absurdos de una sociedad abocada al espectáculo y la exhibición narcisista, sino que recorre cada uno de los aspectos vertebrales de lo que constituye el ser civilizado: «Conocer los límites propios y comunes».
La vida como arte, el arte como vida. Gomá, en la mejor tradición orteguiana, es «un filósofo en la plazuela»; como Ortega, escribe para el lector común, con una claridad meridiana, directa, cercana, crítica y gozosa. No solo es que abogue por unos «ciudadanos gozosos» sino que su propio ensayo es, ya, en sí, profundamente gozoso. Un gozo de inteligencia, sabiduría y excelente escritura.