El origen de esta página, que sustituye a la alojada en la web del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid, es un problema de incapacidad de adaptación genuinamente darwiniana. En este caso, y quizás por azar, se asemeja en gran medida a los problemas de las personas de edad “madura” para adaptarse a (para competir en) las nuevas condiciones que impone el “mercado laboral”. Se trata, en definitiva, de que me siento incompetente para participar en el nuevo rumbo de la docencia y la investigación que supone la implantación del llamado “Plan Bolonia”. Afortunadamente (supongo que para ambas partes), he tenido la posibilidad de acogerme al programa de jubilaciones anticipadas voluntarias de mi Universidad para la renovación escalonada de las plantillas.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a mi querida Universidad Autónoma de Madrid por los treinta y cinco años de formación científica, de libertad de pensamiento pero, sobre todo, de crecimiento personal que me ha regalado gracias a que he encontrado en ella personas verdaderamente excepcionales. Y muy especialmente al Departamento de Biología, tanto al personal docente como al de administración y servicios. Es una gran fortuna trabajar rodeado de amigos. Entre ellos incluyo a los colegas que, en alguna ocasión, se hayan podido sentir molestos por mis “blasfemias” contra “Él”. Espero que sepan disculparme. Ha sido sin mala intención. ¡Ah! Y a mis alumnas y alumnos. Casi se me olvidan…
El contenido de esta página no está dirigido “contra Darwin”, sino a favor de la Biología, de la vida.
La actitud, que se puede calificar de beligerante, que se refleja en algunos de los textos que siguen, es producto seguramente, de la temperamental torpeza expositiva de quien esto escribe, pero también de la angustia que produce el comprobar, tras quince años de dedicación exclusiva, casi obsesiva, a estudiar, a intentar desentrañar el origen del darwinismo, sus causas y sus consecuencias, cuanto daño ha hecho a la Biología como ciencia, a la Naturaleza y a la sociedad y, sobre todo, el que, si observamos la deriva de sus aplicaciones, está todavía por hacer.
La concepción darwinista de la vida, de la realidad, una “depuración”, un refinamiento de las confusas ideas de Darwin, ha convertido a un ente omnisciente, omnipotente y ubicuo, la selección “natural”, con todas las condiciones que ésta implica, en la explicación del Todo. El recurso a su supuesto y nunca verificado poder para explicar cualquier tipo de proceso biológico, por complejo que este sea, y al “azar” como regidor de los fenómenos de la vida, ha venido obstaculizando la comprensión y la profundización de los conocimientos biológicos. La concepción competitiva y reduccionista de las relaciones entre los seres vivos (incluso entre sus más íntimos componentes) ha conducido a una visión sórdida y deformada de la Naturaleza y ha provocado graves desequilibrios entre sus componentes fundamentales. El determinismo genético (sin el cual la selección “natural” no tiene sentido”) extendido a las relaciones entre los seres humanos, la consideración de que los defectos, las enfermedades, incluso el comportamiento, están “inscritos en nuestros genes”, ha tenido terribles consecuencias para millones de pobres gentes y ha constituido, para muchos, una justificación “científica” de las desigualdades humanas.
Para el lector que se acerque por primera vez a esta página puede parecer pretencioso, para algunos incluso absurdo (y es posible que haya algo de ambas cosas) el intento de proponer un boceto de modelo evolutivo que haga posible integrar coherentemente la enorme cantidad de datos y conocimientos científicos que se están acumulando, especialmente durante los últimos diez, quince años en la Biología. Precisamente, esta cantidad de información procedente de diversas disciplinas, la inimaginable complejidad de los fenómenos de la vida, su extremada interdependencia y su condicionamiento, su capacidad de comunicación con el entorno, hace extremadamente difícil el intento de integrarlos en un modelo coherente, unificador, por genérico o superficial que éste sea, y absolutamente imposible por una sola persona.
No me he cansado de insistir donde me ha sido posible (incluso ante las jerarquías académicas) en la necesidad de unir los esfuerzos cooperativos (con perdón) de expertos de distintas disciplinas con el objeto de intentar poner algo de orden en el caos teórico en el que está sumida la Biología. Como esta situación no parece resultar evidente a juzgar por las continuas, repetitivas manifestaciones procedentes del ámbito de la ciencia “oficial”, me atrevo a exponer el esbozo de propuesta y su alcance hasta donde mis limitaciones me han permitido llegar.