AUTOR: Nazareth Castellanos
Los mandatarios más ambiciosos han cedido a parar sus países, la industria ha frenado sus motores, la cultura ha bajado el telón y la población mundial aprueba un severo confinamiento. ¿El motivo? Todos reconocemos que la prioridad es estar bien. En estos días la neurociencia puede aportar recetas para el bienestar, apoyándose en la evidencia de que el estilo de vida esculpe nuestro cerebro día a día. Situaciones como las ahora vividas son una lupa para observar y medir cómo es nuestro bienestar y una oportunidad para aprender rutinas que inseminan una buena calidad de vida. Algunas de las recetas neurocientíficas del bienestar (en casa) son estas:
Cuida tu postura. Nuestro cuerpo escenifica nuestros estados mentales, pero la postura de nuestro cuerpo escribe también el guion de nuestra mente. Diversos grupos de investigación observaron que, cuando nuestra postura es inclinada, encorvada o encogida, nuestra capacidad de memoria y atención es más débil, nos fijamos más en lo negativo y somatizamos más el estrés. Técnicas que nos pueden ayudar a dar cuenta de la postura y corregirla son las basadas en yoga, taichi o chi-kung. Recientes estudios científicos han mostrado que realizar chi-kung mejora la comunicación neuronal, activa las áreas cerebrales involucradas en las emociones y la idea de nosotros mismos, y regula el sistema neuroendocrino, clave para la gestión del estrés.
Consejo: para evitar que nuestro cerebro se fije más en lo negativo y cree hábitos de miedo, se propone realizar al menos 15 minutos diarios de estiramientos o prácticas de yoga, taichi o chi-kung.
Respira bien y lento. Nuestro cerebro sabe en cada momento cómo estamos respirando, pero lo novedoso (para las neurociencias) es que esa información es utilizada por nuestras neuronas para potenciar o empobrecer nuestra atención y memoria. La Universidad de Chicago mostró que la respiración nasal influye en la respuesta emocional del cerebro, poder que no tiene la respiración bucal. Ralentizar la respiración nos permite potenciar nuestras capacidades cognitivas y asentar el bienestar en nuestro cuerpo.
Consejo: para que nuestro cerebro no amplifique la sensación de dolor, modere la respuesta emocional y se potencie la atención y memoria, se propone respirar por la nariz (un truco para conseguirlo es acostumbrar a la lengua a descansar en el paladar) y realizar 10 minutos de respiración nasal lenta (seis respiraciones por minuto).
Corazón contento. Recientemente se han publicado varios artículos científicos que muestran que interpretamos la realidad según sea el diálogo entre el cerebro y el corazón, hasta el punto de influir en el sesgo racial, la percepción del dolor o la visualización de una escena. La música del corazón hace bailar al cerebro. Pero ¿interpreta siempre la música deseable? Nuestro corazón escribe una sinfonía con cada pulso cardiaco, y cuanto más flexible sea (mayor variabilidad cardiaca tenga, en lenguaje científico), mayor inteligencia cognitiva y emocional tendremos. Lo bello es que esta sinfonía es la adecuada cuando estamos contentos, o nos divertimos, según muestra un estudio reciente. La neurociencia más vanguardista nos sugiere, por tanto, que la alegría armoniza el baile entre el corazón y el cerebro.
Consejo: para que nuestro cerebro interprete el mundo que nos rodea de forma más saludable y siga a un corazón armonioso, se propone recrearse en las noticias alegres, buscar el lado positivo de cada situación, reírse de uno mismo y divertirse un rato cada día.
Silencio cerebral. Uno de los artículos más célebres de la ciencia moderna rezaba así: una mente divagante es una mente infeliz. La cantidad de recuerdos, imaginaciones y diálogos que asaltan nuestra mente es incalculable. O al menos lo era hasta hace unas décadas, cuando la Universidad de Washington midió la disipación de energía que supone estar en dicha ensoñación, sin tener control sobre la atención consciente. Rara vez estamos en el presente. Los beneficios de una vida presente se podrían resumir en una mejora del sistema nervioso, inmune, endocrino y cardiovascular. Es decir, en todo.
Consejo: para que nuestro cerebro esté más calmado y nos sintamos más satisfechos, sea consciente de algunos de los actos que componen su día (la ducha, las sensaciones del cuerpo al estar sentado, asomarse a la ventana a aplaudir o cantar) y disfrute del silencio (prescindiendo un rato de la música, televisión o el habla).
Estamos ante una situación compleja que tiene un evidente lado dramático, aunque es también una oportunidad para adquirir hábitos saludables, para conocer y conocerse mejor, pero sobre todo para afianzar los pilares de lo que más importa: estar bien.
FUENTE: https://elpais.com/elpais/2020/04/30/eps/1588262914_206573.html