Autor: Teilhard de Chardin
Admitamos provisionalmente ( y con todas las reservas del caso) que, en su disposición histológica, el cerebro humano individual haya alcanzado realmente, desde fines del Cuaternario, el límite que señala la psicoquímica a los progresos de su complejidad. Incluso en ese caso todavía queda que, desde entonces, por el funcionamiento combinado, seleccionado y adicionado de su multitud, los centros humanos no han dejado de tejer, en ellos y en torno a ellos, una red cada vez más complicada y más estrecha de conexiones, de orientaciones y de hábitos mentales tan tenaces y tan indestructibles como la conformación hereditaria de nuestra carne y de nuestro esqueleto.
Bajo la influencia de miríadas de experiencias acumuladas y comparadas se constituye constantemente un caudal psíquico-humano en el seno del cual nacemos, vivimos y crecemos, sin siquiera darnos cuenta, la mayoría de las veces, de hasta qué punto esta forma común de sentir y de ver no es sino un inmenso pasado colectivo, organizado colectivamente.
Entre las poblaciones clasificadas como “primitivas” por los etnólogos todavía puede reconocerse, al decir de los mejores observadores (Malinovsky), una especie de co-conciencia colectiva que facilita, con toda naturalidad, la cohesión y el buen funcionamiento del grupo.
Por el contrario, a medida que la Civilización ha empezado a subir ya no ha dejado de hacerse manifiesta una agitación creciente en el seno de la población en donde cada elemento constitutivo se sentía minado por un poder, y por tanto, por una necesidad, más vivos de actividad y de placer autónomos. Tanto que, hacia fines del siglo xix, se ha podido plantear seriamente la cuestión de si la Hominización no se aproximaba, por vía de pulverización y de desmigajamiento, a su fase final.
En esta época, en efecto, que históricamente corresponde al desarrollo pleno de expansión de la NOOSFERA, el aislamiento mutuo de las partículas humanas, exaltadas en sus tendencias egoístas por el primer establecimiento de una cultura prácticamente universal, se ha hallado como de justicia impelido a un máximo, mientras automáticamente ( por relajación interna) el “sentido de la Especie” caía en un mínimo, en el seno de un phylum cuyas capas se extendían desmesuradamente hasta cubrir la tierra. Edad de los derechos del Hombre ( es decir, del “ciudadano”) frente a la Colectividad.
No hace más de cincuenta años, la Civilización, llegada a una especie de paroxismo en Occidente, parecía que culminase decididamente en personas separadas, es decir, en Individuación.
Ahora bien, precisamente en ese momento empezaron a aparecer en el horizonte, como nubes cargadas a la vez de tempestades y de promesas, las grandes fuerzas, todavía insospechadas, de la Totalización.
LA FORMACIÓN DE LA NOOSFERA
Tres tiempos de la Socialización
- a) Primer tiempo: comprensión étnica.
- b) Segundo tiempo: organización económico – técnica.
- c) Tercer tiempo: aumentos concomitantes de conciencia, de ciencia y de radio de acción.
Primer tiempo: compresión étnica
Aquí tocamos el “ gran resorte” o motor inicial del fenómeno entero. Sobre la superficie cerrada del planeta, todos lo experimentamos, la población humana, próxima a su punto de saturación, cada vez se aprieta más en virtud del juego interno de reproducción y de multiplicación, que tiene por efecto constituir en el corazón mismo de la NOOSFERA una fuente continuamente alimentada, o incluso creciente, de energía disponible. Si en semejante asunto se hallara interesada una masa gaseosa, esta proliferación de partículas se traduciría sencillamente en algún efecto mecánico o térmico: aumento de o de presión. En el caso de corpúsculos humanos, la transformación de energía se hace más útil. Se traduce, finalmente, no en una simple equivalencia numérica, sino en un efecto de ordenación .
Segundo tiempo: organización económica-técnica
Comprímase materia inanimada: y, para escapar o responder a la acción, se verá cómo reacciona cambiando de estructura o de estado. Sométase al mismo tratamiento materia vitalizada y se verá cómo se organiza. Tal vez no haya ley más general que ésta para explicar la génesis de la Bio- y mejor aún de la Noosfera.
Tercer tiempo: aumentos concomitantes de conciencia, de ciencia y de radio de acción
Nuestro interés se aviva cuando nos damos cuenta de que este aumento de interioridad mental y , por tanto, de poder inventivo ( en el que se expresa en última instancia la compresión planetaria humana ), en la medida en que aumenta simultánea e inevitablemente el radio de acción y el poder de penetración de cada elemento humano frente a todos los demás, tiene como efecto directo el super-comprimir sobre sí la Noosfera.
Tanto que, a quienquiera se tome la molestia de analizar, aún cuando sea someramente, el mecanismo de las fuerzas económico-técnico-sociales, cuya red se extiende insidiosamente desde hace un siglo sobre el Mundo, le resultará evidente que somos impotentes para escapar a las energías de acercamiento, cuya presión incontrolable, tras haber crecido casi inobservada durante los períodos pre – industriales de la historia, viene a desenmascararse a plena luz en toda su potencia.